Murray y Del Potro brindan por el tenis
El escocés hace historia al convertirse en el único bicampeón olímpico en individuales: 7-5, 4-6, 6-2 y 7-5 (después de 4h 02m) ante el argentino, relanzado en Río tras superar un calvario de lesiones
Fue un brindis por el tenis. Una exhibición de juego y recursos, de técnica, estrategia y arrestos, por parte de uno y otro. Tensión emocional en la cancha de Río, similar ayer a un partido de La Bombonera por los cánticos y las coreografías de los seguidores argentinos. Una final hermosísima que después de 4h y 02m cayó del lado de Andy Murray, ya un tenista histórico, entre otras cosas porque con este segundo oro es el único jugador de la historia que obtiene dos títulos de campeón olímpico en la modalidad individual.
Venció el escocés, pero bien podía haberlo hecho Juan Martín del Potro, en un pulso vibrante y volcánico (7-5, 4-6, 6-2 y 7-5), de poder a poder, precioso, que permitió al de Dunblane revalidar el título que logró en hace cuatro años en Londres. Tan elocuente fue la noche que los dos protagonistas terminaron fundidos en un abrazo que se prolongó durante casi 10 segundos, y luego vinieron las lágrimas de uno y otro, y la emoción y la felicidad del ganador y el vencido, porque en el fondo ambos salieron victoriosos.
Murray, todavía más reforzado, con un galardón más este curso y desprendiendo la sensación de que hoy día es el hombre más en forma del circuito; y Del Potro, enorme esta semana brasileña, todavía más renacido, porque después de un infierno y de volver a asomarse a la élite, dejó muy claro que a nada que su fisionomía le respete el tenis ha recuperado a un magnífico activo, de 27 años y aún con mucho que hacer y protagonizar de aquí en adelante. Tremendos los dos.
Fue un broche sublime a siete días en los que pasó de todo, en los que se confirmó el poder emergente de Murray, la resiliencia crónica de Rafael Nadal –oro en el dobles y cuarto como solista– y la vulnerabilidad de Novak Djokovic, al que hasta hace nada se le veía como un jerarca indestronable. Sin embargo, la mejor noticia que deja Río probablemente sea la resurrección de Del Potro, triturado en los últimos años por su muñeca izquierda, muerto deportivamente hace no mucho y de nuevo entre la crème de la crème del tenis.
La propuesta del argentino, verdugo de Djokovic y Nadal –y no muy lejos de serlo también de Murray–, dio lustre al éxito del británico. Si finalmente cayó el de Tandil, en buena medida respondió a una razón de depósito. Acusa aún la inactividad de los dos últimos años, terminó roto, apoyado en la red para no venirse abajo y acalambrado, pero con una felicidad que solo los que han pasado por un calvario como el suyo saben lo que cuesta. Se le agotó la gasolina y cedió, pero le exigió a Murray lo que no está escrito.
Bombardeo argentino y exhibición defensiva
Y eso que tuvo que ir a remolque, porque entregó un primer parcial que perfectamente podía haberse adjudicado. Después, armó la derecha y percutió como una mala bestia, una vez, y otra y otra, obligando a Murray al escorzo continuo para cazar bolas e intentar devolverlas con algo de sentido. Arrolló al escocés en el segundo set, pero se le fue la chispa en el tercero, con dos dobles faltas en el sexto juego (seis en total) que reimpulsaron al número dos, magistral en la defensa y sobresaliente en el resto de vertientes.
Del Potro fue perdiendo fuelle físico, así que se agarró a la hinchada. Donde no llegaban las piernas, lo hizo el alma
Del Potro (bronce en los Juegos de 2012, ahora 141º del ranking) fue perdiendo fuelle físico, así que se agarró a la hinchada. Ahí, un nutrido elenco de camisetas argentinas. Voces para que, donde no llegaban las piernas o la fuerza, lo hiciera el alma. “¡Soy argentino, es un sentimiento, no puedo parar!”, entonaban desde el graderío circular de la central. Tuvo vida el de Tandil hasta el final, lo cual ya es mucho; la tuvo, a pesar del cansancio y de Murray, una máquina tenística que este curso ya ha conquistado Wimbledon y Roma, además de haber disputado las finales de Melbourne y París.
Desde que en junio volviese a aliarse con Ivan Lendl, su actual técnico, 18 victorias y ninguna derrota: trofeos en Queen’s, Londres y Río. Ojo, Djokovic. Apunta el escocés al número uno. Está en un momento dulce y se siente poderoso Murray, capaz de salir airoso de un último parcial desgobernado y loco, en el que cedió tres veces el saque, contragolpeando y pegando aún más fuerte. El escocés ya no es aquel que bajaba los brazos cuando venían mal dadas. Es un competidor nuevo, padre y esposo feliz. Y de su cuello cuelgan ya dos oros olímpicos.
“EL TENIS ES MI VIDA Y VUELVO A SER FELIZ”
Fueron muchos días duros, muchas las ganas de rendirse. Tres pasos por el quirófano en dos años. Dolor, soledad. Miedo. Un hombre vacío y con la muñeca totalmente averiada. La retirada sobrevolando la mente. Pero todo eso pasó. Y, ahora, Juan Martín del Potro sonríe, porque es otra vez tenista.
“El tenis es mi vida. Sufrí cuando no pude jugar y hoy el tenis me hace feliz de nuevo”, exponía el argentino después de colgarse la plata, su segundo metal olímpico. “Todos los días he pasado algo maravilloso aquí y en la Villa, y esto es porque juego al tenis. Poder golpear de derecha y que la gente lo admire lo extrañé cuando estuve de baja. Ahora jugué ocho partidos seguidos. Más que nunca en mucho tiempo”, subrayó el de Tandil, después de un esfuerzo titánico.
“Era tremendo el cansancio que tenía”, prosiguió; “estuve descompuesto al principio, con ganas de vomitar. A causa del cansancio. Me empecé a marear también y traté de dosificar energías. Pero estar ahí después del partido contra Rafa Nadal y una pelea de cuatro horas en la final, para mí es algo maravilloso”.
El reconocimiento fue unánime. Todo el mundo se sumó al elogio; por supuesto, también Murray. “Jugó extremadamente bien, es asombroso cómo ha vuelto después de todo lo que pasado con la muñeca, una y otra vez el mismo problema. Es sorprendente que haya vuelto y que lo haya hecho a este nivel. Debe estar muy orgulloso, no es algo fácil de hacer”, ensalzó el escocés.
“Estoy realmente feliz. Este ha sido uno de los partidos más difíciles que he tenido que jugar para ganar un título importante. Ha sido muy duro física y emocionalmente”, zanjó Murray.
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