Los chicos buenos y malos de Conte
Con el técnico italiano solo juegan los que se adapatan a sus exigentes métodos. Cesc es uno de los ejemplos de de jugador que abandonó la suplencia tras adaptarse
Los retratos colgados del muro que forma un angosto y estrecho pasillo adyacente a Stamford Bridge generan una contradicción. Peter Osgood, Ray Wilkins, Frank Lampard, Didier Drogba…
Las imágenes de las leyendas blues fijadas en el hormigón como reverencias a la historia del club contrastan con el cortoplacismo que invade al Chelsea, donde todo parece perecedero con una rapidez extrema por la exigencia ganadora impuesta por Roman Abramovich desde su llegada. El magnate ruso quizá no haya encontrado el proyecto perfecto con el que soñaba cuando se adueñó del club, pero ha impuesto un modelo en el que solo vale ganar. De ahí, que la máquina de fagocitar se cebe principalmente en los entrenadores, a los que los títulos, da igual que sea la Champions, que la Premier, la FA Cup o la Liga Europa, no les garantizan la continuidad de un año para otro.
Desde que finalizó la primera etapa de José Mourinho, de 2004 a 2007, la más estable en la historia moderna de la entidad, se contabilizan hasta 11 técnicos de distinto pelaje en una década. Hiddink, por dos veces, el propio Mourinho, Scolari, Benítez, Villas-Boas…
La estabilidad está más en los despachos que en los banquillos, aunque la reciente salida del director deportivo Michael Emenalo, haya sido un duro golpe. Agotado después de diez años, fue un hombre de confianza de Abramovich, primero como un espía infiltrado en los diferentes cuerpos técnicos y después como pilar en el diseño de las plantillas.
La trituradora de inquilinos del banquillo amenaza ahora a Antonio Conte, ganador de la pasada Premier League, con el equipo metido ya en la siguiente ronda de la Champions y en plena ascensión tras el bajón posterior a la exhibición ofrecida ante el Atlético en el Wanda Metropolitano. Al término de aquel partido, Cesc Fàbregas llegó a confesar que sería complicado ver otra demostración similar de poderío táctico, físico y técnico a la ofrecida en aquel duelo de finales de septiembre.
Conte convive en el día a día con varios frentes abiertos. Por un lado, su batalla con la dirección del club por no haber satisfecho sus deseos en el mercado veraniego y por la manera en la que manejó el caso Diego Costa. Son los jugadores brasileños a los que más les cuesta soportar su exigencia en los entrenamientos, muy largos y concienzudos cuando tienen que ver con la táctica. David Luiz, William y el traspasado Oscar, han sido víctimas por su desapego a la a exigencia del entrenador. Conte desmiente tener una mala relación con David Luiz. "Tiene problemas en la rodilla. Si quieres confiar en mi bien, si no es tu problema", le respondió cortante a un periodista.
Conte se respalda en sus chicos más dúctiles para crear el armazón principal. Azpilicueta, que es la extensión del entrenador en el campo, Cahill, el omnipresente Kanté, Hazard y Morata son sus chicos buenos. Incluso Cesc, que ha entendido que aceptando ese ritmo de entrenamientos la titularidad se ha abierto de par en par para él. "Está claro que cuando no juegas puedes hacer dos cosas, rendirte y aceptar que no formas parte del equipo y la otra es bajar la cabeza y trabajar duro. Así pude demostrarlo al míster que estaba equivocado" , relata Cesc. "Lo primero fue entender su filosofía sus métodos de trabajo, hay que estar preparado todos los días para entrenar fuerte", abunda el volante. "El pasado es importante, pero el presente lo es más. Es verdad que el año pasado Fábregas jugaba poco al principio, pero con su trabajo y con su constancia cambió mi pensamiento sobre él. En la segunda mitad de la temporada ya jugo muchos partidos y nos ayudó a ganar el título", admite Conte.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.