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Teleno, el pico de 1001 cumbres

De cómo un “paseo” por la montaña se convierte en un "rompepiernas"

Páramo ante el Pico del Teleno
Páramo ante el Pico del TelenoEduardo Salete (Balder)
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Seguro que a usted también le ha pasado, recibe un mensaje de un amigo con una invitación tan suculenta que no se puede rechazar y, cándido, la acepta. Y cuelga pensando que ya tiene plan para el fin de semana, cuando lo que tiene es un embarque que ni los marinos de la Pinta.

Hace unas semanas, uno de los componentes de la cuadrilla montañera de la que formo parte, cuadrilla porque somos cuatro y gracias, propuso hacer una escapadita el fin de semana, disfrutar de una jornada en la montaña y, como premio gordo, degustar un cocido maragato en todo su esplendor. La propuesta me llegó por el grupo de WhatsApp, Dios confunda a los inventores de esta aplicación diabólica.

La idea la tuvo Ángel, uno de los componentes del autodenominado grupo “cuarteleros”, Ángel de los González con casa solariega en la muy noble villa Santa Colomba de Somoza, corazón de la Maragatería, y cuna de un cocido maragato que hace saltar las lágrimas. Los otros dos miembros son Adolfo y Aristóteles, nombrados para no levantar agravios, y que conmigo cierra el cuarteto de este clan montañero. No somos una organización secreta, pero si un círculo algo cerrado, porque entendemos el montañismo quizá un poco diferente de lo que se suele concebir. Nos gusta la montaña, nos gusta cumplir las rutas y objetivos marcados, pero lo más importante de estas jornadas, en los espacios abiertos, son las tertulias que nacen espontáneas sobre casi cualquier tema: filosofía, historia, música, deporte, religión, cine, política o arte. Aunque también nos apasionan los encuentros con grandes animales en los ascensos, descensos o recesos. En esta ocasión solo vimos un conejo, más suerte para la próxima vez.

Mars Tilenus, el monte mágico

Cumbre del Teleno
Cumbre del Teleno
  • Montaña más alta de los montes de León que da nombre a la sierra del Teleno. 2183 metros sobre el nivel del mar.
  • La cruz que marca el vértice geodésico indica 2188 metros, 5 metros más de lo que mide.
  • La ascensión a su cima en otoño y primavera técnicamente es fácil y físicamente moderada.
  • La ascensión en invierno puede resultar dura, con fuertes ventiscas y temperaturas que caen hasta los -30ºC.
  • En verano, con sol, la falta de cobertura arbórea lo convierte en una plancha y su ascenso es bastante complicado por el calor.
  • Por la cara norte se salva un desnivel acumulado de más de 1000 metros, que en la mayoría de los picos se considera ascenso de "dificultad alta"
  • Al no tener cobertura arbórea, en días de niebla es fácil perder el sendero que marcan los hitos...
  • Fue bautizado por los astures como Teutates, su dios de la guerra. Los romanos lo rebautizaron como Mars Tilenus, añadiendo el dios de la guerra de la ciudad capitolina.
  • Dicen que esconde una gran veta de oro.
  • Domina el paisaje leones en un radio de 50 km a la redonda.

Como clan montañero, se decidió disfrazar esta escapada gastronómica con la ascensión a algún pico cercano. A tiro de piedra de Santa Colomba está el famoso Teleno, concretamente la cara norte de este pico, el más alto de los montes de León.

Así que dicho y hecho. Uno de nosotros, que no fui yo, se dedicó a buscar una ruta por la cara norte. El adjetivo que escuche en el reporte de esa ruta fue fácil que extendí a todas las facetas: física, técnica y temporal. Probablemente me dijeron más cosas, pero no preste mucha atención. Resumiendo, no hice los deberes, no me estudie el pico ni la ruta.

De hecho, el día anterior, y porque el universo es grande, tuve la ocurrencia de consultar el parte del tiempo: 12 grados centígrados, sin lluvia y sol con episodios nubosos. Perfecto, ruta fácil y con tiempo otoñal suave. Menos mal que antes de cerrar la ventana del navegador me di cuenta de que estaba consultando el tiempo del pueblo Teleno en Asturias. Así que casi con el mismo interés busque el tiempo en el pico Teleno o alrededores. El pronóstico bajaba un poco las temperaturas y adivinaba un viento era de 15 km que, según la escala Beaufort, es una brisilla ligera. No me preocupé de más, alguien lo estaría haciendo por mí. Segundo error, activé el cómodo interruptor de la dependencia, pecado, y no venial, en la montaña.

Después preparé mi equipo: mochila, pantalones finos, un forro polar, guantes no impermeables, gorro y zapatillas de montaña. Menos mal que eché al zurrón una chaqueta de Goretex naranja y gris, que me encanta y siempre llevo.

Llegamos a Filiel, un pequeño pueblo en las estribaciones de los montes de León, desde donde comenzamos el ascenso. Entre unos cuantos robles se filtraban los rayos de un sol de otoño y la temperatura era suave. Todas las señales apuntaban a un paseo para abrir hambre, la operación “cocido maragato” iba viento en popa. Al poco tiempo el terreno ya iba adquiriendo algo de inclinación, pero el camino era fácil y el paisaje de monte suave y carente de altos bosques dibujaba los hermosos valles de la Maragatería a nuestros pies. Paseo tenue y agradable.

Hasta que, de repente, el camino dejó de zigzaguear y se enderezó como San Dimas. Una línea recta nos indicaba el camino más corto hacia la cima. Y al poco tiempo el camino se sumergía en el circo glaciar conocido como La Sartaina, o más bien en la morrera del glaciar lleno de piedras sueltas. En ese punto podría jurar que, por muy suave que fuese el ascenso al Teleno, ahí teníamos 30 grados de inclinación como poco ¿Sabe qué eché de menos en mi equipación? Un par de buenos bastones.

No pasaba nada, la cima no parecía estar muy lejos. Con decisión nos merendamos esa porción de subida al picu. Estábamos casi en el borde de la cima, y yo pensaba que realmente había sido un paseíto sin dificultad ninguna. Pero ante nosotros no apareció la cumbre del Teleno, si no una meseta que se extendía varios cientos de metros y que cubría el ascenso con niebla y nubes. Casi mejor, que si no nos iba a saber a poco. Además, la plasticidad y el color de las nubes sobre el páramo que teníamos que cruzar dibujaban un paisaje realmente bonito. Y los bíceps femorales nos agradecieron el descanso sobre llano.

Súbitamente, tuve la sensación de que la temperatura se había desplomado. Sí, ese mismo día entraba un frente polar por Galicia que cubriría toda la península ¿No lo había comentado? Yo tampoco lo sabía. Sin problemas, echamos las mochilas al suelo y nos enfundamos en las chaquetas. La mía naranja con cámara de aire y sistema de aislamiento en cuello y puños funcionó perfectamente.

Valle de Filiel, camino de ascenso al Teleno
Valle de Filiel, camino de ascenso al TelenoEduardo Salete (Balder)

Se acabó la llanura y el terreno volvió a su verticalidad anterior. Qué pena de bastones dejados en casa. Entre canchales, los hitos marcaban la dirección a seguir y el manómetro que aún no estábamos cerca del pico, al menos el ejercicio nos mantenía calientes. La niebla se disipó y detrás de ella aparecieron unos negros nubarrones. Comenzó a nevar y yo comencé a mirar mis zapatillas de montaña con preocupación.

Sobre nosotros apareció otra cornisa, “bueno, la cumbre ya, menos mal, a ver si nos va a empeorar el tiempo”, alguien dijo. Ascendimos por el veril y la cornisa nos sorprendió con otra “llanura”, esta misma broma nos gastó el Teleno unas cuatro veces, daba la sensación que el monte tuviese infinidad de cumbres y se lo pasase bomba con nosotros. No apareció la cumbre pero si un viento lateral en forma de borrasca que estrellaba los trozos de cristal de agua, que no copos de nieve, sobre nuestro flanco derecho. Yo iba agarrándome el ala de la capucha de mi chaqueta, como si saludase a los peñascos del suelo, para protegerme los ojos, mientras miraba mis zapatillas de montaña. Si, en este preciso momento ya echaba de menos en la lista de cosas no traídas: unas gafas antiborrasca, unos bastones, botas con suela vibran y polainas. Bueno las polainas todavía no, solamente me preocupaba tener que echarlas de menos.

Superamos un par de pseudocumbres más, experimentamos un par de alegrías interruptus, y yo ya tenía los guantes empapados. Usted se preguntará por qué no me los quité y metí las manos en los bolsillos. Lo intenté un par de veces, pero algunos peñascos de canchales por los que evolucionamos te obligaban a utilizar las manos. En mi caso, además, no me fiaba mucho de mi calzado montañero.

A esas alturas lo único que me preocupaba era hacer cumbre rápidamente por si empeoraba el tiempo, que no nos pillase en mitad del descenso, no quería añadir a la lista de cosas no traídas y necesitadas equipo como crampones o raquetas... o piolets. Aparte de eso nada más podría empeorar, a no ser que nos metiésemos en el campo de tiro y maniobras que el ejército tiene en la ladera norte del Teleno, y estuviesen de ejercicio. Pero creo que ponen una bandera roja para avisar, en algún sitio.

Al cruzar el enésimo páramo, con la ventisca golpeando y detrás de la niebla, aparecieron unas sombras negras, altos cúmulos de peñascos, que resultaron ser el pico del Teleno. Tenían que serlo, el manómetro marcaba los 2.175 metros, nos quedaban apenas 8 metros para coronar. Así lo hicimos, habíamos ascendido 1.033 metros. Con las piernas congestionadas, frio en manos y pies mojados, nos hicimos la foto de rigor tras la cruz que marca el pináculo y sin más preámbulo iniciamos el descenso.

Y al poco tiempo el camino se sumergía en el circo glaciar conocido como La Sartaina, 0 más bien en la morrera del glaciar lleno de piedras sueltas. En ese punto mis piernas podría jurar que, por muy suave que fuese el ascenso al Teleno, ahí teníamos 30 grados de inclinación como poco.

Le aseguro que el descenso fue mucho más rápido, quizá empujados para evitar la ventisca o espoleados por deleitarnos con el cocido maragato, cebo de toda esta aventura. Ahora les tocaba sufrir a las rodillas, las mías desde luego lo hicieron. Cuando alcanzamos el valle de Filiel, 7 horas y 18 kilómetros después, volvió a aparecer el sol. A pesar de todo el cansancio, resultó una jornada espectacular. Lo digo sinceramente, no es el consuelo de un sufridor.

Días después, un médico militar, que había estado de maniobras en el Teleno, me comentó que este monte tiene un microclima muy caprichoso, y que uno de los expertos montañeros del ejército sufrió, en sus páramos, una hipotermia. Ya sabe, no se puede subestimar ningún monte, por su altura u orografía, y menos si los romanos se lo dedicaron a Marte, el dios de la guerra. Este último detalle tenía que haberme activado la pequeña alarma que todos o casi todos tienen en el cerebro.

¿Cuál es la moraleja de toda esta historia? Pues que el Teleno es precioso, montaña a la que hay que volver siempre que se pueda y que los embarques de los amigos, sobre todo de estos tres, son la sal de la vida. Espero que me monten más zorreras como esta, al menos dos veces al año. Y, por extensión, espero que usted se implique en aventuras similares.

¿El cocido que nos tomamos después en casa Pepa? Espectacular.

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