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El ‘draft’, un cóctel de aciertos y grandes fiascos

Pese a métodos como el célebre ‘Moneyball’ y al ejército de ojeadores fallan apuestas de primer orden (Bennett, Brown, Bargnani, Olowokandi) y varias perlas pasaron desapercibidas en su día (Isaiah Thomas, Klay Thompson, Ginóbili, Marc Gasol, Draymond Green, Parker o Leonard)

Robert Álvarez
Ojeadores de la NBA, con Danny Ainge (Celtics) en el centro, en Badalona.
Ojeadores de la NBA, con Danny Ainge (Celtics) en el centro, en Badalona.M. A. F.

“Somos proveedores de información, todo el día en ruta”. Es la frase con la que uno de los ojeadores de equipos de la NBA, un batallón, resume su vasta y meticulosa tarea. Se trata, en definitiva, de detectar y de poner el talento en relación a las necesidades de un equipo determinado para que pueda elegir en el ‘draft’ con las máximas garantías posibles. En apariencia, es una cuestión fácil, pero solo en apariencia. La realidad demuestra los muchísimos errores cometidos por las franquicias de la NBA, se supone que tras haber diseccionado los miles, millones de datos facilitados por sus ‘scouts’.

La lista de números uno del ‘draft’ que han fracasado es muy extensa: Anthony Bennett (Cleveland, 2013), Greg Oden (Portland, 2007), elegido por delante de Kevin Durant (Seattle), Andrea Bargnani (Toronto, 2006), Kwame Brown (Washington, 2001), por delante de Tyson Chandler (Chicago, vía Clippers) y Pau Gasol (Memphis, vía Atlanta), Michael Olowokandi (Clippers, 1998) y se podría añadir Andrew Bogut (Milwaukee, 2005), en un año en que Chris Paul fue elegido en la cuarta posición por Nueva Orleans, o el segundo puesto de Darko Milicic en 2003 (Detroit), cuando Carmelo Anthony fue tercero (Denver), Chris Bosh, cuarto (Toronto) y Dwyane Wade, quinto (Miami).

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En cambio, no se supo detectar en su día el talento de jugadores que ahora son de primera fila en la NBA, y que fueron reclutados en posiciones muy bajas del ‘draft’: Isaiah Thomas (60 en 2011), Klay Thompson (58), Manu Ginóbili (57 en 1999), Marc Gasol (48 en 2007), Paul Millsap (47 en 2006), Nikola Jokic (41 en 2014), Draymond Green (35 en 2012), Tony Parker (28 en 2001), Rajon Rondo (21 en 2006), Kawhi Leonard (15 en 2011) o Giannis Antetokounmpo (15 de 2013). Se podría incluir también a Donovan Mitchell, el escolta que ha brillado con Utah esta temporada y que fue elegido en el puesto 13 del ‘draft’ de 2017. La relación atiende sólo a algunos jugadores en activo, porque sería muy extensa si atendiera a jugadores ya retirados, por citar un par de casos: Kobe Bryant (13 en 1996) o Dennis Rodman (27 en 1986).

En Europa se mueve constantemente un grupo de ojeadores de la NBA, presentes en las grandes competiciones y también en muchos torneos júniors o de categorías inferiores. Por ejemplo, en el torneo de L’Hospitalet, uno de los más prestigiosos, estuvieron presentes 27 ojeadores en representación de otros tantos equipos de la NBA. “Disponemos de programas con los que podemos ver partidos en todo el mundo”, explica uno de esos ojeadores que pide el anonimato. “Puedes ver todas las acciones ofensivas de un jugador apretando solo un botón. Pero verlo en directo es mejor. Por ejemplo, si ves un partido por vídeo te puedes perder la reacción de un jugador cuando lo cambian, su interacción con sus compañeros, con los entrenadores, con los cuidadores en el banquillo…”.

Son los detalles, datos también al fin y al cabo, que hacen indispensable la labor de los ojeadores. “Los americanos están obsesionados con lo que llaman ‘intel’, una palabra que en este caso no tiene una traducción literal. Para ellos es muy importante que les puedas definir el carácter del jugador, cómo es su familia, su entorno, su ética de trabajo, si ama el basket o no, cómo se relaciona con sus compañeros, si es ‘entrenable’ o no, cuál es su capacidad de adaptación a estilos de juego, costumbres. Cómo está mental y físicamente. Su actitud con el arbitraje. Si es egocéntrico o altruista, si es humilde, buen tipo, si sabe escuchar, si sabe comunicarse y también si sabe inglés. Incluso si da el dinero en casa. Se evalúa en función de todo eso y de su trayectoria”.

Los ojeadores tienen prohibido hablar con los jugadores por los que están interesados sus equipos, con todos en general. Una regla que no siempre se cumple. Lo que más se valora en los ‘scouts’ son sus contactos. “Sobre todo, los contactos por su calidad, más que por la cantidad, porque los hay que no aportan informaciones esenciales. Es un ejercicio constante de imaginarse al jugador en otra situación, jugando con otro estilo. En Europa, uno de los aspectos esenciales que debemos tener en cuenta es la capacidad atlética del jugador. A menudo, en Estados Unidos un jugador tiene que actuar en otra posición. Allí se juega mucho el ‘small ball’ (estilo sin apenas juego interior) y eso trastoca mucho el rendimiento”, cuenta uno de los ojeadores españoles de la NBA.

“Por ejemplo, en el caso de Luka Doncic, una de las mayores dudas incumbe a su capacidad atlética. Es un gran atleta, pero no es explosivo. Tiene una zancada grande y sabe utilizar su envergadura, pero en alguna ocasión ha despertado dudas cuando se ha enfrentado a un jugador determinado”. El ejemplo es el de Norris Cole. Se trata de un base del Maccabi, con experiencia en la NBA, contra el que Doncic pasó muchos apuros cuando se encargó de su marcaje. Es uno de los casos en que aprecia la tarea del ojeador, porque el jugador esloveno del Real Madrid logró buenos números en aquellos partidos de la Euroliga. “Pero cuando Cole le apretó mucho, lo pasó fatal. Son ciertas señales de alarma”.

Otro de los aspectos que deben tener muy en cuenta los jugadores es que cada equipo, cada general manager, tiene su propio sello. “Pat Riley (Miami), por ejemplo, es un maniático con el peso del jugador. Para Kevin Pritchard (Indiana) es esencial el aspecto personal. Por ejemplo, DeMarcus Cousins no podría jugar jamás con los Pacers. En San Antonio se valora muchísimo a los jugadores internacionales, argentinos, franceses, australianos… Algunos equipos fichan a determinados jugadores para desarrollar su margen de mejora, caso de Cedi Osman en Cleveland. Cada equipo tiene su sello propio”. Y cada ojeador también debe tener su propia manera de hacer. “Hay mucho hablador, mucha portera, al final tienes que filtrar la información para conformar tu propio criterio. Al final, tú sentencias”, explica otro de los ojeadores americanos instalados desde hace años en Europa.

Uno de los directores deportivos que han marcado una pauta en la NBA es el de Houston Rockets, Daryl Morey. En 2003, los Celtics le animaron a utilizar un sistema estadístico que había elaborado él mismo para elegir un jugador de la parte final del draft y así fue como escogieron en el puesto 56 a Brandon Hunter. Dos años después, los Rockets contrataron a Morey, en el que veían un reflejo de ‘Moneyball’, la novela basada en la historia real de Billy Beane, director deportivo del equipo de béisbol, Oakland Athletics, que utilizaba las estadísticas avanzadas para fichar jugadores. La novela fue adaptada al cine en 2011. Desde el primer momento, Morey supo que las estadísticas tradicionales podían ser muy engañosas. Era posible que un jugador anotara muchos puntos pero perjudicara a su equipo, y también era posible que un jugador sumara muy poco y fuera muy valioso. “El simple hecho de tener el modelo, sin ninguna opinión humana, te obliga a plantearte las preguntas correctas —dice Morey—. ¿Por qué alguien es tan valorado por los cazatalentos cuando el modelo le otorga muy poco valor? ¿Por qué alguien es tan poco apreciado por ellos cuando el modelo lo evalúa de forma positiva?”.

Una de las dudas sobre Doncic incumbe a su capacidad atlética, lo ha pasado muy mal con algunos marcajes

Fue a partir de entonces, cuando los Rockets empezaron a recopilar datos que no se habían tenido en cuenta nunca, y no solo de baloncesto. Así lo explica Michael Lewis, el autor de Moneyball, en otro libro, Deshaciendo Errores: “¿Ayudaba al jugador haber tenido padre y madre? ¿Era una ventaja ser zurdo? ¿Eran mejores en la NBA los jugadores que habían tenido entrenadores muy buenos en la universidad? ¿Tenía importancia que en la familia hubiera habido un jugador de la NBA? ¿Importaba que lo hubieran transferido en los primeros años de universidad? ¿Que su entrenador universitario practicara la defensa por zonas? ¿Que hubiera jugado en múltiples posiciones? ¿Que levantara más o menos peso en el gimnasio?” “Y así comenzó un proceso en el que Morey se esforzó más que nunca por combinar el juicio subjetivo humano con su modelo”, añade el autor de Moneyball. “El truco no estaba solo en elaborar un modelo mejor, sino en hacer caso al modelo y a los cazatalentos al mismo tiempo. “Hay que discernir qué se le da bien o mal al modelo, y qué se les da bien o mal a los humanos”, dice Morey”, según la cita de Lewis en su libro.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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