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España se lo pasa en grande ante Costa Rica

La Roja, guiada por sus exquisitos volantes, golea con fases de mucho arte y la gente entregada a Isco, que acabo lastimado. Lopetegui hace debutar a Kepa y Luis Alberto

José Sámano
Odriozola felicita a Silva tras su tanto.
Odriozola felicita a Silva tras su tanto.Jose Manuel Vidal. (EFE)

España tiene arte. Hasta en los partidos simulados, caso del fraternal encuentro con Costa Rica. Un entrenamiento con alicientes populares en la periferia del juego, el coro halagador para el local Isco, la monserga de rutina con Piqué, la cháchara daltónica con la camiseta... Sobre la hierba, solo un color, el de la Roja, que se gustó frente a un rival distendido, con muchas grietas y fugas por todos los lados. Nada que ver con la Costa Rica esperada, una selección competitiva ya alistada para Rusia 2018. Con su seductor elenco de centrocampistas, el equipo español sacudió a su adversario con una pasmosa facilidad, como quien silba una nana. Con mucho tacto en los pies.

No hay equipo en el universo con la nómina de volantes que alumbra España. En Málaga se alinearon el capitán del equipo que encabeza la Liga (Iniesta), quien lleva el brazalete en el líder de la Premier (Silva) y el guardián de la pelota en quien manda en la Bundesliga (Thiago). Por si fuera poco, en su radar, Busquets, un simposio de fútbol en sí mismo, e Isco, Houdini con botas. Cuando suenan los violines, una línea incontenible para Costa Rica y muchísimos otros. Ocurrió en La Rosaleda, con una España afinada, sinfónica. Fútbol tertulia, cada toque un mimo, un rondito a la espera de que Morata estire al conjunto. Ya sea con sus desmarques en vertical o sus viajes los costados. Como pega, en más de una ocasión, con la jugada ya trenzada de nuevo se imponía otra pausa. Sin remedio, obligada por el vacío existencial en el área ajena. La Roja no solo requiere de la exquisitez de sus volantes, sino de su asalto hacia los caminos del gol, aunque sea de forma furtiva. Nadie lo interpreta como Silva, máximo goleador en la etapa de Lopetegui. En Málaga, otros dos.

Antes de que el canario los enchufara a pares, el cuadro de Lopetegui ya había enfilado el duelo de forma madrugadora. Lo que tardó Odriozola, un tiro como lateral, alguien que parece llevar dos vidas como internacional, en percutir por su ruta derecha. Como tanto el jugador de la Real Sociedad como Jordi Alba por el otro carril vuelan con una marcha superior en un equipo más corto que largo, los dos zagueros se encontraron en las esquinas del área. Alba clavó el gol con puntería y unos cuantos costarricenses ensimismados.

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Si fueron los laterales los coautores del primer tanto, el segundo tuvo otro dictado. Una pared pictórica entre Iniesta y Silva que tras un rechace embocó Morata. Con Diego Costa en la sala de embarque, el ariete del Chelsea hila de maravilla con el juego de seda de los medios. Morata es algo más que un goleador. Sus pies no chirrían cuando la acción demanda un control preciso que dé carrete a la jugada. O cuando se trata de plantarse como una boya para que se aventuren los centrocampistas. Sumisa Costa Rica, tanto Morata como Piqué —en diversas producciones a balón parado— se arrimaron al gol.

Los cambios al descanso no restaron chispa a España hasta el tramo final. Nacho y Bartra evitaron cualquier tajo al debutante Kepa —su única parada fue en la última milésima del partido—, lo mismo que antes habían hecho Ramos y Piqué. Saúl se asentó en la zona de Busquets y Aspas y Asensio saben dar con las teclas adecuadas. Hasta Luis Alberto pudo brindar por su debú.

Dos arreones de Silva y un disparo lejano de Iniesta fulminaron definitivamente a Costa Rica, que puso mucho de su parte en cada gol. Ya fuera por las tiritonas de su portero o los despejes pifiados de la retaguardia. Nunca fue una Costa Rica reconocible. España se lo pasó en grande hasta que un hachazo de Waston, el único de la noche, dejó malherido a Isco, que se fue renqueante y a hombros de sus felices paisanos. Los españoles, con la faena resuelta con goles y un goteo frecuente de fútbol-arte no quisieron más riña. Mejor una tregua que otra patada de más. Hasta la próxima cita internacional, allá por marzo, hay muchos otros intereses en juego. Hasta entonces, España sabe a lo que juega, con quién se juega y cómo se juega bien. Un amistoso irreprochable.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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