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Un Suárez comedido es medio Suárez

El delantero pierde parte de su fútbol al jugar con el temor de ver una cartulina que le impidiera medirse al Atlético

Jordi Quixano
Suárez defiende la pelota ante Ximo Navarro.
Suárez defiende la pelota ante Ximo Navarro.SANTIAGO FERRERO (REUTERS)

Aunque Valverde advirtió que el encuentro ante Las Palmas valía los mismos puntos que frente al Atlético el próximo fin de semana, se mantenía la duda de si jugaría Luis Suárez. Ante el Girona intentó de todas las maneras posibles que el colegiado le sancionara para cumplir ciclo por acumulación de cartulinas. Pérdida de tiempo, faltas absurdas y todo tipo de triquiñuelas que el colegiado no quiso validar, por lo que en el estadio Gran Canaria el uruguayo compareció con el 9 a la espalda y su hambre de siempre. Pero con otro fútbol y esa fue su perdición.

Cuando le cuestionaron a Valverde por las tretas de Suárez para forzar la tarjeta amarilla, el técnico se limitó a responder que su delantero siempre había jugado así, que no se le podía cambiar. Un razonamiento que quedó diáfano en el estadio de Gran Canaria porque Suárez comedido es medio Suárez.

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No se le vio protestar como acostumbra —ni siquiera el típico gesto que hace con la mano como si dijera vaya tela—, tampoco protagonizó su habitual rifirrafe con uno de los centrales, no dio ni una sola patada, ni buscó el contacto. Y en numerosas ocasiones entró al rival con las manos arriba, como si quisiera expresar su inocencia antes de disputar el esférico. Sí que tuvo un conato en esa jugada en la que Chichizola le sisó el esférico fuera del área y se ayudó de la mano en su entrada. Pero pronto se reprimió y fue Valverde, que no suele protestar, el que salió en su auxilio y se encargó de reivindicar la ilegalidad durante el largo paseo a los vestuarios, también Piqué, Umtiti y Aleix Vidal.

No es que Suárez no lo intentara o jugara a medio gas, reivindicador como siempre de los balones huérfanos y estandarte de la presión avanzada. Pero de inmediato quedó claro que no era su partido, que no le tocaba. Fue cuando Messi robó un balón en la medular y lanzó la contra para jugar un dos contra dos, incluido el portero rival. Y, generoso como es, el 10 le cedió el esférico (un poco blando) en el área chica, pero el delantero estuvo torpe en la ejecución y chutó al bulto. “Para mí es la mejor dupla del mundo, la más letal”, expresó Paco Jémez en la previa al encuentro. Aunque Messi le contradijo porque demostró que solo también se las apaña la mar de bien, seguramente porque pocos saben leer los partidos como él.

Sin ir más lejos, ante el Girona jugó a las espaldas del mediocentro porque entendió que hacía daño de crupier, y ante Las Palmas jugó a las espaldas de los defensas porque comprendió que en profundidad podían resquebrajar a la osada zaga rival, que adelantó las líneas casi hasta la mitad del campo. Su gol, sin embargo, llegó de falta, con un chut terrorífico que le sacó las telarañas a la escuadra que defendía el portero, castigado por dar dos pasos al lado contrario antes de tiempo. Festejo para el 10, que suma 599 goles durante su etapa profesional (538 con el Barça; 61 con Argentina).

Señaló Mateu Lahoz un penalti y el partido volvió a la casilla de salida. Pero ni con esas se vio al Suárez de siempre, que incluso llegó a lo ridículo cuando perdió un balón en una contra y quizá ya por costumbre volvió a levantar las manos como si reivindicara una vez más que era San Luis Suárez. También disfrutó y erró una doble ocasión a la salida de un córner, un chut con cada pierna. Con la derecha, golpeó al rival; y en el rebote, con la izquierda, la tiró demasiado torcida. Fue de lo poco que hizo el Barça en la segunda parte; y fue todo lo que hizo Suárez, amén de su innegociable esfuerzo.

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