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Cristiano vuelve a su rutina en la goleada del Real Madrid al Alavés

El portugués marca tres tantos en Mendizorroza y castiga al meritorio conjunto de Pellegrino

Cristiano remata de chilena
Cristiano remata de chilenaAlvaro Barrientos (AP)

Todo tenía un aire de rutina en el Madrid, como esos días laborables en los que solo se aspira a que concluya la jornada o como un domingo sin planes. Rutina en la descolocación defensiva, en la apatía ofensiva, en la rotura de líneas. Rutina en el juego de Benzema, más parecido a un alumno de Morata que a su profesor. Y entusiasmo en el otro lado, en el del Alavés, que fue más de lo que señaló el marcador y menos de lo que pudo conseguir, muy penalizado por las decisiones arbitrales y falto de resolución donde quema la pelota, para bien y para mal. Rutina... menos en Cristiano, Ronaldo que afiló en Mendizorroza su instinto goleador, tan romo en este cuarto de Liga. De la monotonía de sus anteriores partidos pasó a la rutina especial de su historia: el gol. Cristiano no juega mejor, no es el de sus mejores tiempos, pero Vitoria le puso el espejo de su mejor versión goleadora, incluso desaprovechando un penalti (que Pacheco, le adivinó con alma de pitoniso). Marco de penalti en una decisión desacertada de un colegiado errático y compulsivo; marcó desde fuera del área, aunque le ayudase el toque involuntario de un defensor para rebajar la estirada del portero, y marcó desde el área pequeña, tras una combinación con Marcelo. En ninguno de los goles tuvo que correr Cristiano más allá de un par de metros, nada de galopadas que son asunto de Bale, demasiado conductista en su juego, aunque tremendamente solidario en el esfuerzo, rebajado en la segunda mitad a la condición de mediocampista para crear y estorbar al rival, al mismo tiempo.

Su rutina la devoró el Alavés en la primera mitad, bien armado con superioridad en el centro del campo y en la defensa y creando su fútbol a partir de los costados. En eso, el lateral Theo Hernández es un diamante en bruto. Exploró todas las debilidades de Danilo, las aireó a los cuatro vientos, y en una de ellas, a los siete minutos arrasó la banda para que su centro lo aprovechase Deyverson para batir a Keylor Navas. Por ahí, y en menor medida, por el otro costado, el que gobernaba Kiko Femenía, rugía el Alavés. Porque las escapadas de Theo Hernández son terriblemente contagiosas para sus compañeros y desalentadoras para sus rivales. Pepe pagó con una lesión muscular un acto de servicio para frenar al lateral francés. Solo Varane, por su velocidad, parecía capaz de arrinconar a su compatriota, pero a cambio despoblaba el área.

El Madrid precia abocado a su habitual sorteo individual. Desarbolado en el centro —donde Kroos tenía desajustado el compás— sufría más que disfrutaba, hasta que el penalti de Deyverson, en un libre directo de Bale (pareció que el balón daba en la cabeza del brasileño y no en el brazo) le dio el aliento. Al equipo y a Ronaldo, que comenzaba su tarde feliz, que comenzaba a labrar de nuevo su figura de matador. Más aún cuando poco después marcó el segundo con un disparo seco que golpeó en la bota de un defensor y se elevó más de lo que esperaba Pachecho. Aun así era un gran disparo y un gran gol. Un gol a lo Ronaldo, una aparición fugaz que ponía al Madrid por delante cuando más escuálido era su juego y le quitaba el aliento al Alavés que se sentía injustamente tratado por el resultado.

Dos penaltis

La rutina retornó tras el descanso. Una rutina que esta vez tenía como protagonista a Keylor Navas —nada inusual— cuando evitó en diez minutos un mano a mano con Camarasa y después un disparo a lo Ronaldo de Deyverson. Hasta ahí llegó el Alavés, ya con Theo Hernández agotado y mejor frenado, y a partir de ahí creció el Madrid. Se enganchó a la pelota, cerró filas en el centro del campo, aprovecho la recomposición del Alavés —obligado a arriesgar por las circunstancias— y encontró a Marcelo como al caballero andante que acostumbra para abrir en canal a sus rivales.

El árbitro le concedió otro penalti a Ronaldo, que lo era, por agarrón en un córner —¿cuántos agarrones hay en los córners de un partido?— que Pachecho le adivinó y rechazó con la palma de su mano izquierda. Pero el partido ya era suyo. Faltaba que Cristiano culminase su reencuentro consigo mismo con otro gol y lo logró en la enésima internada de Marcelo. Pero antes, cuatro minutos antes, la rutina también se fijó en Morata. Había sustituido a Benzema, como siempre, había caído a los costados, como acostumbra, y en un balón largo de... Marcelo, ganó a su rival, lo dejó botar y lo elevó por encima de Pacheco, condenado de antemano. Morata fiel a sí mismo incendiando el debate de su suplencia con goles. Y el Alavés preguntándose como la rutina había acabado por devorarle a él y conduciéndole a la primera derrota de la temporada en su estadio. Tiempo tiene de averiguarlo.

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