Las Chivas clasifican a cuartos de la Copa MX tras vencer en penaltis a Correcaminos (6-5)

Las Chivas se han bañado en suerte. El Guadalajara que se encaró en los octavos de final de la Copa MX frente a Correcaminos tuvo fortuna. Era un partido entre dos equipos dispares: los rojiblancos lideran la liga mexicana, mientras que los de Tamaulipas con antepenúltimos en la segunda división. 

El primer tiempo estuvo bajo el ritmo del maestro de orquesta, Matías Almeyda. El argentino mandó a un plantel alterno, a ese que ha utilizado en este certamen. Colocó en la portería a Miguel Jiménez, quien se erigió como la figura al evitar goles y frustró dos penaltis. Le dio oportunidad a sus atacantes Carlos Fierro, Guillermo Martínez, Alejandro Zendejas y a Michelle Benítez. 

El gol cayó gracias a un córner que el defensor Oswaldo Alanís cabeceó y fue desviado por su rival Mario Valdéz. Era el 1-0. El segundo gol cayó gracias a una estupenda cobertura que hizo el grandulón Guillermo Martínez para que Javier López rematara de frente e hiciera el 2-0. Al minuto 63 ya parecía todo resuelto. Pero era una apariencia. 

Cuatro minutos después de la felicidad de Guadalajara llegó un golpe bajo con un gol de Nicolás Saucedo por parte de Correcaminos. El gol puso en aprietos a Chivas. Almeyda no dudó en mandar a sus artilleros estrella, Alan Pulido y a Ángel Zaldívar, aunque ninguno pudo abatir al guardameta con apellido de temerario, David Rambo. 

Ya en el tiempo de reposición mandaron un centro al área y emergió Éver Guzmán para cabecear y lograr un empate agónico. 2-2. Sonó el silbatazo del árbitro central y, por reglas de la copa, penaltis, Allí Fierro y Roberto Chávez fallaron uno por equipo. El duelo se llevó hasta el sexto tiro. Pulido, un delantero aterrado por esos cobros, venció su miedo, Andrés Rincón chutó y el guardameta de Chivas, Jiménez, se lo negó.

Las Chivas jugarán los cuartos de final contra los Bravos de Juárez, otro rival de la segunda división mexicana. Almeyda ya tomará sus precauciones para no volver a tener una noche angustiada y, claro, porque la fortuna no siempre se pinta de rojiblanco.