Las semillas de la corrupción
La lucha de un padre y su hijo contra el amaño en el fútbol juvenil
Esta es una historia sobre cómo nace y prospera la corrupción. No hay maletas llenas de billetes de 500 euros, no hay paraísos fiscales, no hay sobornos de políticos o funcionarios. Ningún partido político sufrirá consecuencias electorales. Nadie, que se sepa, se enriqueció.
Es una parábola sobre la laxitud moral que genera el clima donde la corrupción florece. Los hechos ocurren en España pero el escenario igual podría haber sido cualquiera de los países del mundo donde romper las reglas de la convivencia y abusar del poder es condenado desde la distancia pero sistemáticamente tolerado en la inmediatez cotidiana. Que los poderosos lo hagan: un escándalo. Que caigamos en ellos nosotros o miremos para otro lado cuando los nuestros lo hacen: normal.
Mi participación en la historia comenzó de manera sorprendente. Mark Freeman, un abogado canadiense experto en derechos humanos, me citó en un bar de Barcelona, la ciudad donde reside. Freeman dirige el Instituto para las Transiciones Integradas, organismo que asesora a países que aspiran a pasar del conflicto a la paz. Lo normal hubiera sido que quisiera contarme algo sobre uno de los lugares donde él trabaja, como Siria o Colombia.
Pero no. Nada de vida o muerte, o guerras, o crueles tiranías. Quería denunciar lo que él entendía haber sido una gran injusticia en un campo de fútbol. Y no en el Camp Nou o en el Bernabéu, exactamente, sino en un partido entre chicos de 15 años celebrado el 30 de mayo de 2015 en el municipio rural de Manresa, a 60 kilómetros de Barcelona. La indignación y energía del abogado canadiense superaron mi escepticismo inicial. La fecha del partido también me llamó la atención: tres días después del escándalo mundial que se desató cuando, respondiendo a una solicitud del FBI, la policia suiza detuvo en Zúrich a 14 directivos de la FIFA, el máximo organismo mundial del fútbol, por delitos de soborno, chantaje y fraude.
Los dos equipos jugaron por acuerdo mutuo a empatar. No habría goles; no habría siquiera disparos a puerta
La historia, según Freeman, era la siguiente. El resultado del partido había sido amañado. Era el último partido de la temporada entre los dos equipos que iban primero y segundo en la liga. Para consolidar esos dos puestos, para lograr que uno quedase campeón y el otro lograse el ascenso, y para evitar que el tercer equipo en la liga tuviese cualquier posibilidad de arrebatarle una de las dos primeras posiciones, los dos equipos jugaron por acuerdo mutuo a empatar. No habría goles; no habría siquiera disparos a puerta.
Lo tremendo de la historia, me dijo Freeman, es la radiografía que ofrece de cómo funciona la corrupción, empezando por los adultos que siembran en los jóvenes la noción de que la complicidad en el fraude es aceptable, acabando por la conspiración general de silencio que encubre la verdad.
“Lamento decirlo", me dijo Freeman en esa primera conversación en el bar barcelonés, “pero si algo así hubiera ocurrido en un partido entre niños en Canadá se hubiera armado un enorme alboroto. Manifestaciones, investigaciones, dimisiones y, sin duda, mucho ruido en la prensa".
De hecho, antes de hablar conmigo Freeman se había puesto en contacto con el New York Times. Al diario estadounidense le interesó la historia, la empezó a investigar pero la abandonó al no poder establecer si era veraz o si Freeman se la había inventado. Para ser justos, el New York Times no tuvo la suerte que tuve yo de poder contar con la ayuda de un becario que trabaja en la delegación de EL PAÍS en Barcelona. Pero me adelanto.
Los dos equipos eran el UE Cornellà y el Gimnàstic Manresa. Jugaban en la categoría Cadetes Preferente bajo la jurisdicción de la Federación Catalana de Fútbol. Lo que estaba en juego era lo siguiente: si el Cornellà ganaba o empataba se coronaba campeón de liga; si el Manresa empataba perdía la opción de ganar el campeonato pero se aseguraba el segundo puesto y el ascenso para la siguiente temporada en la División de Honor de Cadetes, categoría de alto nivel cuyos jugadores cuentan con la posibilidad de hacer carrera en el fútbol profesional. El tercer equipo en la clasificación, el CE Europa, quedaría segundo y lograría el ascenso si ganaba su partido y el Cornellà el suyo. Un empate o una victoria del Manresa eran los peores resultado para el Europa.
Un par de semanas antes del partido (siempre según lo que me contó Freeman) unos chicos del equipo del Cornellà hablaron con otros del Europa y les aseguraron que irían a por todas en el partido contra el Manresa. El Europa jugó su partido primero aquel 30 de mayo y ganó 4 a 0. Poco después, comenzó el partido entre el Cornellà y el Manresa, y algunos padres de los chicos del Europa empezaron a recibir mensajes por Whatsapp de padres de los chicos del Manresa y del Cornellà en los que confesaban que el partido era “una vergüenza”, que los equipos no estaban compitiendo de verdad sino pasando la pelota de lado a lado sin ninguna intención de marcar. El partido acabó 0 a 0; el Cornellà se coronó campeón; el Manresa ascendió y el Europa quedó tercero, excluido del ascenso.
Freeman tiene un interés en todo esto. Su hijo de 15 años, Malachai, jugó en aquel equipo del Europa. Después de nuestro encuentro en el bar volví a mi casa en Londres y encontré que me había enviado por correo electrónico un par de enlaces a dos vídeos del polémico partido entre el Cornellà y el Manresa. Uno, que dura 1’42” muestra a los jugadores paseándose por el medio del campo e intercambiando pases como si estuviesen participando en un ligero entrenamiento, no en el partido decisivo de la temporada. En el otro vídeo, de 32 segundos, se ve a un jugador del Manresa frente al área rival con una clara ocasión para disparar a puerta, pero se da media vuelta, pasa el balón a un compañero en el círculo central, que a su vez da un pase atrás a otro compañero, que se lo pasa a su portero. Se oyen en los vídeos comentarios despectivos, risas sarcásticas y exclamaciones de incredulidad.
Malachai Freeman, un chico guapo y espabilado que conocí después, escribió una carta firmada por la mayoría de sus compañeros de equipo y animó a su club a enviar una carta al Comité de Competición de la Federación Catalana de Fútbol (FCF) solicitando una investigación. El recurso, que incorporó los dos enlaces a los vídeos, alegó que los equipos del Cornellà y el Manresa habían predeterminado el resultado del partido; que jugadores que estaban molestos con el acuerdo habían recibido amenazas de sus clubes; que el día después del partido chicos del Cornellà habían pedido disculpas, en algunos casos llorando, a amigos que jugaban para el Europa. En la carta se indicaba que había habido una posible violación del artículo 289e del reglamento de la FCF según el cual pactar el resultado de un partido constituye una infracción “muy grave”.
Malachai me comentó la ironía, según él, de que antes de cada partido, a lo largo de toda la temporada, los equipos estaban obligados por la FCF, a sacar pancartas alabando “el juego limpio”. “Siempre muy implicados con los ‘valores’, la Federación", me dijo, con amargura, Malachai.
“Hablé con otros padres de chicos del Europa y me dijeron que lo dejara, que uno tenía que aguantar y callar, que esto de los amaños no era nada nuevo", explica Mark Freeman
Dos semanas después de recibir la denuncia del Europa llegó la respuesta del Comité de Competición. No había motivo para iniciar una investigación formal. La queja estaba archivada. El Europa tuvo la oportunidad de apelar pero no lo hizo. Mark y Malachai Freeman resolvieron que no se iban a rendir.
“Hablé con otros padres de chicos del Europa y me dijeron que lo dejara, que no había nada que hacer, que uno tenía que aguantar y callar, que esto de los amaños no era nada nuevo", me dijo Mark Freeman. Malachai por su parte intentó convencer a algunos de sus compañeros de equipo de que contaran lo que sabían del partido pero sus padres les dijeron que lo olvidaran.
“Insistí", me dijo Mark Freeman, “pero con el tiempo entendí que muchos de los otros padres se estaban hartando de mí. Me los encontraba en la calle y me di cuenta que fingían no verme, incluso en algunos casos cruzaban la calle para evitar hablar conmigo".
Les comenté a Mark y Malachai Freeman que una de dos: o la historia que contaban era cierta o ambos estaban locos. Reconocieron la verdad de lo que les decía, me aseguraron que estaban en perfecto control de sus facultades y me dijeron que me presentarían a una persona que les daría la razón: el que grabó los vídeos del partido.
Tras rogarme que no publicara su nombre, porque trabaja en el mundo del fútbol y temía represalias, me dijo que, efectivamente, los Freeman no estaban alucinando. “Ninguno de los dos equipos demostró el más mínimo interés en ganar el partido. No es que no hubo ni un tiro a puerta, no hubo ni un tiro de esquina. Ni apenas faltas. Ni, por supuesto, ninguna tarjeta de amonestación. Las 50 o 70 personas que presenciaron el partido todos supieron exactamente lo que estaba pasando".
Intenté hablar con el árbitro del partido, Ramón Ricard Comella Gil. Le mandé tres correos electrónicos que no me contestó; le mandé un SMS pidiéndole una hora para poder llamarle pero no hubo respuesta; le llamé repetidas veces y nunca cogió el teléfono.
Hablé con el presidente del Europa, un holandés radicado en Cataluña desde hace 30 años, llamado Guillaume de Bode. Curiosamente, pese a no haber apelado la decisión del comité de la FCF de no investigar el partido, no dudó en apoyar la versión de los Freeman. “Fue lamentable, una indignación muy grande", me dijo. “Ya se hablaba en el mundillo antes del partido de que se iba a hacer este pacto. Nos perjudicó mucho. Había niños destrozados en nuestro equipo porque habían luchado tan duro todo el año. Habían hecho la mejor temporada de sus vidas". ¿Por qué no apelaron? “Tiene que ver con un chantaje muy sutil de parte del comité de competición de la federación", contestó. “Es muy difícil de explicar… como que si te mueves demasiado te ponen la etiqueta de equipo llorón, y después te perjudican con otros temas. El fútbol es un reflejo de la sociedad y si vas de buena fe o de educado no prosperas. Es triste, y lo más triste de todo es que plantan la semilla de la corrupción en estos niños. La hipocresía de que anden predicando ‘el juego limpio’ y tal no tiene nombre".
La responsable de dar la cara por el comité de competición se llama Marta Puiggarí. Hablé con ella por teléfono y me pidió que le escribiera una carta. Lo hice y me respondió que el comité había recibido el recurso del Europa “pero no quedó acreditado el hecho denunciado” y el comité “decretó el archivo del expediente”. “Como usted bien conocerá", me escribió, “en todos los procedimientos disciplinarios se parte de la base de la presunción de inocencia, y en ese caso, no pudo demostrarse la falta denunciada".
Le respondí que el concepto legal de presunción de inocencia era, por supuesto, admirable pero no entendía que fuese motivo para renunciar a una investigación. Puiggarí me contestó que entendía mi punto de vista pero que la actuación de la FCF se debía “ceñir a la reglamentación aplicable”. Le propuse en mi siguiente respuesta que quizá la FCF se apegaba más a la letra de la ley que a su espíritu, que se refugiaba en los reglamentos para no investigar un caso que posiblemente subvertía la noble causa del “juego limpio” y afectaba la salud moral de los niños registrados en su federación. La correspondencia con Puiggarí acabó con una respuesta suya de una línea: “Ningún problema en que usted tenga la última palabra".
Seguí con la investigación. Hablé por teléfono y después intercambié cartas con el presidente del Cornellà, Alejandro Talavera Nos, y el del Manresa, Miquel Sebastià. Talavera comenzó expresando su sorpresa por “la extrañeza” de que, primero, el New York Times, y, después, un periodista “de su nivel” se interesara por un partido tan insignificante. Agregó que era “muy difícil” para él valorar todos los comentarios que se hacen sobre todos los partidos que disputa su club pero, remitiéndose “a los hechos objetivos”, el árbitro del partido no había reflejado ninguna anomalía en su acta; el comité de competición no abrió ninguna investigación; no conocía a nadie de la directiva del Manresa “y cualquier supuesto acuerdo entre clubes habría requerido de una comunicación entre responsables de los mismos”; y además, señaló, le unía una gran relación personal con el Sr. Guillaume de Bode, el presidente del Europa, del que jamás había recibido “el más mínimo comentario respecto al partido en cuestión".
(Preguntado al respecto, De Bode me diría que lejos de tener una gran relación personal con Talavera, no había hablado con él desde aquel partido, precisamente por la indignación que le había causado.)
Sebastià, el presidente del Manresa, me contestó de manera más breve y más tajante que Talavera. “Nuestro Club que está llegando a los 70 años de historia nunca ha amañado, ni ha pactado ningún resultado", escribió. “En el recurso de la federación fue desestimado, por tanto creo que es más la frustración de alguien y ganas de ensuciar nuestro club que otra cosa".
Fue entonces cuando se me ocurrió reclutar para la causa al becario de EL PAÍS Bernat Coll. Le di algunos datos que me habían dado los Freeman y le pedí que intentara conectar con algunos de los chicos que habían jugado en el partido. Tras rastrear la red dio con seis de ellos, y también con una de sus madres y uno de sus padres. Todos hablaron con el consentimiento de sus padres o representantes legales y todos confirmaron, en su esencia, la versión de los Freeman.
Suprimiendo los nombres (los cuales tenemos), el informe de Coll produjo los siguientes testimonios grabados, que hemos editado aquí:
Chico A del Gimnàstic Manresa:
- “Desde el club nos dijeron que fuéramos a empatar. Todo el mundo lo vio. El presidente y el coordinador vinieron tras el entreno del viernes. Nos dijeron que querían subir sí o sí, y que teníamos que empatar, que se daría la situación".
- “El entrenador siguió las órdenes del club. Yo lo respeto. Le supo mal, como a todos. Nos dijo que mandaban sobre él, y que no podía hacer nada".
- “El entrenador nos reafirmó: Si alguien marcaba, tenía que dejarse marcar; que el partido tenía que acabar en empate; que de parte del club, habría alguna sanción. Pero a ninguno de nosotros se nos pasó por la cabeza marcar. Nos cansamos más calentando que jugando".
Chico B del Manresa:
- “No nos esperábamos la noticia de ir a empatar. Pensé '¿qué me están diciendo?'"
- “Vino el presidente y el coordinador y nos notificó… Nos dijeron que estaba pactado con el Cornellà. Entre compañeros pensamos, ‘¡Qué mierda!’ Algunos lo aceptaron. Algunos no quisieron jugar, dos o tres".
- “No fuimos con la mentalidad de marcar. Posesiones y ya está, sin atacar. El árbitro no hacía nada. Era un espectador más".
- “Mi padre me dijo que conseguimos los objetivos, pero que no era la manera".
Chico C del Manresa:
- “Los dos equipos no atacábamos. Teníamos que hacer lo que nos decían. No estaba a gusto".
- “El entrenador nos plantea el partido como si fuera igual que siempre. Nos dijo que teníamos que ir a jugar contra ellos y que sería un partido disputado. Pero con la consideración de no atacar. Esa fue la única diferencia. Todos vimos que con el empate teníamos suficiente, y todos contentos. Con los del Cornellà sabíamos lo que pasaba. Nadie atacaba".
- “A mí no me gusta, pero tienes que mirar para el club y el equipo. El club vela por sus intereses. El Gimnàstic nunca había tenido un equipo en división de honor. Le daba un plus a la entidad".
Padre de Chico C:
- “Sabíamos que ambos equipos irían a buscar el empate. Esto se hace mucho, sobre todo a finales de temporada. En estas categorías pasa, sobre todo en los pueblos. Creo que se hacen favores mutuos, aunque sin dinero".
- “El entrenador les dijo que un empate servía. Que se lo cogieran tranquilos. El árbitro también lo sabía. Pitó ocho faltas".
Chico D del Cornellà:
- “El entrenador nos dijo que saliéramos a jugar, a jugar, a jugar mucho, como si fuera una gran posesión. Que no arriesgáramos. Cuando salió el entrenador del vestuario, nos quedamos hablando en el vestuario: ‘Qué raro’. No hacer pases de riesgo, controlar el balón… En el vestuario nos mirábamos raro. ‘Nos están diciendo que la toquemos cuando tenemos que salir a muerte".
- “Fue un partido de mierda".
- “Perdimos un balón y el delantero, con ventaja para encarar portería, decidió volver a iniciar una jugada".
- “Todo fue muy raro. Te das cuenta que esto no solo pasa en la televisión. No sé si los entrenadores hablaron. Supongo que fue una cuestión de club. No son los mejores valores del fútbol, pero…”
Madre del Chico D:
- “Cualquier espectador hubiera visto un rondo de 80 minutos. Los padres nos quedamos muy fríos. Los chicos no hacían nada. El partido fue patético. Que pase en los mayores… aún. Pero nunca pensé que pasaría con niños de 14 o 15 años".
- “Algunos padres se comunicaron con padres del Europa, y les explicaron qué había pasado".
Chico E del Cornellà:
- “Nos transmitieron un mensaje distinto al habitual. Que saliéramos a disfrutar y a jugar. Que estuviéramos tranquilos porque si los dos equipos íbamos apurados, al final, el empate estaría; porque ya lo habían hablado y todo eso".
- “No sabíamos si hacíamos bien o no, haciendo eso. Alguno se enfadó y no quería jugar".
- “Me hubiera gustado competir abiertamente. Pero una vez tienes el título, ya no te importa como lo has conseguido".
Chico F del Cornellà:
- “Estábamos cabreados de tener que jugar así. El club lo hizo para ganar el título de Liga. Nosotros queríamos ganar el partido".
- “Se nos quitaron las ganas de competir, porque fuimos a jugar sin opciones ni chispa de ganar, y no se juega igual. El entrenador nos lo comentó antes de empezar".
- “Entiendo que haya jugadores que no quisieran jugar. Me aburrí mucho, porque no presionábamos ni atacábamos. Estábamos contentos por haber ganado la Liga, aunque no lo celebras igual".
- “Me hubiera gustado jugar para ganar. Si yo fuese el entrenador en ningún momento hubiera dicho que había que empatar el partido".
Bernat Coll habló con el entrenador del Manresa, Adrià Talavera. Negó la versión de los hechos de los seis jugadores. “No hubo nada raro", dijo Adrià Talavera. “Fue un partido normal. Se compitió por las dos partes. Por suerte nos beneficiaba a los dos. Pero no fue nada premeditado. Fuimos a ganar. Había mucha gente y nadie vio nada raro". Talavera también negó que el presidente del club se hubiese presentado al entreno. “Quien te haya dicho esto, se lo ha inventado bastante".
Volé a Barcelona con el propósito de ver a Alejandro Talavera, el presidente del Cornellà, y a Miquel Sebastià, el del Manresa. Talavera dijo que no me podía recibir. Fui con Bernat Coll en coche a Manresa a ver a Sebastià.
“Pongo dos manos en el fuego. Es la primera vez que oigo esto. Lo que se dijo en el vestuario, no lo sé. Si me han engañado, no lo sé". M. Sebastià (Presidente del Manresa)
Nos sentamos con él en las gradas del pequeño y pintoresco estadio, rodeado de valles y colinas, a lo lejos los picos de Montserrat. Le dimos un resumen de nuestras investigaciones, incluyendo una lectura de extractos de los testimonios de los chicos de su club. Se le vio desconcertado, pero insistió una y otra vez que él no había estado en el entrenamiento anterior al partido y que jamás, “en ningún caso”, le había dicho a los miembros del equipo de cadetes que jugasen a empatar contra el Cornellà. Sugirió que los chicos no lo conocían y se confundieron. “Pongo dos manos en el fuego. Es la primera vez que oigo esto. Lo que se dijo en el vestuario, no lo sé. Si me han engañado, no lo sé".
Sebastià sí reconoció que había visto “un trozo” del partido. Cuando le propuse que, a diferencia de lo que había dicho el entrenador de su equipo, algo raro había pasado, no lo negó. “La gente hizo el mismo comentario. Vi que jugaban muy light. Me pregunté, ‘¿a qué juegan?’ Cornellà hacía lo mismo, casi, casi. No me sorprende todo esto que me están contando".
¿Por qué no? “Porque el Europa impugnó el partido. Por los comentarios que se hicieron". ¿Cómo respondió el club cuando el Europa impugnó el partido ante el comité de competición? “Que el entrenador no les dijo que jugaran solamente a empatar, que jugamos a no perder y poca cosa más… Es la primera vez que nos pasa algo así en nuestro club, la primera vez. Y llevo 20 años aquí, cinco de presidente".
Alejandro Talavera ha sido presidente del Cornellà desde diciembre de 2012. Le escribí una carta con los testimonios aquí citados. No le causaron ninguna aparente incomodidad, no vio ninguna razón para indagar más en el tema, no alteraron en lo más mínimo su postura inicial. Se limitó a remitirme a su anterior carta en la que se refirió a “los hechos objetivos”.
Pero ni Talavera ni, mucho menos, Sebastià niegan categóricamente ahora que hubo un amaño. No pueden. Mark y Malachai Freeman no están locos, no se lo inventaron. Freeman, informado del resultado de nuestras investigaciones, comentó que el tema aquí no era señalar a individuos sino culpar a la cultura que hizo posible que se contemplara pactar el resultado del partido de antemano y después encubrirlo mirando para otro lado. Lo fácil sería pedir las cabezas de determinadas personas; quizá serviría para que en el futuro los clubes se lo piensen dos veces antes de pactar un resultado. Pero no dejarían de ser cabezas de turco, chivos expiatorios que darían la oportunidad a todos los que conspiraron en silencio para librarse de su cuota de responsabilidad.
Como me dijo el persistente señor Freeman, los espectadores de aquel partido, los jugadores y sus padres, los jugadores del perjudicado Europa y sus padres también, los directivos de los clubes, el árbitro, el comité de competición de la federación de fútbol deberían haber unido fuerzas para que saliese la verdad y se hiciera justicia. Pero nadie se rebeló y si el joven Malachai Freeman no hubiera tomado cartas en el asunto, ni siquiera el Europa habría solicitado una investigación.
Será interesante ahora ver si hay una caza de brujas para intentar identificar a los chicos que se atrevieron a contar lo que realmente ocurrió. O si, como teme Guillaume de Bode, habrá represalias de algún tipo contra su club. Quizá simplemente se refugien todos una vez más en el silencio.
Lo que clama al cielo es que se sembrara la corrupción moral en chicos de 14 o 15 años, algunos de los cuales llegaron a decir en sus testimonios que “respetaban” la decisión que se tomó, que daba igual ya que se trataba solo de “un partido más”, que había que “mirar por el club”, que los otros “habrían hecho lo mismo”, que “una vez que tienes el título ya no te importa cómo lo has conseguido”. Similares lecciones habrían recibido los padres de estos chicos cuando eran jóvenes, lecciones que corroen a una sociedad, sea donde fuera en el mundo, y crean las normas sociales para que después los políticos, o los funcionarios, o los empresarios, o los directivos de la FIFA roben con impunidad y con la conciencia tranquila.
¿La moraleja de esta parábola del mundo real? Solo hay que parafrasear la famosa cita atribuida al filósofo irlandés Edmund Burke. Lo único necesario para que la corrupción triunfe es que los hombres buenos no hagan nada.
*Bernat Coll colaboró en este reportaje.
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