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CARRUSEL DE VIDAS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El Boeing 747 sigue volando

Enrique Martín Monreal, técnico del Albacete, afronta su labor como encaraba al rival en el campo: intenso de inicio a fin

Martín Monreal, en un partido del curso pasado.
Martín Monreal, en un partido del curso pasado.Getty

Fermín Ezcurra, histórico presidente de Club Atlético Osasuna, lo sometió a la Asamblea. El Real Madrid de Ramón Mendoza ofrecía cerca de 100 millones de pesetas del año 1982 por Enrique Martín Monreal, un rapidísimo extremo de la casa que ya antes quiso fichar Javier Clemente para el Athletic Club. Osasuna dijo "No", era un dineral pero no hacía falta vender. No y se acabó. "Es la espina clavada que me acompañará siempre", dice. El derecho de retención de futbolistas, que sería abolido en el 86, echaba por tierra todas y cada una de las ofertas que llegaban. Se les aplicaba un 10% de incremento de ficha por temporada y carpetazo al asunto.

Se llevaba mejor en Bilbao o San Sebastián. Se perdía dinero pero se ganaban títulos de Liga y Copa.

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López Ufarte, Urtubi, Arconada, Goikoetxea o Zamora eran las figuras ochenteras de las Ligas dominadas por el norte. Todos ellos recibieron ofertas de grandes como Real Madrid, Atlético o FcBarcelona, el club tenía la sartén por el mango y se quedaban sin rechistar.

Martín Monreal hizo un One club man. Toda la carrera de rojillo. Como jugador, como entrenador. Le llaman La Bruja de Campanas, por su lugar de nacimiento, esa nariz aguileña de melena desbaratada y un carácter poco domable.

En el mes de mayo se cumplieron 20 años del conocido como El Milagro de Martín. Quedaban cinco jornadas y Osasuna estaba a seis puntos de la salvación, rumbo a la Segunda b. Rafa Benítez fue destituido primero, después Zabalza y más tarde Miguel Sola. Se confió en Martín, tiró de Tajonar con desconocidos como Orbaiz, Josetxo, Tiko o Lacruz. Ganó cuatro seguidos, le sobró el quinto. Salvados. Esa hazaña le dio impulso para una carrera con más acierto que fracaso, y de ida y vuelta a Pamplona, inquilino del banquillo de Osasuna en el último ascenso. Allí repetía aquello de "Vivimos en el ático y de aquí no nos bajan". Le fue bien, ahora va con el "Somos un Boeing 747 despegando". Es el gran responsable del resurgir del Albacete, llegó con el equipo en descenso, ahora lo tiene en zona calmada con solo dos derrotas en tres meses y medio.

Afronta su labor como encaraba al rival en el campo. Intenso de inicio a fin. Nunca le dieron un proyecto goloso, es de esos que se mueve mejor en la adversidad, y lo paga. El año pasado tuvo que abandonar un partido en El Sadar por un capítulo de hipertensión, en 2015 fue operado de urgencia por una angina de pecho.

Aficionado al coaching, completó un curso de medio año, potencia la vía motivacional de sus jugadores. También se abre al formato inglés de entrenamientos, no es extraño ver a su segundo en el verde mientras él medita en el despacho. El Boieng sigue volando. Él es un clásico de nuestro fútbol.

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