Real Madrid, Barcelona y sus militantes
A los socios de ambos les ocurre algo similar a lo que les sucede a los de cierto partido político, que pintar, lo que se dice pintar, pintan más bien poco
A los socios de a pie del Madrid y del Barcelona les ocurre algo similar a lo que les sucede a los militantes de cierto partido político, que pintar, lo que se dice pintar, pintan más bien poco. Viene esto a colación porque en los últimos días se han celebrado las asambleas de compromisarios de uno y otro club, reuniones que se han desarrollado de esa forma que los politólogos llaman a la búlgara,esto es, sí a todo y viva la madre superiora. En la asamblea del Madrid se aprobó el presupuesto para el ejercicio en curso, que asciende a 631 millones de euros. La votación no admite de buen grado el calificativo de ajustada: 1.294 votos a favor y 41 en contra. En la del Barça, el club anunció unos ingresos de 695 millones, cuentas que tuvieron la aprobación de 771 asambleístas, mientras 45 decían que no es no.
Solventado con éxito el balance económico, en ambos cónclaves se trataron otros temas. En el del Madrid, por ejemplo, la remodelación del estadio Bernabéu. Algún compromisario fue crítico con los planes trazados al respecto por el presidente, Florentino Pérez, y su junta de gobierno. Que existe, al parecer. Se reprochó al club la falta de transparencia en las negociaciones con la empresa IPIC, y la ausencia de información respecto a los detalles del proyecto y la financiación, que supone una inversión de 400 millones. “Este no es un club de turistas. Pregunte a la masa social si quiere ese patrocinio y el cambio de nombre”, se le espetó al presidente. En qué momento. Temblaron los cimientos asamblearios con aquella mera insinuación de la palabra maldita: ¡Referéndum! “Si quieren ustedes votamos también si hay que renovar a Kroos o a Bale”, se defendió con sorna Florentino. La consulta al pueblo, a la masa social, se convirtió en un arma arrojadiza en la hasta entonces placentera velada. Aquí uno cree que una cosa es ampliar el contrato de un futbolista y otra ponerle un nuevo apellido a un recinto que desde 1955 se llama Santiago Bernabéu, sea el patronímico IPIC o Saneamientos Mariló. Para demostrar el carácter democrático de su gestión, Pérez echó mano de su reflexión favorita: “Si todos ustedes pueden hablar hoy contra mí es gracias a que yo llegué en el año 2000. Si yo no vengo, ustedes no hablan porque este club no sería de sus socios. Hemos evitado que acabe en manos de otros, de un chino o de quien sea”. Seguro que en China, país de vasta población, algún ciudadano estaría deseando gobernar el club más condecorado del mundo. Pero ocurre que ese “quien sea” al que alude el presidente bien podría ser un respetable señor de, pongamos, Soria, que lleve más de 20 años de socio, que pueda avalar 800 millones con sus cuentas personales y que llegue a un acuerdo con el Ayuntamiento para vender la antigua ciudad deportiva y que allí se construyan cuatro rascacielos. Y todo queda así la mar de saneado.
La asamblea del Barça se desarrolló por distintos derroteros. Allí, Josep Maria Bartomeu, el presidente, se sometió a una cuestión de confianza por aquello de que la entidad y la fiscalía llegaron a un acuerdo por el primer caso Neymar (hay dos) a cambio de una multa de 5,5 millones y de convertir al Barça en reo de la justicia. Ganó Bartomeu la votación y se llegó al turno de conspiraciones varias que pasamos a analizar, para lo que basta con enumerar a los confabulados, pónganse en fila: Javier Tebas, presidente de la Liga, que es del Madrid; el Comité de Competición, que llama ridículos a los jugadores; la UEFA, que no permite las esteladas; la FIFA, que sanciona al club por los menores; la Audiencia Nacional, que reabre el segundo caso Neymar; la de Barcelona que condena a Messi a prisión… Hay quien sostiene que el universo también está en la lista.
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