La brújula es Messi
En los momentos de apuro y duda, como en la actualidad, los azulgrana siempre recurren al 10
A efectos comerciales y electorales, y naturalmente también futbolísticos, el tridente nació en el Camp Nou el domingo 11 enero de 2015 en un partido que el Barcelona le ganó al Atlético por 3-1, goles de los tres delanteros, después de una derrota sangrante en Anoeta contra la Real. La imagen de Suárez, Neymar y Messi, de izquierda a derecha de la fotografía, todavía se mantiene como icono en las oficinas del Barça.
A partir de la MSN, el equipo conquistó el triplete y una temporada después el doblete, trofeos más que de sobra para recuperar una jerarquía por la que compite desde la llegada de Cruyff al banco del Camp Nou en 1988. A la época del dream team le siguió la etapa de Van Gaal, la sonrisa de Ronaldinho acabó más tarde con el luto de Gaspart, después irrumpió el equipo de Guardiola y Tito, y luego se presentó Luis Enrique.
El hilo conductor del último ciclo ganador siempre ha sido el mismo: Messi. El rosarino ha compartido el triunfo con los técnicos y con los jugadores para gloria del club, y en cambio cuando se ha dado la derrota, o se han presentado situaciones delicadas, la crítica se ha preguntado habitualmente por la messidependencia como si fuera una dolencia, un síntoma de que se había perdido el sentido de equipo.
Un clásico con 30.000 esteladas
Las entidades soberanistas catalanas, ANC, Omnium, Drets y la Plataforma Pro Seleccions Esportives Catalanes repartirán mañana 30.000 esteladas a los aficionados del Barcelona en las inmediaciones del Camp Nou, en la previa del clásico ante el Real Madrid.
“El partido tiene gran repercusión mediática y nos haremos oír”, aseguraron en un comunicado conjunto, en el que piden a los seguidores que desplieguen las banderas en los minutos 17.14 del primer y segundo tiempo.
Así está hoy el Barça mientras aguarda al Madrid. Messi fue suplente en el último clásico, disputado en el Bernabéu, cuando el Barcelona ganó por 0-4. Jugó Sergi Roberto de extremo derecho y el 10 entró en la cancha en el minuto 56 en sustitución de Rakitic. Y en la pasada final de Copa, los azulgrana se impusieron al Sevilla cuando un volante como Rafinha entró por el lesionado Luis Suárez después de la expulsión de Mascherano.
El virtuoso de aquel partido fue Iniesta, cuya reaparición se anuncia para el sábado como solución para coser a un conjunto que se ha partido de tanto estirar a un tridente cuyos efectos son decisivos, parecidos a los que provoca también la delantera del Madrid con Ronaldo, Benzema y el hoy lesionado Bale; o desequilibran al rival o a su equipo, como pasó el domingo en Anoeta.
Vela y Zurutuza advirtieron que Neymar y Suárez se descuelgan y no defienden, una tarea de la que solo queda exento Messi. Los números del 10 siguen siendo extraordinarios, autor de 21 goles en 32 clásicos, 11 en los últimos nueve partidos del Barça. Ha disminuido en cambio la pegada de Neymar, más asistente que goleador —suma siete jornadas sin marcar— y menguaron sensiblemente las estadísticas de Luis Suárez. Resulta que el uruguayo es el punto final del equipo y sus números certifican que el problema del Barça es estructural y no nominal, ya advertido en cualquier caso por el propio Messi. “Hay que jugar juntitos y ordenados”. Y a los futbolistas se les ve últimamente diseminados, sin línea de pase ni hilo de juego, un día entregados a los centros sin fin (54 contra el Málaga) y al siguiente a los pelotazos del portero Ter Stegen (21 en Anoeta).
El Barça parece extraviado tras cambiar el ataque sostenido por el contragolpe de vértigo y pasar de jugar con un falso 9 a entregarse al tridente. “Vamos demasiado acelerados”, admitió el entrenador, consciente de que el indicador del juego siempre fue la velocidad de la pelota y no los kilometros de los futbolistas, el toque, el pase y la triangulación antes que la línea recta: cuestión de un segundo y un metro.
Simplificación del juego
Tocaban tan rápido y fácil los medios que no había rival que les quitara el balón, por más sincronizada que fuera la presión, hasta que su fútbol se tornó inocuo y aburrido en determinados partidos y se optó por acelerar el juego con el tridente. La entrega a los delanteros ha resultado, sin embargo, tan rotunda y cómoda que se ha simplificado el fútbol.
Las jugadas ya no se mastican, se dejaron de practicar los automatismos, los fichajes no se saben el solfeo y los jugadores pierden la posición, la creatividad y el sentido colectivo, entregados a los puntas, también los interiores, que revientan a correr, siempre sustituidos por Luis Enrique. No le queda más remedio al técnico que invertir los términos y volver a poner el tridente al servicio del equipo, cosa que significa agrandar la figura de Messi, volver a entregarse al 10.
Y a partir del 10, y de los medios que no del tridente, normalmente el juego fluye mejor porque Neymar juega de 11 y Luis Suárez de 9, piezas de un colectivo y no miembros de una parte sola del equipo. El Barça siempre se reinventa a partir de Messi.
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