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La crisis devora a todos en el Real Madrid

Hasta Isco y Asensio, máximos exponentes del climax que alcanzó el club en verano, se han visto arrastrados por el bajón de juego y resultados que atraviesa el equipo

FOTO: Isco saluda a Asensio tras el cambio ante el Numancia. / VÍDEO: Declaraciones de Zidane tras el empate ante el Numancia.Foto: atlas | Vídeo: JuanJo Martin (efe) / atlas

Cuando Marco Asensio aterrizó en Madrid en el verano de 2016 tenía en Isco Alarcón a uno de sus principales referentes. El balear era un admirador confeso del volante. No lo escondía. "Isquito, qué bueno eres...", publicó en su perfil de Twitter en 2013, cuando su actual compañero despuntaba en el Málaga. A su llegada a Chamartín, Isco y Asensio forjaron una estrecha amistad. Integrantes del núcleo español del vestuario, pasaron a ser "Bro y Picha" el uno para el otro en la famosa escena con la que festejan cada título de blanco. Ambos compartieron hueco y protagonismo en el ya extinto Madrid B y también de la mano se decidieron a irrumpir por las bravas en la primera unidad de Zinedine Zidane. Isco lo logró el curso pasado a raíz de la lesión de Bale; Asensio, este verano, cuando golazo a golazo finiquitó al Barcelona en la Supercopa y confirmó su condición de prodigio. Eran entonces los máximos exponentes de un equipo genuino, llamado a marcar una hegemonía bajo su batuta. Pero ni ellos han sido capaces de escapar al agujero negro en el que vive desde hace semanas el actual Madrid.

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El balear y el malagueño han sido los últimos jugadores del plantel madridista en apagar la luz. Casi por inercia, como si la espiral de crisis de juego y resultados les hubiese absorbido. Son ya varios los partidos en los que no hay rastro de aquel Isco dominador e imprevisible al que se agarró el Madrid en sus primeros días de bajón. Esa versión en el momento de máximo apogeo del grupo ha dado paso a un jugador errático y bloqueado hasta el punto de que en los dos últimos meses pierde cuatro balones más de media cada 90 minutos (22 por 18). También remata menos a puerta (solo cuatro disparos desde el derbi en el Wanda) y regatea con menor éxito: ha pasado del 73% al 53% de acierto en el dribling. Su bajón le lastra en la producción: solo un gol y una asistencia.

Números aparte, nunca dejó ser la vía de escape más acertada de los blancos. A excepción del clásico, cita para la que Zidane, extrañamente, le mandó a la cueva. Sentado en el banquillo, no disputó ni un minuto, percatándose de que sigue siendo el primer espada más débil para el técnico pese a sus méritos.

Por la misma travesía camina Asensio. El balear elevó al máximo su condición en una Supercopa de España superlativa con dos cañonazos. Prolongó su eclosión frente al Valencia en la jornada dos de la liga con otros dos tantos de bandera y desde entonces la situación le ha ido consumiendo. Como si de cosa de magia se tratase, el joven parece desposeído de los dones que le hicieron incluso alcanzar la titularidad en los primeros días de la temporada o postularse como uno de los talentos llamados a dominar el fútbol mundial en el futuro. El chico se muestra ahora alicaído. Su cuota de minutos ha descendido y Zidane vuelve a mirar a Lucas Vázquez antes que a él. Desde noviembre juega 17 minutos de media menos por partido (ha pasado de 57 a 42) y solo ha sido titular en una cita con miga, el día de la goleada al Sevilla (5-0). Hay que remontarse todavía más atrás, a octubre, para recordarle dos partidos consecutivos en el once inicial. La falta de regularidad hace mella en su rendimiento: solo un gol y una asistencia en los últimos 12 partidos por los seis tantos y dos pases de gol que firmó desde su eclosión en la Supercopa de España.

El derrumbe del equipo no solo les pasa factura a ellos. La caída general de los hombres franquicia de la plantilla, como Marcelo, Modric, Kroos, Cristiano Ronaldo o Benzema, deja a todos al descubierto. De Isco y a Asensio a Nacho o Carvajal, dos hombres fiables que se han visto arrastrados por la vulnerabilidad que exhibe el equipo. El central, al que se le nota a veces desbordado, y el lateral, incapaz de coger el ritmo, son otros dos ejemplos de los síntomas de una crisis de la que no se escapa nadie en Chamartín.

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