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FC BARCELONA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un guerrero a su bola

Neymar se sabe un jugador al que todo defensa de la Liga se la tiene jurada, salta al terreno de juego con ese estigma de hombre a cazar

J. Ernesto Ayala-Dip
Neymar dispusta el balón con Lombán ante la mirada de Fernández.
Neymar dispusta el balón con Lombán ante la mirada de Fernández. JORGE GUERRERO (AFP)

El papel de Neymar en el Barça viene siendo desde hace dos años el del tipo que está jugando dos ligas a la vez. En todos los partidos, Neymar ofrece dos perfiles que siempre se complementan para bien en el cuadro de Luis Enrique. El perfil del hombre de equipo que es y le gusta ser y el de un guerrero que va a su bola. Las prestaciones como hombre de equipo ya todos las conocemos: colocación en el extremo izquierdo cuando Jordi Alba se queda en su sitio y una mezcla de interior y falso nueve cuando el carrilero llega hasta la línea de córner para centrar. En esos menesteres, el crack brasileño es letal.

Pero hablemos de su otra condición. Neymar se sabe un jugador al que todo defensa de la Liga se la tiene jurada. Neymar salta al terreno de juego con ese estigma de hombre a cazar. La gama de faltas de que fue víctima durante la Liga que acaba de finalizar fue de una variedad para no dejar a nadie indiferente. Los pisotones a su tobillo registran distintas modalidades, a cada cual más alevoso o más sofisticado. Los empujones, las zancadillas, las entradas por detrás o los plantillazos por delante se producen casi siempre sin la pelota en sus pies. He visto perplejo de qué manera tan sincronizada varios jugadores contrarios se reúnen contra su cuerpo a efectos de hacerlo caer, no desaprovechando —ya que estamos—, la confusión corporal para deslizar alguna patadita, no sea que el contubernio defensivo no obtenga los resultados calculados. Neymar sabe que en cada partido siempre habrá algún mensaje para él. O contra él. Al final todo se convierte en un círculo vicioso. Yo te hago un regate que me acabo de inventar porque si no, no avanzo. Tú te enfadas por la solución que mejor se me da y te vengas con alguna alevosía. Yo me enfado por tu agresión (o me alegro, a lo mejor este es mi misterio) y te inyecto otro regate aún más ignoto. Y así hasta que empiece la próxima Liga.

Neymar es un tipo muy imaginativo. No estoy muy seguro de que viva solo para el fútbol. Pero sí estoy seguro de que vive para tener a punto siempre el próximo regate definitivo. Sabe que lo necesitará. Para llegar al arco contrario y ayudar al club que le paga. O para saldar la puntual e incontrolable injusticia que vendrá.

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