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El gran salto de Isco

El mediapunta de España se instala en la madurez futbolística y disipa las dudas de muchos técnicos tras aplastar a Italia en el partido más difícil de la clasificación mundialista

Diego Torres
Isco maniobra ante tres jugadores de Italia.
Isco maniobra ante tres jugadores de Italia.Mariscal (EFE)

Isco se lo decía a sus amigos y a sus familiares. Les repetía que estaba convencido de poder convertirse en uno de los mejores jugadores del mundo. Nunca tuvo dudas. Tampoco hace un año, cuando Zinedine Zidane, su entrenador en el Madrid, le relegó a un segundo plano y un emisario del Barcelona le puso sobre la mesa un contrato de siete millones de euros netos por temporada. Le habría bastado con firmarlo para vincularse jurídicamente al Barça a partir de enero de 2018 y quintuplicar su salario. En lugar de aceptar hizo lo más difícil. Prefirió esperar sentado en el banquillo. Estaba convencido de que el tiempo le haría más fuerte.

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Isco compitió en apenas dos de las diez primeras jornadas de Champions del curso 2016-17. No pasó de los 67 minutos contra el Sporting al final de la fase de grupos y solo le dieron diez minutos contra el Nápoles cuando la vuelta de los octavos estaba cerrada. Hasta marzo, el malagueño desempeñó el papel que se asigna a los futbolistas de acompañamiento. Solo él habría apostado por lo que ocurrió después. Ni los técnicos que más le han respaldado imaginaron que sería capaz de hacer lo que le vieron hacer este sábado con la camiseta de España en el Bernabéu, contra Italia, en el partido decisivo de la clasificación mundialista. Isco se elevó por encima del equipo, de la táctica y las contingencias. Se adueñó del partido más difícil.

El 3-0 final no reflejó la superioridad del juego colectivo de España sobre Italia. Lo reconoció el propio seleccionador, Julen Lopetegui: “Los pequeños detalles han perjudicado a los italianos”.

Los pequeños detalles fueron dos apariciones de Isco: la falta directa del minuto 12 y el gol del minuto 39. Dos chispazos aislados del electrón libre de La Roja.

En el Bernabéu se congregaron varios de los entrenadores que ha tenido Isco desde que era juvenil en las categorías inferiores de la federación. Uno de ellos, que prefiere el anonimato, describe que en el minuto 39 experimentó esa emoción imposible de definir con una expresión más precisa: “¡Flipé!”.

En el minuto 39 Isco recibió el balón de Ramos en su campo, soportó una embestida de Belotti que le hizo girar 360 grados, recuperó el equilibrio como un gato y sin despegarse del balón abrió el juego para Alba. Alba jugó con Asensio y Asensio descargó en Iniesta, que levantó la cabeza. Por el espacio creado en el carril del diez, como un poseso, moviendo los brazos y gritando para reclamar la pelota, apareció Isco. Su control, su recorte a Verratti en el borde del área y su segundo gol (2-0), un zurdazo al palo más insospechado, fueron la losa que aplastó a Italia.

El entrenador que flipó viéndole desde la grada trabajó con él desde que tenía 18 años. “Su esfuerzo físico es cada vez más notorio”, dijo el técnico ayer. “Ya no es el niño que se para y se queda mirando durante el partido. Su reacción a la pérdida del balón es inmediata. Su cuerpo y su mente han cambiado poco a poco. Antes no era un gran finalizador y ahora con 25 años hace más goles. El fenotipo provocaba prejuicios: que si era gordo, que si era bajito… ¿Qué decían de Iniesta hace diez años? ¡Que no podía jugar en la banda! Los jugadores como Iniesta y como Isco pueden jugar en cualquier parte del campo. ¿De qué jugó Isco contra Italia? Aparecía por todos lados porque, como Iniesta, tiene una velocidad de reacción y una capacidad mental bestiales”.

Heterodoxia y “libertad”

La heterodoxia preside cada rasgo de Isco. El hombre no escapó la controversia. En el Málaga le apodabarn El Culón. Son numerosos y muy buenos los técnicos que han cuestionado su valor. Desde Emery a Carlo Ancelotti, todos indicaron algo objetivable: no tenía recorrido para jugar en las bandas o como volante, no defendía, no saltaba, no era rápido, le costaba llegar a gol, resultaba intermitente y su ratio de asistencias era bajo respecto a mediapuntas de su caché.

“Hay que darle libertad para que se mueva por donde quiera”, opinaba Lopetegui, para cerrar el debate. “Es verdad que hemos confiado en él cuando jugaba menos; pero lo hemos hecho porque creíamos que nos iba a ayudar. ¡Y nos ha ayudado! Es recíproco. La confianza la genera él”.

Isco pasó de hacer un gol en 386 minutos en la clasificación de la Euro de 2016 a meter cinco goles en 300 minutos en la clasificación del Mundial de 2018. Por el camino, ganó dos Champions y transformó el escepticismo de las directivas en ansiedad por asegurarse sus servicios.

Josep Maria Bartomeu, el presidente culé, está convencido por sus asesores de que el malagueño reune las cualidades para relevar a Iniesta. Pero a la oferta del Barça por ficharle le ha seguido una réplica del Madrid por renovarle. Durante todo el verano Isco se ha complacido en observar cómo los dos clubes más prestigiosos del mundo esperan su respuesta. Él ha hecho lo más difícil. Les ha dado largas. Indiferente al riesgo de una lesión. Se lo ha tomado con la calma de los fanáticos. Tan seguro se siente de sí mismo Isco Alarcón, el nuevo ídolo de la hinchada española.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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