Venus cierra el paso a Muguruza

Era un cara o cruz, un todo o nada. Tras la derrota de hace dos días ante Karolina Pliskova, a Garbiñe Muguruza no le quedaba otra que ganar o ganar, batir a Venus Williams si quería romper la barrera que daba acceso a las semifinales y le mantenía en la pugna por recuperar el número uno, pero cayó. Cayó (7-5 y 6-4, en 1h 41m) y por lo tanto se despidió de cualquier opción para seguir con vida en la Copa de Maestras, sueño negado hasta esta fecha. La estadounidense, de 37 años, fue superior en el cara a cara y de esta forma fue la que se hizo con la segunda plaza del Grupo Blanco, en el que la checa Pliskova ya tenía garantizada la primera, así que no incidió el 6-3 y 6-1 para Jelena Ostapenko.

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Al igual que el curso pasado, la despedida fue abrupta. Sin embargo, esta vez la marcha tuvo un punto más agrio e inesperado, porque Muguruza llegó a Singapur con un aval mayor y porque había arrancado el torneo con un triunfo aparente. Lo que ocurrió el martes, la primera derrota, podía haberse interpretado como un simple tropiezo, un mal día, pero no es el caso. Contra Pliskova no estuvo, no se la percibió, y ante Venus combatió casi todo el rato a remolque, sin esa disidencia ni esa rebeldía que han definido los éxitos de esta campaña.

“He jugado mejor que el otro día, pero eso, ante este tipo de jugadoras, es insuficiente”, explicó a los tres enviados especiales españoles en la sala de conferencias. “En realidad ha sido un poco todo: mi derecha, el saque, el revés… Simplemente no he sabido ser tan definitiva ni crearme oportunidades. He intentado no frustrarme. Al final, cuando no encuentras tu mejor tenis intentas estar más calmada. Quizá he intentado estar más seria y gastar menos energía en pensar por qué estaba pasándome esto o por qué no... Nos hemos roto mucho el saque, los puntos clave han sido largos, algo raros... No me he notado fuera en ningún momento, ha estado bastante apretado”, amplió.

Pero lo cierto es que hasta que no cedió el primer parcial, como si entonces hubiese liberado lastre, no terminó de soltarse. La versión que ha dispuesto a lo largo de toda esta temporada le ha concedido más estabilidad, más linealidad durante los partidos, pero como contrapartida su tenis pierde dominancia en algunas fases. Espera más, la que habla primero ya no es siempre su raqueta, de modo que la iniciativa a veces viaja al otro lado. Funcionó el primer día, porque enfrente estaba la desenfrenada Ostapenko (20) y a la letona le gusta hacer una apuesta de riesgo constante, un tanto ingenua en determinados momentos que exigen una variable.

Una derecha a la baja

Pero, claro, estaba vez la que planteaba no era una primeriza en el torneo sino una ganadora de pura raza, ducha como ninguna, con toda una vida tenística a las espaldas. Aunque le cueste desplazarse y en las subidas a la red parezca un pulpo descontrolado, Venus se las sabe todas. También apuesta por el tiro duro, es pegadora de raza, pero si no encuentra el hueco tiene fórmulas alternativas, otros planes. De hecho, da la sensación de que si la estadounidense conservase un punto más de chispa física podría estar elevando trofeos hasta los 40.

Después de marcarse un maratón la jornada previa, se sostuvo contra Muguruza, a la que le hizo mucho daño en los restos. No sirvió bien la española (58% con primeros y 29% con segundos), tibia en los intercambios y extrañamente diluida con la derecha. La bola de Williams siempre porta veneno, pero en estos tiempos ya no es incontenible y, raro, Garbiñe no podía levantarla a nada que rasease un poco. En la devolución, caía muchas veces a media altura de la malla. Algo nuevo este año. En total, 32 errores no forzados y seis breaks favorables a Williams. Ni siquiera con el viento a favor, roturas en la primera y la segunda manga (para 4-3 y 3-1), hubo opciones, porque la norteamericana volteó la escena con dos chasquidos de dedos.

“Mi año ha sido increíble, un éxito”

“No, no me lo tomo como una decepción. Yo sabía que aquí muchas jugadoras podían acabar como número uno y eso no va cambiar mi año. Mi año ha sido increíble, esto era un objetivo cumplido y quería acabar con un broche de oro, pero… Me voy contenta de aquí”, expuso la española, fuera de la carrera por el trono. “Para mí este año ha sido un éxito. No es fácil volver a estar entre las mejores, ganar un Grand Slam, alcanzar el número uno… Eso es con lo que me quedo yo, con diferencia. ¿2018? Me gustaría volver a estar entre las top, otro cambio, otro extra más, y volver a vernos aquí”, cerró la dos del mundo.

Ahora, a Venus le aguarda el sábado un pulso con una de las tres candidatas a lograr la segunda plaza del Grupo Rojo. La danesa Caroline Wozniacki se garantizó ayer la primera y la vacante será para la rumana Simona Halep, la francesa Caroline Garcia o la ucraniana Elina Svitolina; las dos primeras suman una victoria y la última está a cero. Las tres, cábalas en mano, como siempre bajo este tipo de formatos, se la jugarán el viernes: Halep chocará con Svitolina y Garcia con Wozniacki. Después, esta última tendrá enfrente a una rival que, aunque porte ya un buen puñado de primaveras encima, es una maestra en toda regla. Venus, de apellido Williams. Una estirpe de otra pasta.