La novela del Barça
Algunos imaginaron que la Liga acababa como ‘El Padrino III’. Pero el Barça escribió el final que se temía
El fútbol es breve. Por eso, muchas veces, hay que jugarlo desde la víspera, para que dure más. En ese lapso de espera, mientras se aproxima el partido, el fútbol es sueño, y puede pasar cualquier cosa. Algunos tuvimos tiempo de imaginar que la Liga acababa como El Padrino III,cuando en su clímax, mientras los Corleone asisten a la ópera, don Altobello muere en uno de los palcos, tirotean al arzobispo Gilday en su iglesia, apuñalan a Lucchesi con sus propias gafas, y asfixian y cuelgan de un balcón al banquero Kienzig. Por si fuera poco, envenenan el nuevo papa. Todo, en un suspiro. Si la jornada del sábado nos deparaba un final así, lleno de conmovedoras simultaneidades, el campeón de esta Liga todavía podía ser el Superdépor de Arsenio Iglesias.
El Madrid se presentó en A Coruña mentalizado para ganar rápido y aguardar a que la angustia se apoderase del Barça en Granada. Se trataba de ganar sin placer, ganar por ganar, para sentarse a ver qué ocurría a continuación. Cualquier cosa, ordenó Zidane, antes que darse el lujo de flaquear en el último día. Esta infalibilidad madridista me trajo a la cabeza aquel anuncio por palabras que Joaquín Sabina aseguró ver en la sección de contactos de un periódico local, y que rezaba: “A nosotras nunca nos duele la cabeza”.
La Liga se prestaba a cualquier cosa, después de una temporada en la que los dos primeros clasificados fueron víctimas de un extraño impulso que los llevó a arrojarlo todo por la ventana, y comenzar de nuevo, casi desde cero, para esquivar el aburrimiento. En la vida es bonito empezar historias, aunque no acaben. Los finales ponen a uno triste, aunque sean dichosos. César Aira dice que el instante de empezar, en su caso a escribir novelas, es siempre el más divertido. Cuando el libro va por la mitad, lo asalta el tedio, y sólo quiere empezar un libro nuevo, así que mata a todos los personajes para acabar pronto, sin que le importe si ese final tiene sentido. Por momentos, Madrid y Barça también actuaron así, huyendo de un final razonable, previsto, para buscar un comienzo nuevo, que los hiciese sentir jóvenes, inconscientes y felices.
Florentino Pérez, por ejemplo, despidió a Rafa Benítez y ordenó un comienzo nuevo, con Zidane en el banquillo, que encadenaría victorias y trajes rotos. Por su parte, el Barça propuso una novela en la que se precipitaba a uno de esos hastíos juveniles que te sorprenden cuando haces las cosas demasiado bien desde el principio. Es raro, pero humano. Yo todavía no me repuse de la confesión de un amigo, que después de una vida de lo más emocionante y convulsa, una noche vacía se apoyó en la barra, se volvió, y me dijo con la mirada abatida: “Me cansé de follar tanto; me retiro”. Tenía 19 años. No entendía nada, pero me dio mucha pena. Una semana después, por suerte, lo vi saliendo de un hotel con mi novia. Volvió a tiempo por sus fueros, como el Barça, que a última hora escribió el final que todo el mundo se temía.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.