El descenso del Sella, palada a palada
1.260 palas y 860 embarcaciones afrontaron este sábado el descenso del río asturiano, un evento que es más que una tradición. Así es la experiencia contada desde el agua
A las doce menos diez, los 20 kilómetros del Descenso Internacional del Río Sella se reducen a siete metros. Es la distancia que separa los cepos en los que se retienen las 1.260 palas de otros tantos deportistas de las 860 embarcaciones que les esperan en la orilla. En esos diez minutos que transcurren hasta el mediodía sucederán muchas cosas. Saúl Craviotto, medallista olímpico, leerá el tradicional pregón antes de bajar la prueba junto a su padre, se darán los vivas a los 23 países participantes en la 81 ª edición, sonará el himno de Asturias y, con la última nota, un cañón marcará la salida y se abrirán los cepos. Hay miles de personas en ambas riberas. Pero en medio del bullicio, mientras suena el himno y la gente lo corea, en la zona reservada a los deportistas se puede sentir el silencio. Es un silencio tenso, cargado de nervios.
Hay campeones de la prueba que aseguran haber marcado 140 pulsaciones por minuto en los momentos previos a la salida. Hay otro que lo resume más gráficamente: “Cuando suena el himno de Asturias, se te caen los huevos al suelo”. Los huevos a lo mejor no, pero sí que se escapa alguna que otra lágrima.
No hay tiempo para ponerse sentimentales. Por megafonía, suenan los últimos versos del pregón: “Y ya empezó la carrera por el agua, y quien tenga ojos que mire y ponga a mirar el alma, y diga si no es hermosa la fiesta de las Piraguas”. Sí, lo es. Y también caótica y estresante. “La salida en verso es mi parte preferida de la carrera. Es muy especial. Casi no te das cuenta de ir remando”, dice Juan Manuel Feliz (Arriondas, 1945), presidente del comité organizador y ganador de la prueba en 1968. Todos los palistas toman la salida a la vez, aunque organizados por categorías. La posición la otorga un sorteo, a excepción de las categorías K2 y K1 masculina, cuyos cabezas de serie participan en una contrarreloj previa.
La salida en verso se transforma rápidamente en verso libre. Por la derecha y por la izquierda pasan embarcaciones que se juntan hasta pegarse. Hay choques, vuelcos y giros de 180 grados. Las palas de otros deportistas cruzan las miradas a escasos centímetros de los ojos. Se oye el golpeo de los remos contra las embarcaciones. Hay gritos: “¡Izquierda! ¡Derecha! ¡Quitad de en medio! ¡Cuidado!”. Es un caos relativamente armónico pendiente de que ningún choque provoque un efecto mariposa. No han transcurrido ni cien metros de carrera e incluso los primerizos saben a qué atenerse. Sálvese (de volcar, se entiende) quien pueda.
“La salida es pura tensión. Sabes que allí no vas a ganar la carrera, pero sí que la puedes perder”, explica Monchu Cerra, campeón en K2 en 1996 y en K1 en 1993. Además de la carrera, se empiezan a perder objetos: escarpines y remos, o la cámara instalada en la parte delantera de esta piragua, a la que un palazo envió a grabar la vida submarina del Sella. Y también los nervios: una deportista llora en la orilla después de volcar. Se ven cabezas asomar junto a embarcaciones que flotan dadas la vuelta.
La piragua que protagoniza este reportaje luce el dorsal 507, mide 6,50 metros de largo por 47 centímetros de ancho. Pesa unos 18 kilogramos. Es blanca con pequeñas rayas rojas, azules, verdes y amarillas. Participa bajo la bandera de la Sociedad Cultural y Deportiva de Ribadesella. Al timón está Julio Sarasola (Oviedo, 1964), informático de profesión. Se conoce cada rincón del río y repite, como un mantra, la expresión “pali, pali”. Palada a palada.
La experiencia no impide un vuelco. En un rápido, la piragua ladea y tres embarcaciones la embisten hasta volcarla. Una de las palas salta por los aires y se aleja del naufragio. “La pala, la pala! ¡Olvídate de la piragua, que no se pierda la pala!”. Otro palista la lanza de vuelta. Perder la pala significa dejar la carrera.
Porque la pala es un elemento fundamental en el piragüismo. Más allá de los motivos obvios, es lo que da estabilidad a la embarcación. Si la canoa se tambalea, un golpe seco sobre el agua la mantendrá. Si se suelta en un momento de tensión, la piragua volcará. Para avanzar, la pala ha de entrar oblicuamente en el agua. Si entra perpendicularmente o en paralelo, se notará el desequilibrio.
El piragüismo es coordinación, es estabilidad, es equilibrio y es confianza en el compañero. Cuando todo ese sucede, la embarcación se desliza grácilmente y, al ver la escena desde un plano frontal, parece que es una única persona la que rema.
Manuel Fonseca (Madrid, 1943) es uno de los que mejor conoce el Sella. No sabe si es la 49ª, la 50ª o la 51ª vez que participa en el descenso, pero a esas alturas un año arriba o un año abajo no va a marcar la diferencia. “Hay dos Sellas”, explica, “uno hasta el Rabión del Diablo y otro a partir de ahí, hasta la meta”. El Rabión es un rápido entre varias rocas. Hay que conocerlo para pasarlo bien, pero suena peor de lo que es.
Efectivamente, la carrera se ha ido extendiendo y ahora el tráfico es mucho menor. El río se ensancha. Pasados los agobios del inicio, a partir del kilómetro 10 toca remar. Y hacerlo de verdad. Hay “sequeras” -tramos del río con poco caudal de agua- en los que al meter la pala parece que se están moviendo paladas de arena, y que el árbol de la orilla se mueve al mismo ritmo que la piragua.
La prueba transcurre entre montañas. Con una carretera nacional a un lado y una vía del tren al otro. Por el medio, pueblos asturianos a orillas del Sella. Triongo, Toraño, Friés... van quedando atrás. El público aplaude en ambas riberas y, en algunos tramos, se percibe un agradable olor a estiércol natural que ejerce de magdalena de Proust de los que pasaron los veranos de infancia en un pueblo.
Es en ese segundo Sella, el que permite reparar en el paisaje a los que no van para ganar, donde los campeones deciden la carrera. Walter Bouzán y Álvaro Fiuza se llevaron su octava victoria consecutiva, con un tiempo de una hora, siete minutos y 13 segundos. Las campeonas en K2 femenino fueron Amaia Osaba y Tania Álvarez, con un tiempo de una hora, 19 minutos y 8 segundos. Cada pareja se repartirá los 1.200 euros del primer premio de cada categoría.
Cuando en Ribadesella el público ya aclamaba a los vencedores, todavía faltaban unos minutos para que los palistas con meta en Llovio -cuatro kilómetros antes y final de varias categorías- comenzaran a llegar. Allí esperaba a su hijo Alberto Llera (Ribadesella, 1977), campeón en una ocasión en K1 y en tres en K2, y cuyo vástago se proclamó recientemente campeón de España de 1.000 metros. “Le he dicho que disfrute del ambiente y de la experiencia. Es importante transmitir el ADN del Sella a los más jóvenes”.
En Llovio también estaba Paloma Martín (Madrid, 1971), ganadora en dos ocasiones en la categoría de veteranas y que ayer tuvo que abandonar por motivos técnicos. Lo hizo sin perder la sonrisa: “la alegría y el espíritu que rodean a esta prueba son inigualables”.
Son las 13:40. El orbayu case sobre el Sella. Huele a verde y a río. En el aire se respira satisfacción y adrenalina liberada. La piragua con el dorsal 507 descansa ya en el remolque. Ha cumplido su misión. Palada a palada.
Para los lectores melómanos, aquí comparto la lista de canciones que me han acompañado en estos meses de entrenamiento: https://open.spotify.com/user/pedrozuazua/playlist/2M6mPi9htAljuKetuCJVhn
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