Camaleones contra supervivientes
El Barcelona se acostumbra a vivir al día al tiempo que el Atlético juega contra el recuerdo del equipo de Simeone
A veces da la sensación de que el Atlético es un equipo que no tiene presente, esclavo de su pasado y esperanzado con el futuro, rezagado en la Liga y también en la Copa. Más que vivir, sobrevive, de manera que es especialmente reconocible en las situaciones límite, como si resucitara cuando le cantan el Réquiem. El Barça también aguarda a que se recuperen Iniesta y Busquets para cuadrar una alineación cuyo punto débil sigue siendo el lateral derecho, hoy defendido por un excelente centrocampista, Sergi Roberto. No se sabe tampoco si renovará Luis Enrique. Ni siquiera está asegurada la continuidad de Messi. El barcelonismo, sin embargo, no tiene la sensación de que se acabe el mundo; hay si acaso una tensa espera en el Camp Nou.
El equipo barcelonista vive al día, negocia cada partido por separado, y su planteamiento depende de las circunstancias —las rotaciones, el adversario, el torneo—, un aspecto fundamental para entender su irregularidad en la Liga y también su dificultad para corregirse en la Copa. Ahora mismo compite para no perder ningún título y, de momento, aspira a ganar la Copa después de resolver la ida de las semifinales disputada en el Calderón. Jugó el Barça para ganar al Atlético, y su victoria evidenció que Luis Enrique leyó bien de salida las deficiencias rojiblancas y en cambio fue a remolque de Simeone cuando el técnico argentino atacó con hasta cuatro delanteros, incluido Torres, un maleficio para el Barça.
El factor campo explicaría la presencia de Mascherano como mediocentro en ausencia de Busquets. Hay quien considera la presencia del Jefecito como una argentinización del Barça. Ocurre que los demás jugadores de la Albiceleste no son los del Barça. Apostar por Mascherano en la medular significa errar en el pase, renunciar a la posesión, prescindir de la combinación y, por contra, supone defender con seriedad, ser agresivos con la pelota, correr mucho y afinar más en el tiro, un manual de practicidad, porque no se trata de trascender sino de vencer en el Calderón. El gol de Suárez fue la mejor expresión del partido preparado por Luis Enrique. Mascherano se anticipó a Griezmann y, suelto el balón, Luis Suárez armó una contra antológico por la conducción y la definición ante Moyá. A campo abierto, nadie pudo atrapar al uruguayo, excelente en el cambio de ritmo cuando tuvo que eliminar a Savic y Godín. El 9 fue el origen y final de un gol después de una jugada que reunió las mejores virtudes de un ariete, la potencia y la precisión, mal combatidas por el Atlético.
El equipo barcelonista vive al día, negocia cada partido por separado, y su planteamiento depende de las circunstancias
Los rojiblancos fueron un equipo sorprendentemente manso cuando defendieron y, cuando atacaron, fueron incontenibles para un Barcelona que se quedó en fuera de juego ante el replanteamiento de Simeone. El partido adquirió un guion inédito del que si salieron bien parados los azulgrana fue por la actuación de Cillessen. A la desesperada, y desde la pasión del Cholo, los rojiblancos arramblaron con los barcelonistas, excepción hecha del gigante Messi, único en la lectura de los encuentros, goleador superdotado, también en el Calderón. Mascherano fue un referente hasta el 0-2 y pareció un estorbo desde el 1-2, señal de la inestabilidad y del carácter camaleónico del Barça. El duelo demandaba pausa y control por parte azulgrana y en cambio se impuso el arrebato del Atlético.
A la espera de Iniesta y Busquets, no hay manera de que el Barça complete un buen partido, en parte porque juega en función de los rivales, mientras el Atlético de Simeone juega contra el recuerdo del Atlético de Simeone. El reto de Luis Enrique es lograr que el tridente marque las diferencias y lo volvió a conseguir en el Calderón. Queda, sin embargo, la vuelta entre camaleones y supervivientes.
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