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OPINIÓN | OPERACIÓN SOULÉ
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Aprender de la experiencia

Nuestro modelo de gestión del deporte está resueltamente anticuado y tiene un tufo a “herencia organizativa”

Villar, detenido, ante la sede de la RFEF.
Villar, detenido, ante la sede de la RFEF.Zipi (EFE)

Las noticias que se van conociendo sobre la gestión de la federación de fútbol en los últimos años y que se unen a otros procedimientos abiertos en otras federaciones suscitan varios planos de análisis. El primero, ligado al morbo de conocer lo que realmente ha pasado, los implicados, el alcance real, etc... Este es un interés centrado en la actualidad y que reviste un interés específico porque en el ámbito penal lo importante (aunque a veces no lo parezca) no es cómo se empieza sino como se acaba, esto es, qué se ha probado en un proceso. Por tanto, más allá la vistosidad, este interés se irá difuminando con el proceso y solo en el punto final recobrará, de nuevo, su interés.

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Pero además de este plano tan mediático a muchos lo que nos suscita es una reflexión más fría, menos vistosa, casi plúmbea ¿servirá de algo todo esto? ¿quedará en un conjunto de medidas o sentencias personales y todo seguirá igual? En suma ¿aprenderemos algo de la experiencia?

En este punto cabe recordar que nuestro modelo de gestión del deporte es un modelo que, en el plano de la administración y la gestión de las entidades federativas, está resueltamente anticuado y tiene un tufo a “herencia organizativa” que condiciona su virtualidad.

Las entidades como las Federaciones que carecen de ánimo de lucro y que representan parcelas evidentes de interés general son formas organizativas especiales en las que la transparencia, el control, la prevención, la responsabilidad son no solo parte de la exigencia común de quienes administran bienes de otros sino, sobre todo, parcelas de especial cuidado o relevancia.

De alguna forma podemos indicar que el esfuerzo interno por promover cotas más altas de autorregulación y control no ha sido suficiente en los últimos años. Se necesita un fuerte impulso interno de legitimación de la gestión en el ámbito federativo que pasa por el compliance, los códigos de autorregulación, el control de procedimientos, la responsabilidad, la independencia de los controles, las alertas. Hoy el mundo mercantil (tan liberal en las formas en otros momentos de la vida social) gestiona conforme a estos esquemas porque ha llegado a la conclusión de que la gestión de lo ajeno necesita de un plus ético y estético sobre las obligaciones legales. La experiencia vivida nos debe llevar a aproximarnos a estos esquemas.

Pero ese esfuerzo no puede ser únicamente interno y voluntario siendo como es muy importante esta faceta. El legislador debe actualizar y modernizar el esquema de funcionamiento y debe aclarar cuál es su papel en el ámbito de la gestión deportiva. El servicio al interés general que corresponde por imperativo constitucional a la Administración deportiva exige compromiso, marco regulador, ideas claras, prevención, proyecto y aseguramiento del interés general. Los éxitos del deporte, su repercusión social, su influencia en la sociedad parece que admiten que todo se deje a la composición interna del conflicto. Respetar la identidad del deporte y sus agentes no es permitir que la gestión y el compromiso social carezcan de reglas claras y determinantes.

El modelo deportivo exige un cambio de mentalidad, de compromiso, de transparencia, de “normalización”. Pero exige, sobre todo, una reflexión de qué ha fallado sin pensar que solo fallan las personas. El sistema no ha ayudado y el sistema exige actualización. Esto demostraría que, al margen de las responsabilidades personales, hemos aprendido del pasado.

Alberto Palomar Olmeda es profesor de Derecho Administrativo.

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