Rafa Nadal, servicio y plomo para el impulso

Toda reconstrucción requiere de un proceso de ensayo y error, de certezas, hipótesis y dudas. También el de una obra magna como lo es el retorno de Rafael Nadal, citado hoy (9.30, Eurosport) en los cuartos de final del Open de Australia con el canadiense Milos Raonic. Desde el inicio de 2015, cuando se le torcieron las cosas, el número nueve del mundo ha ido experimentando sobre la marcha. Hay una serie de aspectos intocables para él, hombre tradicional y de rutinas, pero desde una perspectiva técnica ha ido probando distintas variables. Primero enmendó su confianza, maltrecha, y después se enfrascó junto a su equipo en dar alternativas a su juego y enriquecerlo con matices.

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Varió posiciones, posturas, pasos. Apostó por una vía más directa y sustituyó su cordaje de siempre para que su derecha tuviera más mordiente y profundizase. En ocasiones dio un paso hacia adelante, pero en otras tuvo que recular dos hacia atrás. Ahora, una vez que su cuerpo y el calendario se lo han permitido, parece haber encontrado una fórmula que en el fondo no deja de ser la de los vasos comunicantes. El balear ha consolidado unos compartimentos que se retroalimentan. Físicamente se ha fortalecido, lo que le permite desplazarse mejor y llegar más cómodo a la pelota; en consecuencia, piensa con más lucidez, tiene más tiempo para procesar el punto y mayor determinación para ejecutarlo.

La mejoría de Nadal se sustenta por encima de todo en la recuperación de su drive y en la potenciación de su servicio. Lo primero era esencial, la viga maestra, y en lo segundo ha puesto mucho énfasis desde hace tiempo. Basta con ver cómo ha planteado el pulso contra Raonic, un cañonero capaz de servir a 250 km/h y que asfixia, porque con sus mandobles se hace de inmediato con la pista. “Tengo que sacar muy bien y ser agresivo”, incidía el mallorquín hace dos días. Para contrarrestar el bombardeo del canadiense, Nadal ensayó ayer con Mark Philippousis, el cañón australiano que acumuló 6.696 aces entre los noventa y los primeros años del nuevo siglo.

Trabajó el resto y pulió también su servicio. Respecto a esto último, el de Manacor está ofreciendo unos niveles notables de efectividad con los primeros. En concreto, es el jugador más productivo de los que sobreviven en el cuadro a estas alturas, con un porcentaje de acierto del 75%; desgranado, firmó un 70% con Florian Mayer, un 80% ante Marcos Baghdatis, un 75% ante Alexander Zverev y un 73% contra Gael Monfils. Sin embargo, su balance todavía es más positivo con los segundos saques. De hecho, Nadal es el que más puntos obtiene (67%) con segundas bolas en juego. Y al hilo de esto, un importante matiz técnico: esta temporada, a diferencia del año pasado, el mallorquín ha regresado al centro de la línea de fondo para ejecutarlos. En 2016 se escoraba unos metros para ganar ángulos y enviar la pelota en muchas ocasiones al revés de sus rivales. Ahora no. Centrado, su objetivo ahora es la T —la confluencia de las dos cajas de servicio— y la bola va más dirigida hacia el jugador rival.

Raonic, 93 'aces' y un servicio a 236 km/h

“Para ser competitivo necesito sacar bien”, insiste el número nueve, cuyo servicio nunca ha sido su fuerte. En términos de velocidad está muy lejos de otros tenistas, pero en cuanto a eficacia la historia es diferente. “El servicio es básico y también hacer daño con la derecha”, amplía el balear, que para esto último ha llevado a cabo una ligera modificación en su raqueta. Con el objetivo de que sus tiros fuesen más duros, decidió añadir unos gramos de plomo a la cabeza de su herramienta. Por tanto, a mayor peso, mayor potencia. Algo que en el fondo ya ha ido haciendo a lo largo de su carrera, porque Nadal es de los pocos jugadores que pueden permitírselo en lo que a fuerza se refiere.

El balear es el jugador del torneo que más puntos obtiene (67%) con segundas bolas en juego

“Son pequeños ajustes y cosas que uno va añadiendo para buscar algo más”, expresó hace unos días en Melbourne. “Quiero conseguir algo más con mis golpes. Añadiéndole peso, la raqueta pasa más rápido y la pelota corre más, pero también hay que saber controlarla. Por suerte he tenido un mes y medio para entrenarlo”, explicaba. Y mientras sigue ganando impulso, llega hoy el choque con Raonic, el gigantón que ya ha rubricado 93 saques directos en este torneo —solo le supera Ivo Karlovic, con 119— y que fabricó el más veloz de esta edición, enviando la bola a 236 km/h.

Hasta ahora, la cifra de Nadal (24 aces y un pico de 198 km/h) es mucho más discreta en este sentido, pero su activo es otro. Su martillo está en la cabeza.