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siempre robando
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Magia

Valerón se conservó durante más de 20 años en la élite, un mediapunta tan antiguo que su fútbol se remonta a tiempos en los que el hombre ni siquiera sabía correr

Manuel Jabois
Valerón pugna por el balón con San José.
Valerón pugna por el balón con San José.Elvira Urquijo A. EFE (EFE)

Para que Juan Carlos Valerón no corriese nunca, y de hecho no lo hacía, los entrenadores le rodeaban de gente que sí corría: corrían todos para adelante y corrían todos para atrás. Los primeros lo hacían porque Valerón les daba pases todo el rato; los segundos porque Valerón a veces los fallaba. De este modo Valerón pudo cumplir el sueño de un futbolista: no tener nunca prisa por hacer nada, no preocuparse más que por disfrutar de su propio hábitat, un ecosistema en el que siempre era una hora menos.

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Ha habido partidos en los que Valerón no hizo una carrera; esos casi siempre eran los mejores. De este modo se conservó durante más de 20 años en la élite un mediapunta tan antiguo que su fútbol se remonta a tiempos en los que el hombre ni siquiera sabía correr; alguien que limitaba su existencia a avistar a otros, a veces a cientos de kilómetros de distancia.

El periodista Josean Blanco, en ese blog Chopsuey.es al que vamos los que ya somos restos de un naufragio, recordaba ayer que se enfrentaba a Moby Dick de la misma manera que Julio Verne. Lo hizo como si el libro fuese la ballena, y optó por desprenderse de lo que entendió muy subjetivamente superficial: la información enciclopédica y la descripción. Hay una forma de narrar también en el fútbol, una manera de la que deberían aprender estrellas contemporáneas como Isco cuando se dedican a una posición que ya no existe, y si existe es porque se le da un sentido. Consiste en saber dónde están los compañeros antes de que el balón llegue y adelantar de esta manera el pase sin levantar la cabeza, moviendo sólo el pie. No digamos cayendo en esa vulgaridad en un mediapunta que es ponerse a correr como si fuese un extremo.

En Valerón, que tenía piernas quebradizas, patas de cigüeña, ese estilo que siguió explotando cuando el físico le dijo adiós y las lesiones lo tuvieron dos años parado le ha permitido actuar a contracorriente hasta edades inapropiadas. Pese a su calidad, nunca puso un adjetivo de más; cuando lo hizo, fue para devorar líneas al más puro estilo Zidane.

Uno de los goles que marcó en el Atlético, su etapa más oscura (no por él, por el equipo que se fue a Segunda) consistió en un toque invisible en el área que dejó atrás al marcador que se interponía con su cuerpazo. Hay que verlo muchas veces. Era por esas cosas por las que le llamaban El Mago. El único del mundo que explicaba en cada partido sus trucos para hacer caer en ellos, una y otra vez, al rival.

 

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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