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La Real Sociedad gana a Osasuna contra viento y marea

Los navarros merecieron mejor suerte (3-2) en un partido que se jugó como en los viejos tiempos

Juanmi celebra su gol, el tercero de la Real.
Juanmi celebra su gol, el tercero de la Real.Javier Etxezarreta (EFE)

Llovía como aquel año, granizaba como aquella década, el viento soplaba como en aquella ocasión. ¿Qué cuándo? Como en aquellos tiempos de galernas y temporales, sin avisos naranjas, solo las témporas indicando lo que estaba por venir, por llegar. Cambiaba una cosa. Los campos no son como aquellos y Anoeta se tragó el agua hasta que el estómago vomitó harto de líquido. Pero no había poco barro, algo de aquel viejo barrillo que tanto molestaba a los porteros. Y mucho espectáculo. Y goles bellísimos. Y dos equipos de mirada distinta. Uno, la Real, que mira al horizonte y ve que Europa está invitándole para la próxima temporada. Otro, Osasuna, que mira al suelo y siente que un terremoto se lo quiere tragar.

Pero en el campo prevalecía la igualdad porque, más allá de la mirada, ambos necesitaban ganar para cumplir sus objetivos. Empatar, por mucho que sea mejor que perder, les dolía a ambos. Vasiljevic revolucionó el equipo, inventó una nueva delantera (sin Oriol Riera ni Sergio León) con Rivière y Kenan Kodro, dos estajanovistas y eligió para el centro del campo al desaparecido De las Cuevas para que pusiera tacto en el presumible combate de gladiadores. La Real Sociedad tardó en entrar en el partido, como si bajo aquel aguacero (que dejó a oscuras dos veces Anoeta) pensara que había olvidado el paraguas.

Los dos equipos se construyen por las bandas. Yuri y Berenguer son dos trenes de ata velocidad. En el otro costado Odriozola y Clerc no iban a la zaga. Ganaron, en el cómputo del partido los realistas, más por precisión que por intensidad. Pero la Real tembló cuando Kenan Kodro (veinte años después de que su padre Meho le marcara un gol a Osasuna en Anoeta) batió a Rulli. Los dos puntas de Osasuna eran más listos, más intensos, mejor coordinados que los centrales de la Real, distendidos, desordenados. Un salto por encima del balón de Rivière desconcertó a ambos y propició el gol. Llovía y llovía y, sin embargo, a la Real Sociedad se le secaban las ideas.

Obra de arte de Sergio León

Osasuna soñaba ya con tomar el palacio de invierno en el que habita la Real y salir del calabozo de la clasificación. Tenía toda la pinta. Pero en cuestión de temporales la Real no le hace ascos a la tormenta. Tras el descanso tocó el cornetín y la tropa echó a correr, justo después de que Illarramendi salvara bajo palos un balón que se iba a la red. El granizo le aclaró las ideas como si esas piedras le hubieran quitado la modorra. Y comenzó el intercambio de goles y se abrieron las puertas del museo para colgar los retratos de acciones soberbias. Empató Navas tras un córner y diez minutos después Oyarzabal y Vela construyeron una pared que más parecía un tapiz para que estampase su firma el mexicano. Y cinco minutos después, Juanmi que llevaba 30 segundos en el campo hizo el tercero torciendo el tobillo como las bailarinas de ballet.

Los jugadores se protegen del granizo.
Los jugadores se protegen del granizo.Javier Etxezarreta (EFE)

Pero Osasuna estaba vivo. Mojado, dolido pero vivo. Lo que hizo Sergio Leon en el segundo gol fue una auténtica obra de arte, como si sus pies fueran pinceles y el área, embarrada, el jardín de un castillo victoriano. Y lo que más tarde hizo Jaime -otro retratista- chocó contra las uñas de Rulli y el larguero y entre ambos rasgaron el lienzo que merecía mejor destino.

Y se fue la luz. Y volvió, poco a poco, a medio gas, cuando los dos equipos agotaban la gasolina que quedaba. Cuando llovía como llovió hoy no había luz en los estadios. La luz natural en Anoeta la encendieron los futbolistas en una segunda mitad apasionante.

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