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Gio Simeone, familia y gol

El hijo mayor del Cholo empieza a destacar en su recién iniciada trayectoria en el fútbol italiano con dos goles a la Juventus

Giovanni Simeone celebra uno de sus goles a la Juventus.
Giovanni Simeone celebra uno de sus goles a la Juventus.ALESSANDRO GAROFALO (REUTERS)

Dos tatuajes alertan sobre él, en el brazo derecho lleva una letra g, la inicial de su nombre y el de sus dos hermanos; en el izquierdo la tinta ha sellado el logotipo de la Liga de Campeones, un perpetuo recordatorio. Quiere jugar y ganar la máxima competición europea. Giovanni Simeone (Madrid, 21 años), un argentino nacido en el exterior, un tipo singular por su linaje. Hijo de futbolista y modelo, creció viendo a sus padres en las revistas, también con su ejemplo. Y pocos como el del Cholo cuando media una pelota. “No me disgusta que me llamen cholito”, apunta Giovanni, ahora en boca de todos porque comienza a edificar su propio camino profesional. Este fin de semana dos goles suyos a Buffon ayudaron a que el Genoa derrotase a la Juventus en la Serie A italiana.

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“Está esforzándose mucho, siempre se queda tras los entrenamientos a mejorar su técnica. Tiene hambre y muchas ganas de trabajar”, advierte Ivan Juric, el entrenador que pilota sus pasos en su primera aventura italiana. Allí llegó este verano Gio Simeone, el paso natural para un futbolista que ya tenía una sólida trayectoria con las categorías inferiores de la selección argentina. Pasó de puntillas por los Juegos Olímpicos, como primer reemplazo de un equipo en el que estaban por delante el sevillista Correa o Jonathan Calleri, el delantero del West Ham. Antes lo había hecho por el mundial sub-20, donde anotó un gol y se le escaparon varias opciones para pasar a octavos de final y decantar un doloroso empate sin goles ante Austria que dejó a Argentina fuera de los ocatvos de final.

En realidad Gio Simeone donde había descollado fue en el Sudamericano sub-20, uno de los más prolíficos muestrarios de proyectos de crack. Allí había llegado ya con varios partidos en las piernas como delantero de River Plate y con un encargo de su padre: “Marca siete goles”. Se fue con nueve, máximo realizador y campeón tras remontar y derrotar en el último partido a Uruguay en su feudo del estadio Centenario, que lucía repleto. Allí dejó estela de lo que es, un delantero que va bien al espacio y además tiene instinto en el área, un fenomenal cabeceador. Un futbolista concreto porque seis de esos goles los marcó con un solo toque.

Remate de Gio Simeone ante la meta de Buffon.
Remate de Gio Simeone ante la meta de Buffon.ALESSANDRO GAROFALO (REUTERS)

La experiencia en Génova es un aprendizaje. “En casa siempre hablamos de fútbol. Mi padre me avisó de que en Italia es tan esencial lo táctico como lo físico, que la velocidad y el uno contra uno son importantes”. Mientras matiza lo primero y explota lo segundo, el mayor de los Simeone recorre un camino que entronca con el del Cholo, que como él llegó a Italia con apenas un puñado más de partidos en la élite argentina que los que acumuló su hijo entre River y su cesión posterior a Banfield. En el Monumental conoció Gio Simeone la emoción del estreno, la presión de jugar para un grande, la miel del triunfo y el banquillo; en el popular Taladro, Giovanni se acostumbró además a evolucionar por la banda derecha, se convirtió en un futbolista dúctil capaz de ofrecer variados recursos al equipo. “Con 18 años jugaba en un equipo campeón, pero necesitaba madurar y eso es lo que me dio Banfield”, reconoce. Marcó 12 goles en 35 partidos, pero cuando regresó a River el técnico Muñeco Gallardo le explicó que tenía cinco opciones por delante de él.

Europa ya había pasado entonces de ser opción a obligación. Tres millones de euros pagó el Génova por el 70% de su pase. No llegó con galones de titularidad, pero un percance del titular Leonardo Pavoletti le abrió una oportunidad que no despreció ante el Pescara. Marcó y tuvo una cierta continuidad hasta que el paso de las jornadas le devolvió al rol de sustituto.

Otra lesión de Pavoletti, que estará de baja algo más de un mes, le llevó de nuevo al once contra la Juventus el domingo para demostrar que se quiere comer el mundo a bocados, que el apellido es más estímulo que lastre. “Al principio lo sufrí y me costó porque de niño había compañeros que me miraban mal porque creían que jugaba por quien era mi padre. Cuando algo salía mal me sentía como si saliese el doble de mal”. La lupa sigue ahí, pero dos goles a Buffon no están al alcance de un cualquiera y como buen Simeone va hacia delante sin temores: el tatuaje del logo de la Champions se lo hizo con 14 años a pesar de la expresa negativa del Cholo.

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