Garbiñe Muguruza huye de la nebulosa
Dirigida en Wimbledon por Conchita Martínez, la hispano-venezolana intenta enderezarse tras un año complicado en el que ha perdido cartel. Lidia con un presente difícil y las altas expectativas que genera
Hace un par de días, mientras una pequeña marabunta de personas concentraba su atención en un entrenamiento de Rafael Nadal, siempre muy reclamado, Garbiñe Muguruza desfilaba por la zona de Aorangi Park ensimismada. Paseaba entre el gentío tratando de pasar desapercibida, intentando no hacer ruido, con la mente en no se sabe bien dónde. Su mirada revelaba cierta melancolía. Después de saludar cortésmente a tres periodistas que le devolvieron a la Tierra, la tenista corrigió la marcha, mantuvo la línea recta y se fue perdiendo poco a poco en una pendiente que da acceso a la zona de viviendas en la que ella reside estos días, la misma de siempre.
A la tenista se le percibe ahora mismo triste, o desde luego más apagada de lo normal. Poco rastro de esa chispa latina que su madre Scarlet le transmitió en los genes. No hay efusividad, ni ardor, ni ese ligero toque adulador que emplea habitualmente y que tanto encanto le proporciona a su persona. Hace unas semanas abandonó París entre lágrimas y en Londres transita de forma pétrea. Solo ayer, cuando cerró su estreno contra la rusa Ekaterina Alexandrova (6-2 y 6-4, en una hora exacta) y emitió un alarido victorioso, se pudo ver a una Garbiñe feliz, instantáneamente feliz, porque luego su rictus recuperó una inexpresividad que en realidad es de lo más expresiva.
Aunque intente disimularlo, si Muguruza no está bien se le nota. Esta temporada apuntaba muy alto, porque después de conquistar el curso pasado su primer major todo eran grandes expectativas y focos apuntándole; sin embargo, se ha dado de bruces con el cruel escenario de la máxima exigencia. El éxito, salvo casos muy extraordinarios, es siempre pasajero, y Garbiñe (23 años) todavía está aprendiendo a procesarlo. Ahora mismo, la jugadora está en medio de una nebulosa, entre lo que es y lo que se dice que debería ser. Pocas jóvenes tienen sus facultades, pero ella está confusa.
Hace no mucho figuró en un cartel de la final de Wimbledon, después besó el cielo en Roland Garros y acarició el número uno, pero actualmente su rendimiento no alcanza trofeos y las dudas llegan. Hoy día es la 15 del mundo y este curso, además de las lesiones —cuatro retiradas de enero a mayo—, ha portado el menhir que supone sentirse señalada. Llamada a ocupar una porción significativa del espacio que aún acapara Serena Williams, está mejor preparada que nunca —ha perdido peso y ganado fibra— y le pone todo el empeño, pero el globo se ha deshinchado y ha perdido cartel.
La defensa de París, una importante factura
La defensa del título en París (caída en octavos) le pasó una importante factura y ahora intenta reencontrarse. “Después de eso tengo algo menos en lo que pensar y de lo que preocuparme, pero ahora tengo ganas de hacerlo bien aquí e intentar estar otra vez en esa situación”, le respondía ayer a un periodista estadounidense, el único representante de la prensa internacional que hubo en su comparecencia. Unas fechas atrás, sus intervenciones garantizaban una presencia extranjera mucho más abundante.
Acarició el número uno y sin título alguno este año ha caído hasta el 15
Mientras intenta escapar de esta situación delicada, Muguruza compite ahora en el All England Tennis Club, el lugar en el que comenzó una bonita historia hace dos años. A su lado no está su entrenador, el francés Sam Sumyk, ausente por paternidad. Sin el galo, residente en California, en el banquillo se sienta ahora Conchita Martínez como consecuencia de una elección lógica. “De momento es algo temporal. Cuando supe que Sam no iba a poder llegar aquí la persona que me vino a la mente fue ella, porque es con la que más tiempo he compartido en la pista y puede interpretar bien cómo me siento. Yo y mi equipo pensamos que ella puede sumar, así que fue muy fácil. De momento es para este torneo, pero luego no sé que va a pasar”, expresaba ayer la hispano-venezolana.
Previamente había firmado un arranque muy serio contra Alexandrova, a la que doblegó mediante un ejercicio de templanza y sobriedad. “Lo de París ya pasó. Ahora quiero hacerlo realmente bien para sentirme bien de nuevo”, precisaba a este periódico. Allá quedó Roland Garros, atrás. Toca reescribir el relato.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.