Coutinho y Dembélé piden una bola extra
El brasileño reclama protagonismo con su fútbol de salón y el francés evidencia que con metros y espacios puede romper a cualquier defensa
Uno, Dembélé, costó 105 millones y el otro, Coutinho, 120; cifras mareantes que se agrandan con las variables porque ambos rondan los 150. Son los fichajes más caros en la historia del Barcelona, los jugadores que rompieron la banca en verano (con permiso, claro de los 222 millones que le costó Neymar al PSG) y en invierno. Pero sus vidas deportivas en el Camp Nou son diametralmente opuestas, al punto de que a Coutinho se le señala como el heredero de Iniesta y no son pocos los que ya apuntan que para Dembélé lo mejor sería una futura cesión. Lo sucedido en Riazor, sin embargo, negó la mayor porque ambos pidieron una bola extra: uno para ser el epicentro del juego cuando Messi se desconecta; el otro para ser el agitador de los partidos cuando no hay líneas de pase por dentro. Dosis de efervescencia que chocaron con la fatalidad del Barcelona, que jugó al ralentí, como si se diera por descontado el alirón liguero.
De Coutinho nadie dudaba porque era el santo y seña del Liverpool (por más que Klopp haya sido capaz de desdibujar su ausencia con fútbol de quilates), un jugador al que le sobra la calidad, que descuenta rivales con su regate en corto y que filtra pases donde los otros ni se lo imaginan, del mismo modo que engatilla con una facilidad pasmosa de media distancia. Su entrada al equipo ha sido progresiva, siempre protagonista con el balón entre los pies y con unos números resultones porque en 17 encuentros acumula seis asistencias y seis goles, el último anoche. Con diferente pie cayó Dembélé en el Barcelona porque no se le recuerda una actuación decisiva ni un duelo en el que se erigiera el MVP, aunque se sabe que tiene un regate en largo fascinante y una velocidad endiablada. Lastrado al inicio por las lesiones, mermado después por su falta de confianza y anulado luego por Valverde porque para los partidos grandes siempre antepuso a Paulinho (en Europa) y a Coutinho (Liga y Copa), el extremo ha completado una temporada más que grisácea. Toda una desigualdad con el precio pagado. “Es joven, tiene mucho margen de mejora y fútbol de sobras para revertir la situación”, deslizaban desde un inicio desde las oficinas del Barça como también apuntan ahora. Pero en Riazor quiso explicar lo contrario.
Resulta que Messi quiere a Dembélé cerca porque es un jugador que abre el campo, que juega en profundidad y que pisa la línea de fondo. No ocurrió con frecuencia ante el Dépor porque Semedo pedía el carril, pero cuando se abría era un filón. Como en esa contra que propició el robo de Busquets, que impulsó Suárez y que catapultó Messi hacia el costado del francés. Recorte, pase hacia atrás y llegada de Coutinho, que golpeó el balón a la carrera y con rosca, a la red. El carioca, agradecido, fue a su encuentro y se abrazaron para festejar el tanto de los millones, un gol que ya reprodujeron con anterioridad ante el Málaga. Una asistencia, además, que fue la sexta de Dembélé, el tercero en esa suerte en la Liga para el Barcelona, solo por detrás de Messi (12) y Alba (8), igualado con Sergi Roberto (6). Pocos minutos más tarde, de nuevo en una contra, esta vez dirigida por Dembélé, Suárez centró y Messi remató de volea en el segundo palo. Otro gol, el 30 en la Liga.
La deficiencia de ambos, sin embargo, también se vio en Riazor porque ninguno de los dos es un prodigio en la fase defensiva. Sonora fue la bronca que le echó Valverde a Coutinho en el primer tiempo, reclamando que bajara, que ayudara a Alba en los dos contra uno que le planteaba el Deportivo. Aceptada la riña, se aplicó en la tarea y evidenció con un par de robos que tan solo era cuestión de ponerse. Algo que todavía no ha hecho Dembélé, demasiado perezoso cuando entra en campo propio, reacio a desgastarse en perseguir a un rival antes que a la pelota. Tara que fue decisiva ante el Dépor porque el tanto del empate llegó por su dejadez, porque no persiguió a su Borges, quien regaló el pase definitivo a Emre Çolak.
Con el empate del Dépor, Valverde quitó a los dos extremos, quizá porque no ayudaban en defensa, pero sobre todo porque quería más control que carreras. Y salió la apuesta porque el duelo lo cerró Messi –dos goles a pase de Suárez para alcanzar los 33, que le pone líder por la Bota de Oro, con uno de ventaja sobre Salah (Liverpool)-, triunfo que bien valió la Liga. Ahora al Barça le quedan cuatro encuentros para cerrar el curso, para conseguir un campeonato sin derrota alguna. Pero también partidos para que Coutinho ajuste su juego al equipo y pueda coger el relevo de Iniesta; para que Dembélé demuestre que tiene el fútbol que reclama el Barça y que le gusta a Messi.
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