Iniesta se explica sobre el césped

Iniesta es pequeño. Es un enclenque. Es también un futbolista irregular. Es, de paso, un jugador sin mala leche y destensado. Iniesta no es decisivo en el área contraria y sobre todo no tiene gol, aunque se le defina por dos tantos capitales (el de Stamford Bridge y el de la final del Mundial de 2010). Para el 8 del Barça, como para cualquiera, siempre ha habido detractores, los hay y los habrá, por más que en cada campo le despidan con aplausos. A Andrés, se conoce, no le hacen gracia las críticas del mismo modo que tampoco entiende el fútbol del Barça sin su presencia porque sabe que se lo ha ganado. Aunque protesta en silencio porque es reservado y educado, y el enfado lo lleva por dentro. Pero cuando está sobre el césped, grita al mundo que el balón no tiene secretos para él. Argumento que explicó de nuevo en el Camp Nou para decidir el derbi. “Estoy muy contento de ir jugando y cogiendo minutos tras la lesión [de rodilla]. Y feliz cuando el equipo gana y se divierte”, dijo Iniesta al acabar el encuentro.

Optó el equipo de Quique Sánchez Flores por aguardar en campo propio a excepción de cuatro variables: saque de portería, saque de banda en campo ajeno, un mal pase hacia atrás o un mal control. Pero la presión, lejos de ejecutarla como lo hacía la Real, con marcajes individuales y más pendientes del siguiente pase que del balón, ofreció tantas dudas al Espanyol como oportunidades al Barça. Así, en un saque de banda, el equipo azulgrana se inventó una contra impulsada por Luis Suárez, prolongada por Neymar y mal resuelta por Messi. No fue, sin embargo, la única ocasión en la que el Barça pilló desprevenido al Espanyol. Resulta que Mascherano se anticipó tras un mal pase de Piatti y la pelota le llegó a Iniesta. El centrocampista, entonces, alzó la cabeza al tiempo que golpeó al balón para el desmarque de Luis Suárez. 50 metros más tarde, el uruguayo pinchó el esférico con el exterior de la zurda en lo que se convirtió un control orientado, puso el cuerpo para que no le incordiaran en la arrancada y cuando Diego López dio un paso al frente, también un paso falso, resolvió a gol. Iniesta alzó los brazos porque medio tanto fue suyo.

El guardián del estilo

En el segundo tanto solo se puede apropiar un cuarto de la gloria. Recibió en la zona de tres cuartos y de un resbalón en el control hizo virtud porque cobijó la pelota con el cuerpo y descontó a tres rivales para dársela a Messi. El 10 borró a cuatro más y Suárez remató a gol en el rebote. “Derbi intenso en el que hemos hecho un muy buen partido, en la línea de los últimos”, resolvió Iniesta.

Con Andrés sobre el césped el Barça cuenta con desequilibrio, también con juegos virtuosos porque se inventó un control mágico, con la puntera y a la media vuelta, que meció una pelota que se marchaba fuera de banda sí o sí. Pero no. Ocurre que Iniesta juega y hace jugar, guardián del estilo azulgrana. Anoche, repartió su quinto caramelo de la temporada y desarmó el entramado defensivo del Espanyol. Un rival vecino que, casualmente, también le aplaude porque se recuerda el gesto con su amigo Jarque tras el gol del Mundial. Es lo que tiene, que Andrés habla en el campo.