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Brasil-Suiza: Mientras aguantó Coutinho

Penalizada por las distracciones de Neymar y la falta de fondo físico de su jugador más determinante en Rostov, Brasil no consigue traspasar el muro de Suiza

Diego Torres
Neymar intenta superar a Xhaka y a Lichtsteiner.
Neymar intenta superar a Xhaka y a Lichtsteiner.Andre Penner (AP)

Los rizos amarillos de Neymar, obra fantástica de un peluquero que le acompaña por Rusia y que forma parte integral de su estrategia mercantil planetaria, se fueron apelmazando con el vapor del Don y el marcaje abnegado de Valon Behrami, líder de la revuelta helvética. Fue una noche de agobios inesperados para Brasil. Sufrió el equipo que venía de América precedido de los mejores auspicios. Lo frenó un puñado de indistintos muchachos de rojo, principalmente hijos de la inmigración balcánica. Gente con muy mala uva que no concedió ni un centímetro hasta no lograr el empate ante una de las grandes favoritas del torneo.

A Tite, selecionador brasileño, le precede la fama de chamán. De genio de la seducción, capaz de idear formas que explotan el talento de Brasil. Cosas como el ingenio táctico que presentó en Rostov. Un andamiaje de apariencia muy sólida y flexible a la vez. Un ecosistema cuya razón de ser es el desarrollo máximo del talento de Neymar y Coutinho, sus jugadores más resolutivos, envueltos por dos líneas de apoyo. Por detrás, de derecha a izquierda, Willian, Paulinho y Casemiro; y por delante Gabriel Jesus, encargado de tirar desmarques en todas direcciones con la mayor frecuencia posible para arrastrar defensas y abrir huecos a las figuras que vienen por detrás. La cosa tiene una pinta estupenda. Sobre la pizarra parece algo muy racional y su puesta en escena da una impresión abrumadora. Los problemas se manifiestan cuando se agotan las pilas.

Brasil debe resolver una cuestión de índole biológica y otra de carácter. Si Neymar no impide que el narcisismo le domine en cada jugada en la que interviene, su equipo necesitará matar los partidos a la mayor brevedad para no sufrir un ataque de nervios. No dispondrá de mucho tiempo porque Coutinho, por más protegido que esté como cuarto volante, no tiene los pulmones necesarios. No basta con un ejercicio de voluntarismo para desplazarse por el carril del ocho. Hacen falta un fondo aeróbico. Algo de lo que el maravilloso mediapunta no puede presumir.

Mientras resistió Coutinho saliendo de una posición retrasada que le penaliza, Neymar se convirtió en un jugador indetectable y su equipo dominó con continuidad. Cuando el jugador del Barça se fue apagando, quedaron expuestas las deficiencias. Hasta entonces, los aficionados se deleitaron con lo más grande del fútbol: la sintonía entre personas intercambiando una pelota para engañar a otras personas.

Brasil fue derramando ocasiones de gol desde los primeros minutos. Coutinho se ofrecía junto a Casemiro para dar el primer pase y acudía al borde del área para unirse a Neymar. Allí comenzó a ofrecer su repertorio de arrancadas y frenadas en una baldosa, dribló a Berhami, a Xhaka, y sirvió a Neymar en el área para que hiciera otro truco. Neymar dejó sentado a Schaer y entregó la pelota a Paulinho, llegador sistemático. El remate, muy mordido por el acoso del portero y los defensas, se fue por un palmo. Suiza pareció dislocada ante la afinidad de dos jugadores formidables.

El gol llegó en el minuto 20. Otra vez Coutinho recorrió 30 metros, se asoció a su amigo al borde del área y aprovechando que la zaga rival retrocedía y se metía en la caja armó la pierna y se sacó un derechazo. Acariciado con el interior de la bota, el balón hizo la curva y se clavó en la escuadra.

Muchos equipos se rinden ante esta clase de evidencias de superioridad atlética, física y técnica. La estatura de Brasil respecto a Suiza se puso tan de manifiesto en todos los órdenes que cualquiera de los presentes habría comprendido cierta cuota de resignación. Pero los suizos no se entregaron. Abanderados por el fiero Berhami y el bello Lichtsteiner resolvieron disputar cada balón como si les fuera la vida y, cuando lo recuperaron, lo cuidaron.

Replegados en parte por la ventaja y en parte porque las intervenciones de Coutinho comenzaban a espaciarse, los sudamericanos establecieron su centro de operaciones en el círculo central. Allí se sintieron potentes, bien guardados por su escuadrón de polifemos. Silva, Miranda, Casemiro y Paulinho son marcadores intimidantes. Pero, contra la apariencia, fallaron estrepitosamente en un córner. Suiza lo conquistó moviendo la pelota con sentido y Zuber lo cabeceó sin alardes. Miranda se agachó por delante empujado por un rival. Silva se distrajo por detrás.

Cuando Brasil quiso reaccionar solo pudo hacerlo atacando a la desesperada. Tite sustiyuyó hombre por hombre para ventilar a Jesús, Casemiro y Paulinho, y meter a Renato Augusto, Firmino y Fernndinho. Con Neymar empeñado en litigios particulares con Behrami y Coutinho agotado, quedaron los centros, los tiros desde fuera del área, y las llegadas en tromba. Suiza, valiente, aguantó para satisfacción de los hinchas rusos.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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