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Pierre Rolland se impone el día del gran desgaste en el Giro

El francés formaba parte de una gran escapada que obligó al pelotón a marchar sin descanso

Carlos Arribas
Dumoulin, en medio del pelotón que cruza lento la meta, a ocho minutos del ganador.
Dumoulin, en medio del pelotón que cruza lento la meta, a ocho minutos del ganador.LUK BENIES (AFP)

La voluntad de un ciclista en el Giro es infinita, y sus fuerzas también lo parecen, hijas de una renovación constante. Terminada la etapa del martes, la del padre Stelvio, a 23 minutos de Nibali, a Daniel Martínez, un joven ciclista colombiano, empezó a dolerle el pecho. Su equipo le envió al hospital, donde pasó la noche en observación. El ciclista pedía que le dieran el alta, que no le pasaba nada, pero los médicos solo estuvieron de acuerdo hasta bien entrada la mañana, cuando, como fruto de un milagro, los valores del corredor entraron en la normalidad. La libertad le llegó demasiado tarde para poder llegar a tiempo a la etapa. El Giro continuó sin él, y él, enfadado, y con un emoticono de enfurruñado, escribió en su Facebook: "Una pena dejar el Giro así, y más cuando físicamente estoy bien y no tengo nada. Solo que en el hospital donde estaba se dieron cuenta muy tarde de que lo que tenía era producto de la dureza de la etapa”.

Si hubiera podido salir con los 166 que lo hicieron, Martínez, seguramente habría entrado en la fuga más grande del Giro, casi 30 corredores cansados como él, de la que salió el ganador de la etapa en Canazei, el francés Pierre Rolland, quien también parece recuperar por la noche lo perdido por el día. Como Rolland, todos vuelven.

Así concluyó el día del desgaste, la etapa que les paseó a los corredores alrededor del Sassolungo, la montaña pálida de los dolomitas, granito gris, los montes en los que el Giro se decidirá los tres próximos días. Un sin parar por una carretera constantemente cuesta arriba. Así, más de 200 kilómetros. Casi seis horas. Un falso llano interminable, 3%-4%. Ciclistas como galeotes, condenados, o, peor, camiones adelantando en cuesta, lentos, lentos, sin poder aprovecharse del rebufo delantero casi, permanentemente dando pedales. “Comienza a estar todo el mundo reventado”, dice Eusebio Unzue, el director del Movistar, quien, por experiencia sabe que muchas veces lo que pasa por un ataque espectacular no es sino el resultado de la explosión de muchos corredores que no pueden más. Y Unzue pone un ejemplo: el día de Formigal, aquel en el que Nairo acabó con Froome en la pasada Vuelta, solo fue posible porque el día anterior, el del Aubisque sin historia aparente, acabaron todos los corredores a gatas. A Froome se le agotó el Sky como a Unzue le habría gustado que en los falsos llanos tras Aprica y el Tonale, entre los manzanos que se pierden en el horizonte, se hubiera agotado el Sunweb del líder, Tom Dumoulin. El holandés tuvo más cuidado con los geles (las gominolas de los corredores) y no se empachó como dijo que había hecho la víspera, y se ahorró el atasco en sus cañerías y la urgencia. Y sus équipiers, bien dispuestos para la faena, pudieron hasta levantar el pie un poco porque el Quick Step de Bob Jungels, colaboró en el control de la gran fuga, temeroso de que el esloveno Jan Polanc pudiera quitarle la maglia blanca de gran joven a su gigante luxemburgués. En ello colaboró hasta el fenómeno Fernando Gaviria, incapaz de pasarse un día tranquilo. Las etapas llanas las gana (cuatro), las de montaña las disfruta subiendo los puertos haciendo caballitos, cabriolas y caprichos con la bici, a lo Sagan, y los días intermedios trabaja en cabeza del pelotón para el equipo un ciclista muy bien aprovechado. La fuga llegó con tiempo limitado y Polanc se quedó lejos de Jungels.

Hace una semana, Rolland --aquel escalador que ganó en el Alpe d'Huez el día del Tour en el que Samuel Sánchez y su amigo Alberto Contador, se confiaron demasiado-- se quedó tercero, detrás de Omar Fraile y Rui Costa, en la etapa espectacular de Bagno di Romagna. "No tenía fuerzas para más", dijo, para explicar su derrota Rolland, a quien en Canazei le sobraron las fuerzas y la voluntad. Segundo quedó, de nuevo, Rui Costa, y tercero, otro habitual Gorka Izagirre, el que ganó en Peschici cuando el Giro aún no era Giro. Cuando todos pensaban que las fuerzas se renuevan todas las noches. Ya saben que eso es pura apariencia.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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