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Inflación de banderas hasta el gol de Saúl

El Metropolitano convoca una exhibición de patriotismo reivindicativo que encuentra en Piqué a su primer destinatario

Piqué, durante el calentamiento.
Piqué, durante el calentamiento.SERGIO PEREZ (REUTERS)
Diego Torres

“Tres euros”, propuso el vendedor ambulante guineano frente al bar Volapié, a 400 metros del Wanda Metropolitano. “Cinco euritos”, dijo el dependiente de un tenderete, a 200 metros. “Ocho euros”, dijo la dependienta de otro tenderete, a 100 metros. El precio de las banderas españolas se disparó a ritmo de hiperinflación según los aficionados se aproximaron hacia la fachada principal del nuevo campo del Atlético, a medida que caía la noche.

La crisis desatada por el soberanismo catalán invita a las multitudes a manifestarse y muchos no encuentran mejor manera de hacerlo que exhibir las banderas rojigualdas. Las que tienen más o menos rayas, según los casos. También en el fútbol, y especialmente a propósito del Barça, referente social catalán que coincidiendo con el referéndum ilegal del 1 de octubre resolvió disputar la anterior jornada del campeonato a puerta cerrada. La visita del equipo de Messi a Madrid sugirió a los aficionados una respuesta en clave política.

Las demostraciones patrióticas están a la orden del día en Madrid, donde colgar banderas de los balcones no formó parte de la costumbre popular, hasta ahora. Ahora los vecinos de ciertos barrios de la capital rivalizan por manifestar claramente su amor a los símbolos. No es el caso de San Blas. Este distrito de tradición obrera, donde se levanta el Wanda Metropolitano, forma parte del cinturón de barriadas en las que la bandera española luce poco. Ayer apenas se vieron insignias colgadas en los bloques que rodean al campo. Las llevaron los hinchas, o las compraron a los vendedores ambulantes que acudieron a la llamada del partido.

Gerard Piqué salió del vestuario el primero. Con el tupé en alto y la senyera brillando en el estampado de la camiseta de calentamiento. Junto con Rakitic, Alba y Busquets, el central culé resultó inconfundible para la gente más deseosa de manifestar su españolía. Por momentos, se habría dicho que la afición no acudió a apoyar al Atlético ni a protestar contra el independentismo catalán. Muchos empeñaron su pasión, principalmente, en pitar a Piqué.

Concluido el calentamiento, comenzó el ritual de la furia. Mientras en el túnel de vestuarios los jugadores de ambos equipos rompían líneas y se abrazaban y se besaban —como si lo importante en este mundo fuese el amor fraternal— afuera se apagaron las luces y se disparó la música. Brillaron los aros rojos, ondearon cientos de banderas españolas en todas las tribunas, y en la penumbra espectral vibraron las cuerdas de la guitarra de Angus Young. A falta de un himno más convincente en estas circunstancias, el Thunderstruck de AC/DC es un tópico efectista. Al nuevo recinto del Atlético esta coreografía del trueno, el rayo y la electrocución, le sienta de maravilla.

La bandera española se ha convertido en un instrumento de reafirmación y protesta, también en el fútbol. Los hinchas que la mostraron ante el Barça lo hicieron fundamentalmente antes del partido. Con el gol de Saúl, a los 20 minutos, la multitud aplacó sus intenciones politizantes para fijar su atención en las cosas que hacían los futbolistas. Transcurrida la hora de partido solo los ultras se acordaron de mostrar las banderas. El patriotismo también tiene un límite.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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