Un Real Madrid sin pies
A Zidane, en San Mamés sin un gramo de autocrítica, lo visto en Bilbao le gustó. A la pelota, ni un pelo
Un suceso insólito bien pudo ocurrir en San Mamés. La pelota, que estuvo siempre en riesgo alarmante, no acabó con un esguince de puro milagro. Ambos equipos, sobremanera el Athletic, la maltrataron con saña. A ninguno le sirvió de flotador, apenas alguien se ocupó de dar un simple mimo al balón y por la pradera hubo tanto sudor como toques con el juanete. Para el Real Madrid y, mucho más para su adversario, la pelota solo fue un artefacto. Sin llegar a tanto, pero podía haber sido previsible en el caso del conjunto vasco, que zozobra en la Liga y en Europa y ya tuvo su cataclismo en la Copa.
Lo que de verdad resultó sospechoso fue en el caso del Real Madrid, en el que abundan los futbolistas con clase, con tacto. De eso solo tuvo al inicio, pero se desvaneció, se apresuró de mala manera y antes de tiempo. En Bilbao, el cuadro de Zidane tuvo tanto empeño, tanta suela desgastada, como casi ninguna finura. Y eso que pocas veces se habrá encontrando enfrente a un rival tan dislocado, un contrario que inmola con el balón, que lo regala como si fuera un cascote.
No hubo madridista que se acercara a su nivel, ni siquiera con la alineación de Cardiff, la que deslumbró en Europa hace solo seis meses. Un síntoma de lo más inquietante para los madridistas. En San Mamés era el día, la fecha para acelerar en la Liga y que el Madrid se garantizara la posibilidad de depender de sí mismo de haber quedado a seis puntos del Barça y con dos clásicos por delante. Al equipo se le escurrió la oportunidad por su poca cabeza y malos pies. De nuevo un fallo multiorgánico. Con un agravante, se encadenan las jornadas y, por increíble que parezca, el gol se ha convertido en un problemón.
A cero con el Betis, el Atlético y el Athletic. Un diagnóstico que parecía impensable para un equipo en el que se alista, entre otros, un arma nuclear como Cristiano. Tanto CR como Benzema se estrellaron en los postes de Kepa —el más entonado de la noche—, pero tuvieron tan poco enganche que en el primer acto ni tan siquiera se citaron un pase el uno al otro. No tuvieron auxilio, cierto, y a su alrededor el equipo interpretó mal el socorro, empecinados la mayoría de madridistas en abusar de la patada aérea. Un alivio para el Athletic, la única faceta en la que los rojiblancos se sintieron más o menos salvo.
Discurre el calendario y Cristiano solo cuenta con un gol terminal en Getafe y otro de penalti-rebote al Málaga. El inopinado mal trance del portugués le vuelve cada vez más crispado. Con el gol no conviene nublarse. Si el gol suele ser hijo del juego, el Madrid precedente contaba con una ventaja. Le podían caer de la nada los goles en la mochila. Tenía un gancho definitivo. Hoy, ni pega ni juega. Todo le cuesta un mundo, casi cada partido le resulta tormentoso. En Vizcaya se dejó dos puntos y, con el Sevilla a la vista, perdió por el camino a Sergio Ramos —expulsado— y Casemiro —con una tarjeta que deriva en sanción—.
Sin remedio por el momento, este Madrid ya es el peor Madrid en la 14ª jornada desde la campaña 2008-2009, cuando Bernd Schuster fue mandado al exilio. Pero bueno, a Zidane, que no es el caso del entrenador alemán, lo visto en Bilbao le gustó. A la pelota, ni un pelo.
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