Descensos
He vivido pocos delirios más grandes que el ascenso del Pontevedra a Segunda en 2004
Si la temporada está diseñada para que los torneos menores se vayan despachando antes, es muy inteligente dejar los playoffs de ascenso para finales de junio. Al contrario de lo que ocurre con la Champions o la Liga, el ascenso de categoría de un equipo suele ser uno de los pocos acontecimientos futbolísticos que tienen un impacto social real. Ser antifutbolero y pavonearse es de primero de postureo. Lo que quiero ver yo es a alguien de un pueblo, con el equipo jugándose el ascenso a Segunda Regional, diciendo que pasa del partido y que les den a los jugadores.
He vivido pocos delirios más grandes (he vivido poco, en general, y lo que he vivido lo he escrito y se han vendido unos mil libros en seis años, siendo yo de familia abultada); decía que he vivido pocos delirios más grandes que el ascenso del Pontevedra a Segunda en 2004, y visto pocas veces un estadio como el de Pasarón aquella tarde que parecía una tarde de cuento de Hemingway con fútbol en lugar de toros, pero la misma sangre. Pocas alegrías tan primitivas como aquella, y pocos recuerdos más duraderos para una afición tan castigada con la Segunda B (se volvió al año siguiente, y sin rechistar) que tiene en la reserva a firmas como Rodrigo Cota o Xabi Fortes, que escriben del Pontevedra con la categoría con la que un Ballester escribe del Castellón, Lahuerta del Valencia o ese milagro cotidiano de Luis María Valero del Murcia (me llevé de la Feria su Hooligan Ilustrado por no visitar lápidas: su Murcia frustró el ascenso de mi Ponte).
Y este detalle de lector explica lo que significa el ascenso de un club: suben todos. Aunque sea un paso ridículo, que es a veces el que más feliz hace. Por ejemplo, cuando el Sanxenxo sube a Primera Regional o llega a Tercera, son equipos más lejanos los que se visitan. En los diarios locales se gana un párrafo de crónica cada vez que un club pasa de categoría, y las excursiones familiares son más largas (el club de fútbol de Sanxenxo fue mi erasmus; con 11 años nos íbamos a lugares de los que sólo se salía con una patrulla de la Guardia Civil, y eso ocurría siempre salvo cuando detuvieron a mi padre y a toda la directiva un par de veces). Hay otras razones para festejar un ascenso pero no son tan importantes para el pueblo.
Mi primer artículo en un periódico fue la crónica del Rápido de Bouzas y el Portonovo, y la titulé “El Bouzas fue más rápido”. Para el ascenso siempre hay tiempo: el Rápido subió ayer a Segunda B por primera vez en su historia. Bajar, como se observa en el titular, se puede hacer toda la vida.
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