La victoria moral
La ventaja de las victorias morales es que es el derrotado el que elige conseguirlas, siempre y cuando haya perdido primero
Vengo de ver en Managua (cada vez hago cosas más extrañas para cruzarme con él) a Alberto Salcedo Ramos, el gran narrador americano. Debo decir que está en forma, incluso física. Dijo muchas cosas maravillosas en la mesa que compartimos en Centroamérica Cuenta (para la antología la cara que dedicó a los que aún dicen que el periodismo es “dar voz a los que no tienen voz”), pero a mí me gustó especialmente la historia de su país, Colombia, con los éxitos futbolísticos. O sea su escasez.
Salcedo recordó que en Colombia se celebra el aniversario de un empate histórico, el 4-4 ante la Unión Soviética en el Mundial de Chile 62. Era su primera Copa y el segundo partido. Horas antes “las calles parecían manicomios, se escuchaban gritos, llantos y un silencio ensordecedor” dijo El Espectador. Colombia perdía 3-1 al descanso y en la segunda parte llegó a estar 4-1. Entonces se produjo el primer gol olímpico de la historia de los Mundiales: lo hizo Marcos Coll. Y Colombia se fue a por los soviéticos, encogiéndolos hasta empatarles. Fue tal la locura que para la posteridad quedó que la CCCP de la camiseta roja significaba Con Colombia Casi Perdemos.
Basta ya de victorias morales, dijo Salcedo Ramos. ¿Qué se hace con ellas? Después, en el hotel, me interesé por ese concepto. Al fin y al cabo estamos en tiempo de recogida de títulos, y los que tienen que ver con la moral están siempre muy repartidos: la ventaja de las victorias morales es que es el derrotado el que elige conseguirlas, siempre y cuando haya perdido primero.
¿Quién fue el primero que decidió que una derrota podía ser también una victoria? Probablemente el que se supo con menos recursos, menos posibilidades de éxito y menos tamaño a la hora de emprender una tarea. Es decir, la victoria moral es necesaria porque si no uno puede pasarse la vida sin celebrar nada. El riesgo es que, como advertía Salcedo Ramos, la victoria moral se haga tan cómoda que se pierda de vista la real: la victoria moral, como todas las cosas que se consiguen a través de la derrota, engancha. Concedérsela, de alguna forma, es otra derrota.
Salcedo escribió un libro sobre un personaje que se concedió todas las victorias y todas las derrotas reales: el boxeador Kid Pambelé. Lo hizo pegándose a él, asistiendo a una decadencia sin títulos honoríficos. Fue campeón del mundo un 28 de octubre de 1972; todos los años despierta ese día a sus amigos para preguntarles desde hace cuándo que es campeón. “Un drama, el pasado como cárcel, la gloria como tortura”, dijo Salcedo. Real, al menos.
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