La visión de Iniesta compensa casi todos los problemas de España
Cada vez más estratega, el mediapunta provoca la acción del gol de Costa y corrige el descuadre de Isco en la primera parte
Carlos Queiroz confesó a sus amigos, antes del partido, que si Irán dispusiera de una defensa mínimamente cualificada se habría apostado su casa a que España no le metería un gol si jugaba con Diego Costa. La zaga iraní saltó al Kazan Arena compuesta por Rezaeian (Oostende), Pouraliganji (Al Sadd), Hosseini (Esteghlal Teherán) y Haji Safi (Olympiacos). Apoyados por el bravo mediocentro Saeid Ezatolahi (Perm), durante 54 minutos estos disciplinados muchachos no concedieron ni un remate entre los tres palos. En el minuto 54 se produjo un hecho mágico. Una pérdida de Irán tras la presión dirigida por Iniesta, un desajuste defensivo, una conducción del manchego pálido y una visión. El pase medido al punto exacto en el momento exacto fue listo para el disparo. Costa se giró, el barbudo Rezaeian despejó la pelota y esta rebotó en la rodilla de Costa. Uno de los cinco remates españoles a puerta valió la victoria. El seleccionador de Irán conservó su casa, de todos modos.
El primer planteamiento que Hierro podría considerar como propio tuvo dos consecuencias. Primero, colocar extremos puros allí donde Lopetegui había jugado con falsos extremos; segundo, mantener a Costa, decisión que premió sus goles contra Portugal.
La primera medida consistió en poner a Isco pegado a la raya izquierda y a Lucas en la derecha. Resultó que Carvajal y Alba se toparon con sus propios compañeros en sus progresiones por las bandas. El campo se abrió pero las jugadas se hicieron un poco más predecibles. La presencia de Costa en el medio del ataque, por otra parte, provocó el atasco que previó Queiroz. Privado de espacios por un rival que se cerró con un orden escrupuloso en su área, el punta no dispuso de ocasiones porque no pudo correr. En sus intentos por asociarse con los mediapuntas, con Silva e Iniesta, apenas consiguió alguna descarga limpia. Por momentos, Costa cerró vías de acceso a la portería de Seiranvand en lugar de abrirlas. Los españoles se retiraron al descanso con caras largas.
Isco fue el único jugador del equipo que salió del vestuario sonriente camino del campo, tras el descanso. Hierro hablaba nervioso con Piqué, De Gea le decía algo al sombrío Silva, Reina miraba a su alrededor con inquietud y Piqué se quejaba al árbitro. No había motivos para el buen humor. El equipo se había metido en un embudo y el malagueño no estaba precisamente lúcido.
El caso Isco
Pegado a la banda, como extremo izquierdo Isco había dejado de meterse hacia adentro como falso extremo, la función que tan bien desempeñó durante la fase de clasificación. Por momentos se liberó como un segunda punta y penas intervino para tocar entre líneas, actividad esencial cuando se trata de abrir espacios contra defensas apretadas. Isco estaba sonriente cuando Iniesta se le acercó y le dijo algo tapándose la boca para que no le leyeran los labios. Fue una instrucción clara. Algo que hizo que Isco se pusiera serio. En la reanudación volvió a ejercer de falso extremo. El equipo lo agradeció.
Iniesta está a punto de retirarse. Mientras siga jugando España tendrá lo que no tiene ninguna selección en Rusia: soluciones para casi todo.
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