_
_
_
_

Martín: “Hemos adelantado los Sanfermines”

Los jugadores de Osasuna celebran el ascenso por todo lo alto y dedican el éxito a su afición, mientras los jugadores del cuadro catalán lloran su tercera oportunidad perdida

Bernat Coll
Los jugadores de Osasuna festejan en Montilivi.
Los jugadores de Osasuna festejan en Montilivi. Robin Townsend (EFE)

Faltaban pocos segundos para que el árbitro señalara el final del encuentro. Pocos segundos para que el ascenso fuera una realidad. En la banda, los jugadores suplentes de Osasuna, saltaban como posesos, en pleno avance de la celebración del equipo. Pitó el árbitro y se echaron al campo convertido el césped en un gran abrazo colectivo. Estaban en Primera. Volvían a la élite. Al otro lado, la pena embargaba al Girona.

En una de las esquinas de Montilivi, 450 aficionados uniformados de rojo cantaban y homenajeaban a su equipo. Su alegría era la alegría contenida de todos los partidos del playoff, intensos, duros, siempre victoriosos, también el decisivo en Montilivi. Los seguidores navarros llegaron a la ciudad al mediodía y ocuparon los alrededores del campo, festivos, siempre entre cantos. Así volvieron a casa, contentos y felices, algunos afortunados con botas, pantalones y camisetas que les regalaron los jugadores, trofeos de un ascenso inolvidable. Festejaba Osasuna en Girona mientras los hombres de Pablo Machín, desde el centro del campo, muchos llorando, recibían el premio de la afición, que les agradeció el esfuerzo con gratitud apenada, con aplausos tristes, llenos de agradecimiento tras una temporada que no presagiaba nada bueno a mediados de año, con el equipo en la posición 16 de la clasificación al final de la primera vuelta.

Cuatro partidos de play-off, cuatro victorias y Osasuna, de vuelta a Primera, tras dos años en la división de Plata. Y en el Montilivi, las lágrimas de los jugadores del Girona y de sus aficionados, que por tercer año consecutivo habían rozado con los dedos el pase a la Primera División, se mezclaban con las de los osasunistas, felices por el premio obtenido. Pocos entre los navarros tan emocionados como Enrique Martín, su entrenador, expulsado por invadir el campo a falta de diez minutos para el término del encuentro , que volvió al campo llorando desconsolado.

Enrique Martín lo celebra con uno de sus jugadores.
Enrique Martín lo celebra con uno de sus jugadores.Robin Townsend (EFE)

“Me he pasado los últimos cinco minutos pensando en mi padre, que murió el 24 de noviembre. Me dijo que nos dejaba en el ático y desde ahí se veía la primera. Os juro que la próxima rueda de prensa la hago en un ático” dijo el técnico de Campanas. “Me he pasado los últimos cinco minutos llorando en el vestuario pensando en él”. Acto seguido, miró a la grada, a los ocho mil aficionados llegados de Pamplona, y aseguró: “Hemos adelantado los sanfermines. Esta gente llena y anima en El Sadar aunque nos vaya mal, se gasta su pasta y viaja con nosotros los fines de semana y los lunes a currar. Esto va por ellos”.

Voló Martín, manteado por sus pupilos, con los que se abrazó. Y se abrazó emotivo con Pablo Machín, su colega en el banquillo del Girona, con la cara que deja el dolor de la derrota. “Tenemos callo, lo del año pasado fue extremadamente cruel. No lo hemos tenido ganado, pero por la trayectoria del equipo, después de haber estado casi en descenso en navidad, llegar hasta aquí. El que dijo que el futbol es lo más importante de lo menos importante tenía razón, pero hay veces que toca ganar y otras no, y lo que tiene que hace los chicos es levantar la cabeza y estar orgullosos”.

Admitió el soriano que al final “lo que determina es el acierto y Osasuna lo ha hecho, Lo intentamos con el corazón pero al final, esto es para quien la mete y la han metido ellos”. El técnico calificó como “un temporadón”· el curso del Girona y recordó que este equipo “pasará a la historia por lo que ha conseguido, pese a no lograr el ascenso”.

Mientras Machín atendía a los medios, el vestuario visitante era un festival. Mikel Merino, que abandonará la disciplina osasunista tras haber llegado a un acuerdo con el Borussia de Dortmund calificó la temporada de Osasuna como “espectacular. Nos merecemos el premio y para mí, es un orgullo poder darle esta alegría a la afición, que es increíble. Vienen todos los días, nunca nos han dejado solos y nos han demostrado que ellos son los mejores”. A su lado, Urko Vera no se olvidó, con exquisita deportividad, de los compañeros derrotados: “Han perdido, pero se merecen nuestros respetos y hay que darles la enhorabuena porque tienen mucho mérito”.

Roberto Torres tampoco se olvidó que el Girona se quedó por segundo año consecutivo a las puertas del ascenso y de entrada, les felicitó por cómo habían competido. “Nos lo han puesto muy difícil y sabíamos que iba a ser así”. Admitió que sabían que iba a ser un partido “muy duro” pero que el gol les dio “tranquilidad” y permitió “manejar el partido”. Salimos a ganar porque sabíamos que jugando a empatar, perdíamos. Henos dado una lección de lo que es un equipo: cuatro partidos de play-off, cuatro victorias. Nos lo hemos ganado. Miró a la grada, donde cantaban sus incondicionales y dijo: “Son iguales que yo: tienen el corazón igual de rojo. Son la hostia”.

Girona y Nástic eran equipos complicado y no ha sido fácil, pero metiéndonos como nos metimos, sabíamos que no íbamos a fallar. Esto es para nuestra afición que es de Primera”, aseguró Nino, que sabe lo que es jugar en Primera con Osasuna,y pensó en los suyos, en su familia “y en esta gente, que se lo merece todo, porque es cojonuda. Nos lo hemos ganado, por el equipo y por ellos”, señaló a los aficionados.

Las palmas de los hinchas navarros siguieron repicando durante un largo rato. Cuatro jugadores osasunistas salieron de los vestuarios para compartir su alegría y la afición entró en erupción, encadenando un cántico tras otro. A las afueras de Montilivi, un centenar de seguidores del Girona esperaron la salida de los jugadores catalanes para intentar sanar la decepción. Sin demasiadas restricciones de seguridad y por la proximidad de las instalaciones con la calle, futbolistas y seguidores se mezclaron en una escena emotiva. Lloraba la afición, lloraban los jugadores. Granell, por ejemplo. “No lo merecemos, esto es durísimo. Este equipo lleva dos años luchando y lo hemos hecho todo para subir. Me queda el sabor de que el futbol es una mierda. Girona vuelve a resignarse.

En el vestuario, cantaban los jugadores de Osasuna, a modo de himno grupal, un viejo tema de Barricada: “Cuando se aprende a llorar por algo, también se aprende a defenderlo”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Bernat Coll
Periodista centrado actualmente en la información sanitaria. Trabaja en la delegación de Catalunya, donde inició su carrera en la sección de Deportes. Colabora en las transmisiones deportivas de Catalunya Ràdio y es profesor del Máster de Periodismo Deportivo de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_