Messi se queda solo en el Uruguay - Argentina
En el estreno oficial de Sampaoli como entrenador, la Albiceleste se encalla en el Centenario
No hubo clásico ni partido en el Centenario de Montevideo porque Uruguay y Argentina se neutralizaron, jugaron a empatar a cero, un resultado que les sirve a los dos en las eliminatorias de clasificación para el Mundial después del empate de Colombia en Venezuela y la derrota de Chile contra Paraguay. El encuentro tuvo un solo protagonista: Leo Messi. El problema es que el 10 actuó completamente solo, sin ninguna ayuda, huérfano de delanteros a los que pasarles la pelota porque ni Dybala, ni Di María, ni Icardi ni Pastore le ayudaron en nada, ni siquiera a levantarse cuando iba al suelo por las marcas de los defensas de Uruguay. La contienda fue tan aburrida que provocó el bostezó de Sampaoli, un técnico intervencionista por naturaleza, buen armador de equipos, especialmente interesado en activar en su debut oficial a Argentina. El miedo a perder se impuso a la ambición en una aseada y ordenada Albiceleste.
Uruguay, 0 - Argentina, 0
Uruguay: Muslera; Cáceres, Giménez, Godin, Silva; Nández, Álvaro González (Corujo, m. 68), Vecino, Rodríguez; Luis Suárez (Stuani, m. 83) y Cavani.
Argentina: Romero; Mercado, Fazio, Otamendi; Di María (Correa, m. 90), Pizarro, Biglia, Acuña (Lautaro Acosta, m. 61); Dybala (Pastore, m. 70), Messi; e Icardi.
Árbitro: Víctor Carrillo amonestó a Jiménez, Álvaro González, Mercado, Pastore y Rodríguez.
Estadio Centenario. Cerca de 60.000 espectadores.
Argentina tomó la pelota con Messi. Agrupado el equipo en una defensa de tres y abierta la cancha por los costados con Acuña y Di María, el 10 acudió a recibir hasta la divisoria para tocar y profundizar para Dybala e Icardi. Los delanteros, sin embargo, no entraban en juego, a veces por la defensa de Uruguay y en ocasiones por la imprecisión del propio Messi, muy acosado, sin líneas de pase ni una salida limpia para tirar hasta Muslera, sorprendentemente asistente de Luis Suárez en una pérdida de balón. El fútbol era muy trabado, sin llegadas ni ocasiones, condicionado por un pasto malo para los delanteros, favorable a los zagueros de Tabárez. No corría la bola, resultaba muy difícil acelerar el juego, no avanzaba Messi, consciente de la importancia del partido, capitán de la Albiceleste, muy arreglado después de pasar por la peluquería, especialmente risueño en las fotografías previas tomadas con su amigo Luis Suárez.
Alcanzada la media hora no se contaba ni una jugada de mérito por la defensa cerrada de Uruguay y la posición inocua de la Albiceleste. A los charrúas les interesaba un partido quieto, una jugada a balón parado o una contra por el costado derecho, hacia el que caía Luis Suárez. No quería que pasara nada en el estadio Centenario. Únicamente tiró una vez a portería y Romero rectificó ante Cavani después de dar continuidad al remate de Vecino Argentina jugaba alrededor de Messi. Nadie miraba a la portería sino que los ojos de los chicos de Sampaoli se posaban sobre Lio. Y el 10 se creció y afinó con el paso del tiempo, único generador de fútbol, clarividente en una combas hacia Di María, listo cuando encontró en una pared a Dybala. Las jugadas del rosarino, sin embargo, no tenían continuidad porque nadie tiraba un buen desmarque para suerte de Uruguay, cómoda en Montevideo.
Pastore por Dybala
Ni siquiera la buena marca de los centrales sobre Cavani y Suárez liberó a la Albiceleste. La suerte del equipo dependía de Messi, el único jugador capaz de dar profundidad al ataque albiceleste, abatido cuando no había más remedio por Álvaro González. A falta de socios, el 10 solo pudo armar el disparo a balón parado, llegada prácticamente la hora de partido, en una falta que rechazó Muslera. Sampaoli intentó agitar al equipo con la entrada de Pastore por Dybala, desconectado, de nuevo intrascendente, alejado siempre del juego y errático cuando tomó la pelota, casi siempre de espaldas y lejos del arco de Muslera. Tampoco se aclaró el partido con Pastore. A falta de remates, Messi fue sacando faltas y tarjetas a los jugadores de Uruguay, cada vez más cansados, hasta acabar con la camiseta rota por un agarrón del Cebolla Rodríguez. La exigencia era máxima para Uruguay, y Luis Suárez acabó lesionado, sustituido por Stuani.
El esfuerzo valió la pena para los charrúas mientras los argentinos se daban también por satisfechos a la espera de Venezuela. A la Albiceleste se le aclara el camino hacia el Mundial después de pasar muy malos momentos, protagonista ya de cuatro derrotas, mejorada ahora tácticamente con Sampaoli. Le queda encontrar a Messi y darle vida al conjunto para marcar la diferencia en partidos cerrados como el del Centenario.
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