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MUNDIAL RUSIA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La Europa mundial

Los padres de muchos de esos jugadores hoy quizá morirían en medio del Mediterráneo, tratando de llegar a costas europeas

Variors jugadores de Bélgica, en San Petersburgo.
Variors jugadores de Bélgica, en San Petersburgo.HENRY ROMERO (REUTERS)

Ningún equipo africano sobrevivió a la fase de grupos. Los asiáticos cayeron en octavos. Los americanos, en cuartos. La superioridad del viejo continente ha sido tan aplastante que el Mundial parece una Eurocopa. Pero la distinción resulta bastante injusta: Europa es todo el mundo.

83 de los 230 jugadores europeos de este Mundial nacieron fuera de sus países. El portugués Pepe, el español Diego Costa, el ruso Mario Fernandes, llegaron de Brasil, que si no es ya la gran potencia futbolística, sí se ha convertido en la mayor mina de materia prima para la industria del Norte.

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Pero los europeos no solo se nutren del exterior: también devuelven a jugadores mejor preparados de lo que habrían estado en otras ligas. El equipo de Marruecos, harto de caer en las eliminatorias, esta vez clasificó apelando a un sentido nacional más abierto: alineó a 17 jugadores nacidos en Francia.

Las semifinales son un verdadero escaparate de futbolistas de todos los orígenes. En el partido de ayer, sin ir más lejos, se enfrentaron jugadores con familia en cuatro continentes: Varane en Antillas, Areola en Filipinas, y otros 14 de los 23 franceses, en África. El valor cultural de la diversidad se hace patente cuando los galos celebran sus éxitos y ves al pobre Griezmann tratando de bailar como los demás (por cierto ¿Griezmann es un apellido francés?).

La mitad de los belgas también aporta raíces extranjeras, incluidas las españolas de Yannick Carrasco y las congoleñas de la estrella Romelu Lukaku. Recientemente, el mismo Lukaku escribió con luminosa claridad lo que quiero decir: “Cuando las cosas iban bien, los diarios me llamaban ‘el delantero belga’. Cuando iban mal, ‘el delantero belga de ascendencia congoleña’. Si no te gusta cómo juego, está bien, pero nací aquí. Crecí en Amberes, Lieja y Bruselas. Soñaba con jugar en el Anderlecht. Empiezo una frase en francés, la termino en flamenco y en el medio meto algo de español, portugués o lingala, según el barrio en el que esté. Soy belga. Todos somos belgas. Eso es lo que hace cool a nuestro país, ¿verdad?”.

De los equipos en semifinales, Croacia es el único que ostenta pureza étnica: casi todos los apellidos de sus jugadores terminan en la misma letra. Pero también es el único país que no formaba parte de la Unión Europea hasta hace poco. Por eso, uno de sus grandes, Rakitic, nació en Suiza, y casi acaba jugando en ese país (aunque Suiza tampoco forma parte de la UE, su status nunca fue el de los Balcanes).

Los padres de muchos de esos jugadores hoy quizá morirían en medio del Mediterráneo, tratando de llegar a costas europeas. O serían encerrados en campos de refugiados y luego devueltos al hambre y la guerra. Europa les explicaría que no hay lugar para ellos. Un ministro italiano los llamaría “carne humana”.

La Copa de Rusia demuestra que la UE gana cuando se abre al mundo, y que el mundo gana con ella. Es el mejor momento para demostrarlo.

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