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Japón se rebela contra el físico de Senegal

La selección nipona sobrevive a un partido en el que igualó dos desventajas para firmar un empate ante un rival superior en físico, pero no en fútbol

El meta Khadim N'Diaye no llega a despejar la pelota en la acción que generó el segundo gol japonés.
El meta Khadim N'Diaye no llega a despejar la pelota en la acción que generó el segundo gol japonés.ANNE-CHRISTINE POUJOULAT (AFP)

El fútbol es mágico porque su naturaleza es democrática, porque la pelota iguala a todos y ofrece la posibilidad de que su trono lo discutan atletas de condiciones variadas. Tiene además un punto de expresión cultural que sirve para darle un lustroso barniz a su discurso, pero que en ocasiones engaña. Será que el balón es redondo y, por tanto, no siempre domesticable. Por eso Japón se expresó con alma y calidez ante Senegal, que semejó gélida. Por eso acabó en empate (2-2) un duelo entre jugadores que al alinearse de inicio ante la tribuna principal del estadio de Ekaterimburgo parecía que iban a escenificar un partido entre alevines y cadetes. Igualaron Japón y Senegal en su liza y también se emparejan en la clasificación antes de una jornada final que, en un grupo que completan Polonia y Colombia, promete emociones fuertes y calculadoras afinadas.

Quizás mereció algo más Japón, siquiera porque se rebeló en dos ocasiones contra un marcador en contra y supo encontrarle las vueltas a un partido que no le daba facilidades. La primera dificultad tenía que ver con la superioridad física de su rival, plagado de bigardos. Cada saque de esquina, cada balón al área era un reto para los achaparrados nipones, que se multiplicaron con su proverbial espíritu industrioso para aplacar esas intentonas. Pero Senegal también sufrió lo suyo. Equivocó el ritmo del partido, lo rebajó respecto al que imprimió en su estreno ante Polonia y una vez más no tuvo recursos para darle juego a Sadio Mané, su mejor futbolista. Se diluyó el equipo africano a pesar de que marcó de inicio, a los diez minutos, tras una sucesión de desastres nipones, una mala defensa y una peor decisión del portero, que empleó los puños donde debía aplicar el blocaje. La pelota golpeó en las piernas de Mané y se fue a la red.

Japón quedó dolorida, pareció apabullada por el despliegue y la exuberancia de Senegal, por el camino se llevó sopapos y revolcones en ese desigual duelo físico. Pero acabó de pie. A veces los alevines pueden hacerle cosquillas a los cadetes. Las historias del fútbol de patio de colegio están repletas de livianitos que someten a grandullones. Algo de eso fue Japón, que tuvo al exquisito Gaku Shibasaki en el origen de casi todo lo bueno que le sucedió. El futbolista del Getafe juega este Mundial varios metros más atrás de lo que acostumbra en su club y construye porque tiene fútbol y trabajo, se asocia en corto y en largo. Apenas superada la media hora, con Japón en dudas, un pase suyo en diagonal de cincuenta metros rompió la defensa senegalesa y propició un excelente control de Nagatomo, que en una maniobra se deshizo de dos marcadores. Inui se cruzó por allí, aprovechó el vacío y ajustó un remate al palo para empatar.

La paciencia premió a Japón, que sacó fruto de sus fortalezas y minimizó sus defectos. Uno de ellos, y no menor, consiste en la carencia de un delantero con gol. Pero Yuya Osako aporta otros valores. No tenía una labor sencilla ante dos centrales que le sacan una cabeza, pero supo sacarlos de sitio, convertirse en una referencia para sus compañeros y en todo lo contrario para sus vigilantes. Poco antes del descanso Niang no decidió un mano a mano en el que llegó forzado ante el portero Kawashima, pero a esas alturas Japón ya parecía más que Senegal, con problemas para sujetar a Shibasaki, Inui y Osako.

Echó en falta Japón la aportación de Kagawa. Nunca es mal recibida la imaginación para derrotar al músculo. El mediapunta del Borussia Dortmund dejó el campo justo al minuto siguiente de que Wagué adelantase a Senegal en una acción episódica forzada por los dos laterales del equipo. Japón llamó entonces a la vieja guardia, primero a Honda, luego a Okazaki. Se fue a por el gol y lo encontró en apenas ocho minutos con Honda, detalle que alerta sobre el carácter de un equipo que llegaba en dudas a Rusia, tras una fase de clasificación mejorable y la destitución no hace ni tres meses de un seleccionador que no entendía las condiciones de sus jugadores. Ahora, con Shibasaki e Inui a los mandos, y el soporte de dos ilustres veteranos como Yoshida en el centro de la zaga y Hasebe por delante de ella, Japón construye algo interesante. Suficiente como para opositar al acceso a los octavos de final. En esa fase eliminatoria también puede entrar Senegal, pero deberá ofrecer una cara mejor, más fútbol y más Sadio Mané.

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