Pantano se invita a la fiesta de Valverde en la Volta

La Volta vive bajo una suerte de embrujo murciano-colombiano que la transciende. La carrera, que comenzó el lunes con la victoria en Calella del millennial colombiano Álvaro Hodeg (o Hodge, 21 años), concedió en Vielha protagonismo a Jarlinson País Pantano (29 años), un colombiano de la generación que hace casi una década, la camada del Tour Porvenir de 2010, enseñó a su gente que Europa no era imposible, que estaba al alcance de su voluntad y de su deseo. Por delante de ellos, en la clasificación y en el ánimo de la carrera, sigue reinando Alejandro Valverde (37 años), de la generación anterior, que se ve tan dominador que hasta a sí mismo se sorprende. “Nunca había estado tan bien, es increíble”, dice el murciano, que parece que pedalea silbando, tan fácil va, más aún que su equipo, el Movistar, la fuerza que decide quién puede moverse y hasta dónde puede.

En la general de la carrera más antigua del calendario español, que termina el domingo en el habitual circuito subibaja de Montjuïc, Valverde aventaja en 16s al segundo, otro colombiano millennial, Egan Bernal, de 21 años recién cumplidos, o el Kid Maravilla de Zipaquirá, como se le conoce, un combativo chaval de mucha clase que en la meta volante de Puigcerdá le arañó 3s a la Volta.

En la meta de Vielha por el túnel tras largo descenso levantó el brazo creyéndose ganador Matej Mohoric, el increíble esloveno que enseña a descender a todo aquel que se detiene a observarle, pero un puñado de segundos antes ya había celebrado la victoria Pantano, el mejor de la escapada, el rey de la fiesta, aquel para quien, cuando está en vena e inspirado, cualquier asfalto, hasta los que atarviesan los Pirineos que empiezan a despertarse del invierno, cualquier carretera, se convierte en la Quinta de su Cali bella, su ciudad, su salsa y la de Niche, sus palmeras alegres.

Revelado para el mundo en el Porvenir de 2010, el de su amigo Nairo Quintana (Pantano fue tercero en el podio con el maillot de lunares de rey de la montaña), el ciclista de Cali, hombre de velódromo, chocó con una realidad europea que creía inexistente, la del neocolonialismo ciclista encarnado en el italiano Claudio Corti, a quien el gobierno colombiano entregó a su mejor juventud y una buena cantidad de dinero para armar el equipo. Superó la depresión de aquel equipo con un maillot premonitoriamente oscuro (y de palabras más siniestras: Corti, que desperdició el talento de Pantano, de Chaves y de Atapuma, entre otros, llegó a decirle que no valía para el ciclismo, que no era profesional) fichando por los suizos del IAM, con quienes obtuvo sus mejores victorias, siempre al final de las escapadas. Una la consiguió en Davos, nada menos, en una Vuelta a Suiza; la otra, también en 2016, en el Tour de Francia, en Culoz. En 2017 fue el compañero de habitación, de fugas y de Angliru de Alberto Contador en el Trek, y en 2018, libre de nuevo, vuelve a sus hábitos y sus victorias selectas, radiante a la luz de Valverde, claro, el rayo perpetuo.