Dalic, el héroe desconocido
El seleccionador que ha obrado el milagro de Croacia solo se creyó la oferta de su federación cuando Davor Suker le llamó en persona para confirmárselo
“Un país pequeño, grandes sueños”. La frase luce en los laterales del autobús de Croacia, la selección que ha emocionado al fútbol mundial con su épico trayecto hasta la final del próximo domingo. “Junto a Uruguay somos el país más pequeño en disputar la final de un Mundial. Hemos escrito nuestros nombres en la historia en la que quizá sea la gesta deportiva más grande de nuestro deporte”, aseveraba ayer Zlatko Dalic (Croacia, 51 años), el entrenador milagro de la selección croata, un tipo hecho a sí mismo que responde al perfil bajo de los héroes inesperados.
Un país enloquecido
“Croacia tiene que ser una locura”, advierte Dalic. “Pero no se crean que solo lo celebraron los cuatro millones de personas que viven en Croacia. También hay otros cuatro millones que están fuera del país. Esto es un triunfo de todos”, completó el preparador. “Para un país como el nuestro esto es algo histórico, la gente se merece esta alegría”, sumó Modric, el capitán del equipo, que el domingo jugará por primera vez la final de una Copa del Mundo.
Hace menos de un año, Dalic era un sin nombre que ni siquiera dio crédito a la llamada de un empleado de la federación croata para proponerle hacerse cargo de la selección de manera interina. Hasta que el presidente, Davor Suker, no contactó con él personalmente, Dalic no dio por buena la llamada del empleado federativo. La propuesta era un todo o nada. El acuerdo solo contemplaba un contrato por el último partido de la fase de clasificación para el Mundial 2018 en Kiev, frente a Ucrania, y los dos de la repesca si accedía a ella. “Después del partido de Ucrania, trabajé seis semanas sin contrato. No necesitaba un salario. No estaba para eso. Si nos clasificábamos para el Mundial, entonces hablaríamos”.
A Dalic siempre le sorprendió ser el elegido por Suker. No tenía un entorno mediático influyente ni un agente poderoso para posicionarle. Tampoco había dirigido a grandes equipos croatas. Su experiencia en los banquillos se reducía al Dinamo de Tirana albanés, a un exitoso paso por Arabia Saudí (Al-Faisaly y Al-Hilal) y los Emiratos Árabes Unidos (Al-Ain). “Si dirigiera al Madrid o al Barcelona, también ganaría títulos”, asevera Dalic. Tan desconocido era que en las últimas navidades viajó a Madrid para que Luka Modric le conociera más personalmente con vistas al Mundial.
“No quería estar en Croacia, debía buscar un lugar en el que encontrara un puesto de trabajo. Los entrenadores croatas no éramos respetados en Europa, que solo se fija en los grandes nombres. Quise focalizarme en las categorías inferiores y un año después ya era el mejor entrenador de Asia. Fue una etapa dura, pero siempre he creído en mí mismo. Si se fijan en nuestras infraestructuras, en que somos un país de cuatro millones, esto es un milagro. Es el carácter nuestro, está en nuestro ADN el que seamos tan competitivos. Pero la clave es la unión. Otras veces hemos tenido grandes individualidades y no logramos nada”.
Como jugador, Dalic fue un esforzado centrocampista que no alcanzó la internacionalidad tras su paso en dos ocasiones por el histórico Hajduk Split, el Buducnost, el Velez Mostar y el Varteks. Fue en Mostar donde le pilló la guerra de los Balcanes. De allí, en febrero de 1992 regresó a Livno, su ciudad de nacimiento. Durante el conflicto estuvo tres meses reclutado por el ejército croata para labores de logística. Un coronel croata de Split le liberó para fichar por el Hajduk.
En sus inicios como entrenador, Dalic tuvo un breve periodo en el que trabajó en las selecciones inferiores de Croacia. Esto último fue decisivo para su elección. Ivan Rakitic y Mario Mandzukic, dos de los pesos pesados del vestuario, dieron su visto bueno a la elección. Ambos habían coincidido con él cuando ejerció de segundo entrenador en la selección sub-21. El dúo avaló sus conocimientos, un gusto acorde con el fútbol ofensivo que seduce en Croacia y un carácter para dirigir al grupo con más diplomacia que con autoritarias imposiciones. Incluso en la gestión del caso Kalinic, que se negó a jugar unos minutos ante Nigeria, esperó a que el delantero del Milan pidiera disculpas para no tener que expulsarle. Como estas no llegaron, procedió a su exclusión con la connivencia de los veteranos más ilustres, que apoyaron su decisión. “Es muy sencillo comunicarse con él, es muy claro con nosotros. Creemos en él y en todo el cuerpo técnico y es uno de los motivos del éxito”, explica Mandzukic. “Siempre nos habla de unidad y nos da tranquilidad. En el descanso del partido con Inglaterra nos dijo que estábamos bien, que continuáramos tocando la pelota, que juntos podíamos remontar”, concluye Vrasljko.
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