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Viviani repite victoria en la tercera etapa del Giro

El ‘antisprinter’ italiano se impone en Eilat tras atravesar a toda velocidad el desierto del Néguev

El pelotón del Giro, en la carretera que serpentea para salir del cráter de Ramon, en el Néguev.Vídeo: AMIR COHEN (REUTERS)
Carlos Arribas

El sprinter del Giro es un bestia, habitualmente italiano y fanfarrón, egoísta y temerario que desprecia el riesgo y se ríe de la muerte en cada pedalada hacia la meta, y su cuerpo a 1.000 vatios por segundo. Elia Viviani es italiano y es sprinter y es generoso y tierno, respeta a sus rivales, frena para hacer un favor a quien se lo pide, y algún día en que le han derrotado se baja de la bicicleta y se sienta en el asfalto y llora inconsolable y sin esconder las lágrimas ni taparse la cara, y le duele no por él sino por los compañeros que han trabajado para él. Y pese a ser el antisprinter, podríamos decirlo así, a Viviani no le va nada mal en el Giro 101, en el que ha ganado las dos llegadas masivas en que se han resuelto las dos etapas israelíes en línea.

Viviani exhibió en ambas exhibió su buena educación de pistard que le permite cambiar de trayectoria fluido en un clic y salir de cero, acelerar y alcanzar la velocidad máxima como quien no quiere la cosa. El sábado lo hizo en Tel Aviv con elegancia limpia y precisión quirúrgica, tanta que parecía que jugaba con su rival, con su compatriota Jakub Mareczko; el domingo, su acción fue obligatoriamente más violenta, adrenalínica: cuando iniciaba su progresión remontante buscando un hueco junto a las barreras para no exponerse al viento estúpidamente, el irlandés Sam Bennet, que no quería dejarse pasar, le intentó cerrar. Viviani no se dejó intimidar por el choque, sin ceder continuó hacia adelante y superó a todos con facilidad. En el pelotón entró tranquilo el líder Rohan Dennis.

Armstrong espera en la cuneta que el pelotón surja del cráter de Ramon.
Armstrong espera en la cuneta que el pelotón surja del cráter de Ramon.AMIR COHEN (REUTERS)

Quizás el derroche de adrenalina final no fue sino una consecuencia necesaria de la larga, veloz y tediosa travesía del desierto del Néguev, tan paisajístico su cráter de Ramon que su imagen a vista de helicóptero quitaba el hipo a los espectadores televisivos, y en la cuneta a aficionados como Lance Armstrong, que se estuvo haciendo fotos sobre el asfalto. A pie de carretera y pedaleando, como bien sabe el texano de los siete Tours perdidos, el paisaje no existe. Los corredores no lo ven. El paisaje son ellos. Prohibida para ellos la única atracción del día, la etapa tan bonita se redujo a 230 kilómetros de aburrimiento. “Ha sido lunar toda la etapa”, dijo ele scalador francés Thibaut Pinot, quien se aburrió como pocos días en su vida. Y como él todo el pelotón salvo la media docena de sprinters, quienes al menos tenían el aliciente de poder liberarse en los últimos metros haciendo el bestia. Y sobre ellos, el antisprinter, Viviani de ciclamen.

Después de tres días en Israel y un lunes de descanso, el Giro se reanuda el martes en Sicilia, donde estará otros tres días para llegar el jueves a la cima del Etna, la primera llegada en alto del año.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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