Cuando el fútbol desobedece al dinero
El fútbol no tiene precio. Que le pregunten a Francia, ruborizada por Luxemburgo
Por más descabellado que esté el mercado, el fútbol no tiene precio. Que le pregunten a Francia, ruborizada por Luxemburgo. Con el dinero, provenga de donde provenga, no siempre es suficiente. No basta solo con que el PSG dinamite la banca, con que el Mónaco haga caja a diestro y siniestro, con que se revaloricen jugadores top como Pogba —contratado hace un año por el United a cambio de 105 millones —y Griezmann —con una cláusula de similar coste—.
Con ellos, más el iluminado y precoz Mbappé —alistado en París por 180 millones—, Lemar —por el que el Arsenal ofreció 100 millones—, Lacazette —el fichaje más caro en la historia de los gunners, unos 60 millones—, la selección gala empató el domingo en Toulouse (0-0). Lo hizo con el equipo 136 en el ránking de la FIFA. De las 206 selecciones que computan solo hay seis conjuntos europeos peores que Luxemburgo: Moldavia, Kosovo, Malta, Liechtenstein, San Marino y Gibraltar.
Ni siquiera fueron suficientes 34 remates de tanto jugador reputado. Se dirá, lógico, que pudo ser un accidente... Pero hubo algo más. Kurzawa, lateral zurdo del equipo más rico de la historia (PSG), el que cierra el paso al español Yuri, perdió la pelota 41 veces. No parece que fuera por el hueso luxemburgués que Kurzawa tenía enfrente.
Un día antes del batacazo francés, en el Bernabéu desfiló Italia con Verratti, otra de las supuestas estrellas del PSG. Un jugador por el que el Barça suspiró y suspiró a principios del verano antes de descarrilar en atajos varios. El italiano dejó la primera huella antes de los cuatro minutos, al ganarse con merecimiento una tarjeta por una tarascada a Busquets en una zona intrascendente del juego. Luego, un guiño del destino le retrató. Isco, el chico al que descartó en su día Unai Emery, hoy al frente de las celebridades del PSG, fue su pareja de baile. Y menudo baile. El malagueño le hizo derrapar en la estupenda maniobra precedente a su segundo gol. Ya en el segundo acto, Verratti las vio de todos los colores. Isco le tiró con éxito un caño y hasta un sombrero. Por fortuna para Verratti, nada más se supo de él en toda la noche, la noche de Isco que pudo ser la de Asensio. Porque ante el presente de uno y otro, Lopetegui se animó a dejar a la sombra al futbolista español más caro de la historia, Morata. Y tan siquiera añoró a Diego Costa, otro de los que más caché tienen en el rastrillo universal.
Antes que al valor bursátil, la Roja priorizó el estilo, la idea que la entronizó hace casi una década. Justo con lo que no acaban de dar Francia o Argentina, pese a enhebrar a Messi y Dybala, otro de los diamantes del mercado, y tener hilo con Di María, otro de los jadeos del Barça.También ha perdido sus ideales Holanda, hoy extraviada, mientras Brasil busca enderezarse con un vistazo a sus raíces.
Se verá si en Francia cuadran las cuentas, pero lo que no concuerda es que hoy el futbolista español no esté entre los más codiciados por jeques, chinos, rusos... No consta que a Isco, Asensio, Koke y otros les hayan pitado los oídos al reventar el mercado. Lo que sí se percibe es que, pese a los patinazos en los últimos torneos, en la Roja perdura un credo y hay intérpretes de primera. Ese es un hecho. Lo que sean Mbappé o Verratti está por ver. Dependerá más de un formato acorde que de un pago disparatado. Las galaxias no siempre fueron garantía. Probado está por el último doble campeón de Europa, en pleno giro nacional y con una idea propia.
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