Las pequeñas satisfacciones de Fernando Alonso
Atrapado en un coche que no le permite sacar partido de su habilidad, el asturiano se mide con los demás allí donde las fuerzas se igualan
Si en un futuro a medio plazo dispone de un monoplaza suficientemente competitivo como para volver a pelear por el título de campeón del mundo de Fórmula 1, Fernando Alonso será seguramente mucho más peligroso que nunca. El calvario por el que transita desde que se marchó de Ferrari por la puerta trasera a finales de 2014 para regresar a McLaren, supone una penitencia durísima para alguien como él, el piloto que fue capaz de destronar al mismísimo Michael Schumacher en 2005. Sin ningún tipo de duda, el ovetense es mucho mejor conductor en estos momentos que entonces, por toda la experiencia que ha acumulado en todos los sentidos. Sin embargo, al español le falta algo primordial: tener la oportunidad de pelear por el mayor reconocimiento que hay en cualquier disciplina, algo que no ha logrado en los cuatro últimos años y que tampoco parece muy factible de forma inmediata.
De los cuatro integrantes de la actual parrilla que se han coronado, él es el único que este curso se ha autodescartado de la gresca por el Mundial. De hecho, en la portada de este viernes, L’Équipe presentó la temporada que este domingo arrancaba en Melbourne, con Lewis Hamilton y Sebastian Vettel como protagonistas principales de un relato en el que ambos persiguen emular a los gigantes de esta disciplina, que según el diario francés son Juan Manuel Fangio, Alain Prost, Ayrton Senna y Michael Schumacher. Del corredor de Oviedo, ni rastro. Por más que a él eso le traiga sin cuidado, el vía crucis por el que circula metido en su MCL32 podría desquiciar a cualquiera. Habrá quien piense que los más de 30 millones de euros que se embolsa anualmente son el mejor analgésico contra esos dolores de cabeza. Y probablemente ese dineral ayude bastante. Pero la voracidad del asturiano es tan grande como la frustración que le corroe por dentro al no disponer de la herramienta que le permita demostrar todo lo que lleva dentro todavía.
Así las cosas, ya hace tiempo que Alonso ha decidido cambiar de estrategia para seguir motivado. Vista la imposibilidad de alcanzar las cotas más altas, ahora se centra en las pequeñas satisfacciones que puede darse en aquellos momentos puntuales en los que las fuerzas de los bólidos se igualan. En 2016, por ejemplo, llevó a cabo varias arrancadas tremendas. En la entrada de las curvas, donde los motores no marcan tanto la diferencia, si tira como un león. “Estoy preparado y siento que soy muy rápido. Ataco, y cuando voy detrás de alguien sé que puedo alcanzarlo en la curva. Luego pierdo 200 metros en las rectas, lo cual es muy frustrante”, afirma desde Australia el buque insignia de McLaren, un animal competitivo, uno de esos que se pone a prueba constantemente, ya sea en alguno de los múltiples deportes que practica o en la calle, delante de un semáforo, afinando su capacidad de reacción.
Cada vez que se pone delante de un micrófono, el bicampeón de 2005 y 2006 con Renault no puede evitar que le supure ese desengaño que lleva en el cuerpo. Ni siquiera después de terminar la cronometrada en Australia el 13º, muy por encima de las expectativas que dejó la nefasta temporada en Montmeló. “Saqué todo el jugo del coche, o sea que en ese sentido estoy contento. Pero no hay nada que celebrar porque salimos el 13º”, dijo después de cuadrar una vuelta perfecta en la segunda criba de la cronometrada. “Este año me he preparado mejor que nunca, he llegado a Australia antes que nunca y estoy un segundo por delante de mi compañero. Es un fin de semana de esos en los que todo te sale bien… pero estoy el 13º. Esa es la tristeza, por no decir otra palabra”, zanjó Alonso.
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