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Portugal y su triste fado futbolístico

La selección lusa, que nunca ganó un título, llega por séptima vez a las puertas de una final

No suele haber término medio con Portugal, que si se presenta en la escena es para brillar. No, por ahora, para ganar. Este miércoles jugará su séptima semifinal en un gran torneo de selecciones. Apenas una vez llegó a la final, y la perdió. Este es un repaso de sus calamidades cuando acariciaba la gloria, pero también de las inolvidables epopeyas de un país que respira fútbol.

Mundial 1966. Portugal se estrena en un gran torneo tras apear en la fase previa a Checoslovaquia, que había sido finalista cuatro años antes en Chile. Eusebio era Balón de Oro y el Benfica un grande del continente que había disputado en cinco años cuatro finales de la Copa de Europa. Todo lo bueno que se preveía se confirmó en tierras inglesas. Portugal ganó sus tres primeros partidos, incluido el que mandó para casa a la campeona Brasil, que tenía a Pelé lesionado, y accede a cuartos de final donde le esperaba Corea del Norte, ignota pero menos tras haber dejado fuera a los italianos. En la banda lusa mandaba Otto Gloria, un brasileño de ascendencia lusa que hasta los 32 años había ejercido como profesor de Historia y entrenador de baloncesto en sus ratos libres. No había scouting sobre los rivales. A los 55 segundos marcaron los coreanos, y lo hicieron dos veces más en 25 minutos. Años después José Augusto, una de los mejores futbolistas de aquel equipo, reveló que el técnico quiso dar un giro al partido. “Me llamó a la banda y me pidió que me pegase al ocho, que llevaba una rodillera porque todo el juego pasaba por él. Lo cierto es que era al único que distinguíamos porque todos parecían iguales”.

Resumen del Portugal-Corea del Norte del Mundial de 1966

El caso es que Portugal comenzó a carburar. Más bien lo hizo Eusebio, que firmó una inolvidable exhibición de potencia, clase y juego para anotar los cuatro goles que remontaron el marcador antes de que cerrase José Augusto el 5-3. En la semifinal contra Inglaterra volvió a marcar Eusebio, pero dos goles de Bobby Charlton llevaron a los anfitriones a la final. Portugal se consoló con la tercera plaza al superar a la Unión Soviética y Otto Gloria dejó la selección para fichar por el Atlético de Madrid y llegar justo a tiempo para estrenar el banquillo del Vicente Calderón, inaugurado en octubre de ese año.

Eurocopa 1984. Portugal no volvió a mostrarse en un campeonato hasta 18 años después de la aquella aventura inglesa. Otto Gloria estaba de vuelta, pero una derrota en la fase previa ante la URSS por 5-0 y un 0-4 contra Brasil en un amistoso en Coimbra le descabalgaron del equipo. Así que tras lograr el pase, el grupo se presentó en Francia absolutamente fracturado con una guerra civil en el vestuario entre futbolistas del Benfica y los del emergente Oporto. Y con cuatro entrenadores. Antonio Morais representaba la sensibilidad portista, Toni y José Augusto al Benfica y Fernando Cabrita, que firmaba en el acta como primer técnico, era el hombre de consenso, un preparador sin pedigrí que llegó al torneo tras dirigir a Beira Mar, Río Ave y Viseu. Era una bigotuda selección que jugaba al ritmo de Chalana, un indómito que obligó a que le dejasen viajar al campeonato con su mujer, acreditada como periodista. Tan sólo el delantero Jordao y los dos metas suplentes no jugaban en Oporto o Benfica, pero de aquella inopinada aleación resultó un equipo inolvidable que solo se fue a casa tras una agónica semifinal en Marsella en la que a falta de seis minutos para acabar la prórroga dominaban a Francia. Igualó el lateral Domergue en el minuto 114 y sentenció Platini cuando ya todos miraban a los penaltis.

Eurocopa 2000. Portugal pasó sin brillo por el mundial mexicano después de su explosión en la Eurocopa gala y estuvo diez años más sin hacer ruido hasta que en 1996, tres décadas después de su presentación a nivel global, regresó a Inglaterra. Quedó apeada por la República Checa en una Eurocopa que sirvió como carta de presentación de la conocida como Generación de Oro, la que en 1991 había llevado a la selección a ser bicampeona del mundo sub-20. Figo, Rui Costa, Paulo Sousa, Abel Xavier o Jorge Costa estaban en aquel grupo, al que pertenecía Vitor Baia. El delantero Joao Pinto también, y ya había alzado el título dos años antes, junto a Fernando Couto. En la Eurocopa de Bélgica y Holanda ganaron los tres partidos de la primera fase y dejaron fuera del campeonato, de una tacada, a Inglaterra y Alemania. Solventaron un cruce con Turquía y volvieron a citarse con Francia en una semifinal, otra vez en una decisiva prórroga, de nuevo con un gol postrero, un penalti transformado por Zidane en el minuto 117. Antes, en el último minuto de los noventa reglamentarios, Barthez hizo la parada de su vida a un remate a bocajarro de Abel Xavier.

Eurocopa 2004. Era el lugar y el momento, en casa con la dorada generación no sólo en su apogeo sino con Deco y Cristiano Ronaldo como refuerzo para un equipo sin fisuras. El Oporto acababa de proclamarse campeón de Europa y el técnico Luiz Felipe Scolari garantizaba, a priori, resultados. El torneo se inició con un fiasco en O Dragão ante Grecia, pero pocos podían sospechar que iba a acabar con idéntico partido y el mismo final. Portugal envió para casa a España, superó a Inglaterra en cuartos en los penaltis y a una gran Holanda en semifinales. Y cayó de nuevo ante Grecia en la resolución más inesperada. “Fueron más eficaces”, resumió Figo. “Somos mejores, pero fueron más efectivos”, lamentó Deco. “¿Están satisfechos jugando así?”, se preguntó Pauleta ante los medios mientras tras él festejaban los jugadores helenos. Portugal todavía llora aquella derrota. “Si pudiese cambiar una única cosa del pasado me pediría sin dudar ese título”, apunta, ya desde el recuerdo, el gran mediapunta Rui Costa.

Mundial 2006. El mismo grupo y el mismo técnico volvieron a intentarlo dos años después en Alemania. Rui Costa se lo perdió, pero no Figo, que lideró a un equipo que mandó sin problemas en la fase de grupos ante México, Angola e Irán y volvió a cruzarse y a ganar a Holanda e Inglaterra, otra vez en los penaltis. Y, también de nuevo, volvió a interponerse Francia ante una final. Y Zidane, autor otra vez del gol que eliminó a Portugal. Fue el final de una generación. “Cuando se vaya retrocederemos veinte años”, había dicho Scolari ante el adiós de Figo. Pero ya entonces Cristiano Ronaldo empezaba a tomar vuelo, al año siguiente alzó su primera Premier y se disparó como el líder de un nuevo tiempo.

Eurocopa 2012. La exuberancia de Cristiano Ronaldo empuja en los últimos años a Portugal , que ha rebajado el perfil grupal para agruparse en torno a su estrella. Tres goles suyos le dieron el pase a semifinales en el campeonato celebrado en Polonia y Ucrania. Primero marcó dos contra Holanda para sellar el pase a cuartos de final y luego anotó contra la República Checa para presentarse en Donetsk ante España. Allí se guardó en los penaltis para lanzar el quinto y cerrar la tanda, pero un error de Bruno Alves le dio la oportunidad a Fàbregas de resolver y frustrar a la estrella madridista.

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