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LaLiga Santander jornada 12
Eibar
Eibar
Jordi Amat 6'Escalante 29'Charles 56'Charles 71'Sergi Enrich 80'
5 0
Finalizado
Betis
Betis

El Eibar se da un festín con el Betis

El equipo andaluz pasa desapercibido y sucumbe en Ipurua

Los jugadores del Eibar celebran un gol.
Los jugadores del Eibar celebran un gol.Juan Herrero (EFE)

Hubo goleada del Eibar, pero no hubo tormenta. Fue una lluvia persistente, centro aquí de Inui que empuja a su red Amat, centro allá que cabecea Escalante, más olvidado por la defensa rival que un sereno en Nochebuena, un penalti por acullá que pareció fuera del área y con Mandi expulsado, un balón entrepiernas de Enrich que acaba en gol de Charles, un centro de Capa que cuela Enrich. Todo tan fácil, todo tan difícil. Y todo así. Todo fácil, porque las goleadas cuando se producen siempre parecen fáciles, los goles caen maduros ante un Betis escuálido, aseada su piel futbolística, pero con colonia barata en vez de perfume. Todo difícil, porque presuntamente, el Betis tenía todo lo que al Eibar le falta. Pero no lo trajo a Ipurua, lo dejó en Sevilla a recaudo del frío y la humedad del norte. Se quedó desnudo en mal momento y el Eibar le aplicó hielo y fuego al cincuenta por ciento.

Hubo un equipo que quería pelear y otro que quería dialogar. El primero estaba fuerte, el segundo estaba mudo. Y el Eibar alzó la voz y se hizo el silencio en el equipo de Setién. El Eibar tenía lo suficiente, laterales largos, centros interesantes y dos delanteros necesitados de mover a cartuchera. Y tenía además a Ivan Alejo, alias Ivi, que suena a apodo antiguo, pero que practica un fútbol moderno. La velocidad le da la vida, la técnica la da el pálpito. El Betis, tan limpito, se ensució con el primer gol y ya no levantó cabeza. Cierto que Sergio León (que dejó en el banquillo a Sanabria) malgastó dos balas apuntando fuera de la diana, pero parecieron fuegos artificiales. Comidos los laterales por su propia hambruna, y agobiados sus centrocampistas por el destajismo de Escalante y Dani García, era una presa fácil para un rival que llevaba siete partidos sin ganar y veía las orejas del lobo más grandes que las de un elefante.

Hubo fútbol vertical y futbito, frente a frente. Y el Eibar consumó una goleada inesperada, un golpeo insistente, un sirimiri implacable del que caían goles como suave granizo. La expulsión de Mandi, fue el rayo implacable para un equipo entregado no a la causa sino a la circunstancia. Necesitaba ganar el Eibar y ganó. Necesitaba golear y goleó para disfrutar de la abundancia. Hubo un equipo y el otro compareció, pero no compitió. Fue, pero no acudió. Salió pero no estuvo. Y el Eibar se empoderó sin alzar la voz en exceso.

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