_
_
_
_
Sin bajar del autobús
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El Barça solo flota

El delirio del gol de Messi en el Bernabéu empujó al equipo a pensar que la Liga estaba al alcance de la mano. Y era verdad, pero la verdad era un sueño

Juan Tallón
Iniesta y Busquets recogen el trofeo de la Copa del Rey de manos de Felipe VI.
Iniesta y Busquets recogen el trofeo de la Copa del Rey de manos de Felipe VI.Daniel Ochoa de Olza (AP)

A veces un club, en este caso el Barça, va a la deriva y se encuentra con un objeto flotando, al que se agarra para descansar: de pronto es la Copa del Rey. “Uff”, piensa. Ciertas maniobras significan a la vez una derrota y una victoria. Tras un año errático, en el que acabaste a merced del oleaje, descubrir que la Copa flota, y que es tuya, evita que estés completamente muerto. Digamos que, gracias a ella, lo estás solo de cintura para abajo. El resto del cuerpo permite festejar el triunfo. Obtener la Copa, cuando estuviste más o menos cerca, pero en el fondo muy lejos de conquistar la Liga y aún más la Champions, puede equivaler a una pequeña ruina para un club de la talla del Barça. Pero ¿y si es cierto que solo la ruina te defiende de una ruina mayor? Démosle una vuelta a esta idea. Algunos días uno está a solas con sus insignificantes consuelos, y no es poco. Me viene a la cabeza un señor al que una vez vi marcharse de un local tambaleándose. Se adivinaba que el día siguiente sería uno de los peores de su vida. Salió por la puerta trasera, y en el callejón le dieron una paliza entre tres. En lugar de irse a casa, y ponerse a salvo, regresó al local. Tenía una oreja medio arrancada, colgando, y pidió una cerveza bien fría para suturar. Fue una victoria postrera, encerrada en una derrota.

Más información
Aparece Messi y se le perdona todo al Barcelona

Reducido a Leo Messi —cuyo fútbol es un complot para acabar con los imposibles—, el Barça ganó la Copa y disfrutó de su único momento verdadero del año. El equipo venía de vivir dos ficciones emocionales de enorme impacto, que casi consiguieron embaucar al barcelonismo. Primero se creyó que la remontada ante el Paris Saint Germain, inviable en los instantes previos, equivalía a ganar la Champions. Las alegrías llevan a confundirlas con éxitos. Casi es natural. Bajo cierta lógica, se dedujo que el mundo nunca olvidaría aquel partido de octavos, y que cada cierto tiempo se glosarían sus detalles como se hace con las grandes películas o novelas, levantadas sobre historias que a menudo nunca ocurrieron, pero que carece de importancia. Entonces llegó la Juventus y, como esos contables con jersey debajo de la chaqueta que te recuerdan que la felicidad se reduce al saldo de una calculadora, demostró que la gran gesta había servido para quedar eliminados en cuartos.

La segunda ficción se produjo en el Bernabéu, con gol triunfal de Messi en el último segundo. El delirio empujó al equipo a pensar que la Liga estaba al alcance de la mano. Y era verdad, pero la verdad era un sueño, como la temporada que el Barça del Tata Martino pudo arrebatar al Atleti la Liga en el último partido, y en el Camp Nou, y a la hora de la verdad apareció un rival en un córner y dijo “Hola, me llamó Godín y soy contable, y esta Liga es rojiblanca”.

Después de esto, cómo cuestionar que al fin la Copa es un título real, arrebatado al Alavés. No se puede. Lo es. Y sin embargo, produce consuelo más que éxtasis, al contrario que las ficciones del Bernabéu y el Paris Saint Germain.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_