Raonic zancadillea a Nadal
El canadiense, un martillo, frena en los cuartos de Brisbane la progresión del español, reducido por 4-6, 6-3 y 6-4 (en 2h 20m). Muguruza, con molestias en el aductor, se retira en las semifinales frente a Cornet
El tenis es un escenario cambiante e imprevisible, tan voluble que lo que un día es oro al siguiente puede parecer hojalata. Pero ni lo uno ni lo otro. El calendario, uno de los más exigentes del deporte, si no el que más, no concede una sola tregua, pero a la vez asegura las reválidas. Y a eso se agarra Rafael Nadal, a quien las cosas le iban de maravilla en Brisbane, rodadas, todo óptimo, hasta que se cruzó con Milos Raonic. El canadiense, cada vez mejor tenista, tres del mundo por derecho propio, le trabó de camino a las semifinales (4-6, 6-3 y 6-4, en 2h 20m) y frenó una progresión muy prometedora, por los indicios que había ofrecido el español en los días previos y la escala anterior en Abu Dabi.
Ahora, a buen seguro, las dos Españas. Por un lado, aquella que incidirá directamente en el marcador y los números, en que Nadal no ha conseguido superar los cuartos y en que cayó frente al primer rival de verdadera entidad que se topó por el camino, y eso que no era ninguno de los grandes faraones, ni Djokovic, ni Federer ni Murray. Y, por otro, el nadalismo, los eternos feligreses, aquellos que siguen aferrándose a que su héroe ha descrito buenas formas en los primeros partidos del año, con actuaciones vigorosas y optimistas desde un punto de vista técnico y físico, con suficiencia y algunos trazos que se echaban muchísimo de menos, sobre todo esa derecha incisiva y cortante.
El que esto escribe, con permiso del lector (faltaría más), se queda de momento en un punto intermedio, porque todavía es demasiado pronto para valorar con la suficiente proyección. Registros en mano, la derrota frente a Raonic deja al personal frío, porque Nadal había empezado como un tiro y porque el gigantón, en siete duelos hasta ahora, tan solo había sido capaz de ganarle una sola vez, en 2015 (Indian Wells). Sin embargo, si se escarba, se puede comprobar que el canadiense va camino de hacerse un señor tenista. Su juego ha ganado peso gracias a la mano de Carlos Moyà y John McEnroe, sus preparadores de 2016, y el curso pasado terminó en el podio del ranking, e incluso disputó la final de Wimbledon, dejando en la cuneta a Don Roger Federer.
Esta vez trabó a Nadal, quien pese a caer no debería marcharse con malas sensaciones de Brisbane. El mallorquín está en forma, compite por fin sin dolor y su drive está despertándose. Ahora bien, el listón competitivo dice ahora mismo que su nivel no le alcanza para superar a Raonic, por lo que todavía se antoja lejos de Murray o Djokovic, y no se sabe en qué punto puede quedar con respecto a Federer, en plena reinserción. Su rendimiento a corto plazo, por tanto, figura entre interrogantes. El Open de Australia se avecina (a partir del día 16) y él ha hecho todo lo que está en su mano, pero probablemente pueda llegar demasiado temprano. Para calibrar el estado real de Nadal conviene mirar a media distancia, una vez que haya engrasado más la maquinaria y los parámetros sean más fiables.
Pese a caer, el mallorquín ha demostrado que está en forma, que compite sin dolor y que su 'drive' está despertándose
Ante Raonic la historia no empezó nada mal. Contuvo al bombardero (1,96 y 98 kilos) en el primer parcial, con un sorprendente nivel de servicio (74%), después de que 24 horas antes flaquease (47%) en ese apartado frente a Mischa Zverev. Se le veía de nuevo fresco y entonado, preparado para el examen que proponía el canadiense, un sacador de los que en pista rápida no suelen ofrecer margen. Desarticuló su boom directo y le acorraló, aunque aún y todo Raonic desbarató hasta seis bolas de set (dos al servicio y cuatro al resto). Pero después, en el territorio intuitivo de los saques (23 aces) y los martillazos (50 winners), fue desmigando a Nadal.
El punto de inflexión se produjo cuando el español entregó el saque en la segunda manga, para 3-2. A partir de ahí, Raonic se adueñó de la pista y le obligó a jugar varios metros por detrás de la línea de fondo. Nadal, amonestado por el árbitro por retrasarse demasiado a la hora de servir, sacó el escudo, pero poco pudo hacer. Después, en el pasaje definitivo, arrancó en falso y el gigante jugó casi a placer, derechazo aquí y allá, con embestidas continuas en la red (25 aciertos en 39 subidas). Ahí llegó el punto final. Iba Nadal al galope estos primeros días de 2017, pero Raonic le zancadilleó. Se inclinó y el canadiense se jugará un puesto en la final (que ya alcanzó en 2016) con el búlgaro Grigor Dimitrov (6-3, 4-6 y 6-3 al austriaco Dominic Thiem).
MUGURUZA, RETIRADA POR PRECAUCIÓN
Garbiñe Muguruza competía en las semifinales de Brisbane, contra la francesa Alizé Cornet, pero prefirió ser prudente y finalmente abandonó. El motivo, unas molestias en el aductor derecho originadas por el desgaste de los tres partidos anteriores, en los que permaneció siete horas y media sobre la pista.
"He sentido dolor cuando he calentado", reconoció la hispano venezolana, quien el año pasado también tuvo que retirarse del torneo de apertura como consecuencia de unos problemas en la fascia plantar. "Notaba la zona muy cargada y no quería forzar. Acaba de comenzar la temporada y no he querido arriesgar, porque en poco más de una semana juego el Open de Australia", añadió.
Aguantó Garbiñe (23 años) media hora y finalmente se retiró. Entonces, Cornet mandaba ya por 4-1 en el marcador. Se esfumó la opción de luchar por el título. Y se le escapó también a Fernando Verdasco, pero de forma mucho más sangrante. El madrileño se había adjudicado el primer set contra Djokovic y dispuso de hasta cinco bolas de partido en el tie-break del segundo, pero no apuntilló y el serbio le remontó: 4-6, 7-6 y 6-3.
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