Fabricio, de la supervivencia a la Champions
El portero canario, de 30 años, cambió en 2016 la presión del descenso en A Coruña por la gloria de los títulos y la fama del Besiktas y ahora aspira a disputar el Mundial con Uruguay
Hace poco menos de tres años, Fabricio Agosto (Vecindario, Gran Canaria; 30 años) fue capital en la permanencia del Deportivo en Primera. Decisivo en el recordado empate en el Camp Nou (2-2) y en la recta final del campeonato, el portero canario, de padres uruguayos, alcanzó la meta por la que estaba acostumbrado a luchar durante su etapa en el fútbol español: la salvación. Ahora, sus retos son otros. El verano de 2016 cambió A Coruña por El Bósforo y pasó de vivir en la parte baja de la tabla a pelear por títulos y jugar la Champions con el Besiktas. Hoy, ante el Bayern, disputará su undécimo encuentro en la competición, después de que el equipo alemán cerrase la eliminatoria en la ida (5-0). En Múnich, con un jugador menos desde los primeros minutos de partido, Fabricio aguantó el temporal bávaro y libró a los turcos de un sonrojo todavía mayor con unas cuantas intervenciones de mérito
Era su primer partido en una eliminatoria europea. Llegó poco más de un año después de su cambio de aires. "No me lo pensé", valora el meta sobre la decisión. "Era una oportunidad única de jugar competiciones europeas, de luchar por títulos. La liga es menor que otras en Europa, como la española, la inglesa o la italiana, pero yo tenía las ganas y el deseo de luchar por ganar y eso en España es muy difícil". El salto fue grande. Deportivo, cultural y también de mentalidad. De jugar por la supervivencia a hacerlo por estar en la cima. De disfrutar del anonimato a ser un icono en Estambul. "Aquí no puedes pasear tranquilamente como hacía en A Coruña porque todo el mundo te reconoce", asegura. "En cuanto al cambio de un escenario a otro es muy diferente. No sé si se puede decir que se trabaja mejor, pero sí que te enfrentas a otro tipo de presión como es la de pelear por títulos y defenderlos año tras año. Es más bonita", cuenta Fabricio, recientemente nombrado mejor portero de la Superliga Turca, competición que ganó la temporada pasada y a la que le falta mucho por desarrollar. "Tienen jugadores con mucha calidad y buenas infraestructuras, pero existe un gran déficit a nivel táctico y le hace falta ser más organizado y estructurado. Más profesional, porque por ejemplo hay muchos jugadores pasados de peso, no se cuida mucho la alimentación", destaca.
Natural de Vecindario, Las Palmas, el Deportivo le echó el guante en 2005 y Fabricio se forjó en Abegondo antes de dar el salto al fútbol profesional. La oportunidad le llegó a los 20 años y de la mano de Lotina debutó en Primera. Fabricio disputó seis encuentros de manera consecutiva y, visto y no visto, desapareció del mapa hasta el verano de 2010, cuando salió cedido al Recreativo, de Segunda División. Por el camino dos temporadas en las que tan solo disputó seis partidos más en A Coruña y tres en Valladolid. Su progresión en Huelva se cortó con otras dos temporadas prácticamente en blanco en el Betis y otra más en su regreso al Deportivo. Con 27 años y una carrera forjada en la suplencia, su futuro profesional se tambaleaba en el alambre hasta que en octubre de 2014 Víctor Fernández le confió la portería del conjunto gallego.
Explosión tardía
Fabricio se afianzó, fue clave en la permanencia del equipo y, cuando veía cómo se relanzaba su carrera, una rotura de ligamento en la rodilla le frenó en seco. Un año en blanco, pocos meses de contrato y vuelta a empezar. "Entonces solo quería competir y rendir. Las cosas con el trabajo, sacrificio y constancia hacen que todo pueda salir bien y que esa oportunidad pueda volver a llegar". Y a él el segundo tren le llegó en forma de llamada del Besiktas, que lo firmó libre en verano de 2016. "La adaptación fue fácil", revela. "Todo va en función de encontrar la estabilidad y me supe adaptar bien aquí pese a las dificultades. Fue todo más fácil de lo que me esperaba", añade el meta, que basa su tardía explosión con su perfecto aterrizaje en Estambul. "Cuando estás feliz y a gusto en un sitio solo puedes entregarte en cuerpo y alma a tu trabajo. Eso es lo que he hecho y cuando disfrutas las cosas salen bien. me encuentro en un gran momento. Cada día quiero mejorar y estoy disfrutando mucho. Me ha salido todo a pedir de boca y no puedo pedir más. Me siento bendecido. Ese es mi estado de ánimo ahora”.
"No destaco por nada en especial; solo soy puro trabajo"
En menos de dos temporadas se ha convertido en uno de los líderes del vestuario del equipo y en un ídolo para la afición del Besiktas. Él, pese al reconocimiento, se mantiene en el suelo. “Mi mayor éxito es poder decir que he logrado el sueño de ser futbolista y de poder vivir de ello. Yo soy un trabajar nato. No destaco por nada en especial: no soy el más rápido, no soy el más alto, el más ágil. Soy puro trabajo", expone. Una dedicación extrema que le ha valido el calor de una hinchada tan particular y pasional como la turca. “No paran durante todo el partido. Cantan, saltan, gritan…Hay que estar aquí para vivir un ambiente así. Yo hasta llegar aquí no había vivido nada igual”.
No lo había hecho a ningún nivel. Ni personal ni deportivo. Un año y medio, una salto a la élite, el sabor del triunfo en la treintena y, ahora, el reto de disputar el Mundial de Rusia representando a Uruguay. "Mis padres son de allí, tengo la doble nacionalidad, y sería una ilusión enorme. No está en mi mano, pero es un objetivo".
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