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El Celta guarda su esencia hasta el final ante el Panathinaikos

El equipo de Berizzo derrota al Panathinaikos tras hacer lo posible para perder durante ochenta minutos y darlo todo para ganar en los diez últimos

Wass celebra su gol ante la mirada de Aspas.
Wass celebra su gol ante la mirada de Aspas. MIGUEL RIOPA (AFP)

En el fútbol ya pocas cosas son lo que parecen, se sepulta lo clásico y emerge lo híbrido, las competiciones europeas se juegan bajo un sol de justicia y los formatos de liguillas alejan a los partidos del frenesí de antaño. En este fútbol de 2016 hay equipos griegos que se presentan a jugar con un entrenador italiano y once futbolistas con once pasaportes diferentes. Ese es el Panathinaikos, que cayó en Balaídos ante un Celta que defiende sus opciones en la Europa League para dirigirse hacia un mano a mano con el Ajax para liderar su grupo, en todo caso para superarlo y acceder a las eliminatorias.

El Celta hizo lo posible por perder durante los primeros ochenta minutos y lo dio todo para ganar en los diez últimos. Sucedió lo segundo, detalle que alerta sobre su capacidad y la del rival. Se dejó llevar el equipo de Berizzo en un partido que comenzó bajo una solana con una inusitada pereza, pero que pronto se le nubló, incapaz de trenzar juego, de llamar a su identidad con y sin pelota, tan improductivo que acabó por invitar al rival a exponerse. El Panathinaikos, que empezó dubitativo y con reparos a la hora del despligue, era media hora después de saltar al campo un torrente con un más que interesante caudal y se fue al descanso tras coleccionar varias ocasiones para marcar e incluso un gol anulado mientras en Balaídos el celtismo, el del césped y el de la grada, estaba disperso, unos en busca de su juego, los otros con un reclamo hacia el palco y la negociación en marcha para que inversores chinos controlen el club: “Mouriño, atiende, el Celta no se vende”.

El calendario le exige al Celta, su técnico recurre a explorar la profundidad de la plantilla, pero la realidad es tozuda: hay bastante diferencia entre piezas, en su capacidad y sobre todo en como engranan. Naranjo y Señé, titulares en esta cita, no son Pione Sisto y Bongonda y todos ellos están muy lejos de lo que le ofrecían al equipo Nolito y el todavía lesionado Orellana. Rossi carece a día de hoy de ese don ubícuo, constante e industrioso que aporta Iago Aspas, al que guardó Berizzo en la banda durante 78 minutos y vivió ese tiempo como si estuviese enjaulado, desesperado por aportar. No se puede discutir el carácter coral que guió al Celta hacia su mejor versión, la del equipo que apretaba sin balón y se disparaba hacia la meta rival con una variedad y continuidad al alcance de muy pocos, pero si algo ha mostrado este inicio de temporada es que el plan de Berizzo se beneficiaba del talento de piezas que por ahora no tienen reemplazo.

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El Celta empezó en la tumbona, pareció levantarse con algún leve rescoldo de clase, con un taconazo de Guidetti que pareció más de Gutidetti, pero se volvió a caer. Lo sostuvo Sergio Álvarez con una doble intervención a remates de Ibarbo y Coulibaly, un malí que encendió el motorcito y se merendó la banda derecha; oo mantuvo en el partido la precipitación del rival, que dejó pasar dos goles bien anulados, uno por fuera de juego de Ibarbo, otro ya tras el descanso por falta previa de Berg antes de su remate y que reclamó un penalti en una acción en la que Cabral empujó a Ibarbo.

El partido transitó hasta un punto en el que el graderío aparcó reivindicaciones referentes a cuestiones de despacho y enfocó hacia el banquillo de Berizzo a la espera de que le insuflase a su equipo un aliento pelotero. Entraron Pione Sisto y Wass por los extremos Naranjo y Señé porque además Berizzo necesitaba más madera por dentro en un partido que se desmadejaba, pero en el que aún así el Panathinaikos jamás pasó apuros atrás hasta que, con doce minutos por delante, salió al campo Iago Aspas e hizo algo que apenas nadie en su equipo había hecho hasta ese momento: tiró un desmarque. No precisó mayor alarde para propiciar un penalti de Samba a Guidetti que, como el del área opuesta, también se quedó en el limbo. Pero el episodio, la proximidad del final y el bullicio de su futbolista bandera, activaron al Celta, trajeron a la grada de vuelta al verde. Llegó el triunfo porque el balón al fin se movió con soltura, Guidetti remató un servicio de Wass y poco después éste empaló desde muy lejos un diabólico libre directo. Pareció tan fácil y al tiempo tan difícil.

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