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Neymar, de todo menos gol en el estreno olímpico ante Sudáfrica

El extremo de Brasil absorbe la pelota y el protagonismo pero, al igual que sus compinches de la delantera, falla en la definición y no puede evitar las tablas

Jordi Quixano
Neymar, derribado en el partido contra Sudáfrica.
Neymar, derribado en el partido contra Sudáfrica.EVARISTO SA (AFP)

Hace muchos años que Brasil no juega al jogo bonito, un estilo de quiebro, virguería, pase y puntería que le definió durante muchos años y que resumió Nike en un anuncio memorable en 1998, en un aeropuerto donde Cafú, Ronaldo, Romario, Denilson y Roberto Carlos hacían travesuras con la pelota al tiempo que esquivaban a la policía. Poco menos de una década después, la selección pasó por el dungismo y desde entonces no se quitó el músculo de la cabeza. Brasil Sub-23, sin embargo, tiene muchos artistas del balón, pero más que al jogo bonito jugaron al freestyle, con regates en una baldosa y pocas mezclas. Hasta que la exigencia del triunfo, acentuada por la superioridad numérica en la última media hora y por la necesidad del oro nunca logrado, reclamó el pase y también el protagonismo de Neymar. Pero falló en la definición como lo hicieron sus compinches de línea y Sudáfrica celebró un empate inesperado.

Quiso el 10 de Brasil y el capitán hacer todo y más, ser extremo y también medio, un poco a imagen y semejanza de Messi en el Barça. Era el epicentro porque todos jugaba para él, pero no se salió con la suya porque Sudáfrica cerró las líneas y no se apuró con el repliegue sino que pareció conforme con utilizar las contras como recurso. Entre otras cosas porque es un equipo con más piernas que pies, con Masuku y Modiba como auténticas balas. Dolly, sin embargo, ponía la pausa desde la izquierda para explicar que el Mamelodi Sundowns se le queda pequeño, que tiene sitio en Europa. Lo mismo que el central Coetzee (Ajax Cape Town), serio y disciplinado, capaz de organizar a una zaga que se midió con éxito a la mejor delantera del torneo.

Gabigol partió por la derecha y recordó, salvando las distancias, a Adriano (el Emperador) porque tiene mazos en vez de botas, capaz de armar la pierna en un pispás. Gabriel Jesús, reciente fichaje del Manchester City, es el dribling, el brasileño de juego engatusador de cintura y pies. Y Neymar es Neymar, el verdadero picante que probó tres disparos desde la frontal que se festejaron en las gradas hasta que Khune puso las manoplas de forma poco ortodoxa o el balón le sacó las astillas al larguero por arriba. Replicó Sudáfrica, cuando Mothiba le ganó una carrera a Rodrigo Caio pero falló en el chut; cuando Dolly completó una contra con un disparo cruzado que le siseó al poste.

Pero Neymar persistió en su empeño de acentuarse, siempre el pie de las jugadas a balón parado, peleado con un césped en estado precario y objeto de un penalti de Mobara que Lahoz no apreció. Pero sí que vio las dos entradas a destiempo de Mvala y dejó a Brasil con uno más durante media hora. Momento para que el técnico Micale pusiera a cuatro puntas (se sumó Luan) y sacara a Rafinha, momento en que la Canarinha comenzó a componer fútbol y no soliloquios. Como en esa jugada de Neymar, Luan y Rafinha que Gabriel Jesús tiró al palo cuando lo fácil era meterla. También lo probó Gabigol y por descontado Neymar. Pero Brasil y su delantera dorada se quedaron sin gol.

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